"Hay noches que como muchas chucherías y pienso en ti", reza la canción de Iván Ferreiro, de 47 años. Y es que las chucherías no son sólo cosa de niños. Y cada vez menos. ¿Nunca te has preguntado por qué todas parecen hechas con el mismo molde, aunque sean de marca blanca? Fresas con nata, cerezas, plátanos, regalices, botellas de cola, huevos fritos, tajadas de sandía… Aunque hay muchísimos fabricantes, los productos estrella son unos pocos en una industria multimillonaria en la que España es un líder mundial. Según datos de Produlce, los dulces suponen una facturación anual en el país de 750 millones, y más de la mitad de la producción está destinada a exportación.
Tres de los principales fabricantes del mercado, Fini, Vidal Golosinas y Jake, están en una pequeña ciudad de Murcia, Molina de Segura, que es uno de los pilares de un sector con mucha más innovación de lo que parece. En el mismo pueblo trabaja Fantasy Toys, que se dedica a comercializar ‘combos’ de juguete y caramelo.
Fini, por ejemplo, presume de lanzar unas 50 novedades cada año al mercado y defiende la enorme calidad e I+D de la producción española, que ha pasado de los moldes de madera a los procesos más modernos con matrices desechables en almidón. Factura 200 millones de euros y vende fuera un 75% de lo que fabrica.
Vidal Golosinas, que el pasado año ingresó 125 millones, recuerda que se pueden encontrar sus productos “en 90 países del globo” y siguen creciendo. “Contamos con 12 filiales repartidas por los 5 continentes”, señala un portavoz del grupo a EL ESPAÑOL. También vende fuera tres de cada cuatro golosinas.
Los lineales de algunos supermercados, como Mercadona, han ampliado su surtido de ‘chuches’ drásticamente, ya que se considera un motor de consumo, y el segmento no sólo se va alejando paulatinamente de la compra de impulso (los chinos, los cines...), sino que va ampliando su presencia en el supermercado bajo dos premisas.
Por un lado, la incorporación de nuevos tipos de productos, con atención a los consumidores que quieren productos sin gluten, sin lactosa, sin azúcar o para veganos. Por otro, la generalización de un público más adulto, el mismo que comió ‘chuches’ de niño, las ve como un pequeño vicio y se toma un puñado acompañándolas de un ‘gin tonic’ o rodeado de amigos.
La forma del huevo frito
Sobre por qué las ‘chuches’ de toda la vida tienen formas similares, la respuesta es más simple de lo que parece: Nadie se ha molestado mucho en registrarlas hasta ahora. Si un tipo de producto funciona, el resto de fabricantes lo incorpora a su catálogo.
“Tradicionalmente la forma no ha sido el componente más importante de la competencia, sino que la batalla se ha librado en cosas como la durabilidad, asegurar al pequeño comerciante que un producto cuyas cajas se abren constantemente se mantiene fresco durante mucho tiempo”, explica un portavoz de Fini.
“Es posible registrar un diseño y en muchas ocasiones se ha realizado esta práctica, pero esto tiene una duración limitada. Es decir, esos registros duran entre 5 o 10 años y una vez cumplido ese tiempo son de dominio público para quien quiera utilizarlos. Eso en el caso de diseños novedosos, pero cuando se cogen elementos ya existentes como fresas o huevos fritos, aunque se registre el molde, con una pequeña modificación otra empresa podría crear el suyo y emplearlo sin problemas”, explican desde Vidal Golosinas.
El portavoz de Fini asegura, además, que el mercado español es especialmente innovador por parte de muchos de sus agentes, y que el número de referencias es muy superior a lo que puede verse, por ejemplo, en el mercado estadounidense, donde hay menos tipos de golosinas. Porque, de hecho, la industria de las ‘chuches’ es muy española. Según la directiva, cuando Fini abrió su fábrica brasileña, hace quince años, era un mercado en el que, directamente, no existían las golosinas tal y como las entendemos.
En España tenemos más o menos clara la división entre geles, caramelos duros y blandos, espumas, chicles y regalices, que los fabricantes venden a través distribuidores. La mayor categoría, de hecho, es el chicle sin azúcar, con un 39% del mercado, seguido del caramelo blando (30%) y del caramelo duro (29,5%). El chicle con azúcar sólo supone un 1,5% del total.
El catálogo de estas empresas es un repaso a la infancia. Descubres que los tradicionales ‘ladrillos’ o los ‘morritos’ son gelificados de almidón. Que las clásicas 'dentaduras' son espumas secas. Que una ‘banana’ es goma batida y que el ‘huevo frito’ es una goma ácida. Y lo más curioso, que el regaliz rojo no lleva ni una partícula de regaliz (de hecho, en EEUU no lo llaman regaliz), y sí trigo.
Más embolsados
Desde Fini explican que las cosas han cambiado recientemente, con mucho más énfasis en productos embolsados para supermercados, por los cambios en la demanda antes expuestos. Eso fomenta un impulso más grande a la hora de crear marca, especialmente entre un público más adulto.
“Tradicionalmente era un producto para niños pero, en realidad, lo consumen desde más jóvenes hasta más mayores. Es por eso que se intenta adaptar ese packaging a las exigencias de cada segmento”, subrayan desde Vidal.
El dominio del osito
El fabricante alemán Haribo lo tuvo claro antes que nadie, y generó una de las marcas con mayor reconocimiento después de importantes inversiones. ¿El resto? Para el volumen que mueven, aún todavía no tienen la misma fama. Puedes conocer empresas como Fini, Vidal, Dulciora y otras, pero en un país netamente productor y exportador las marcas propias son menos conocidas. ¿Otra marca alemana que funciona bien en nuestro país? Trolli.
Hablando de exportaciones, el 68,5% de lo que venden fuera estas empresas se comercializa en la Unión Europea, frente al 18,1% de América y un 11,6% de Asia.
Cómo vender ‘chuches’
La falta de notoriedad en las marcas es algo que intentan remediar los principales fabricantes, que están reforzándose con campañas. Vidal, por ejemplo, se ha rearmado en torno a marcas conocidas como Dulcipica y ha creado otras nuevas. Fini ha atacado un mercado mucho más adulto buscando al niño de EGB que ya ha crecido, lo que se pone de manifiesto en su primera campaña para televisión, protagonizada por un señor barbudo y no por un querubín.
Asimismo, en torno al segmento han surgido los influencers de chuches, canales de Youtube protagonizados por niños y sus padres que prueban golosinas, a veces incluso de otros países. “Todo lo que sea dar visibilidad al sector lo vemos muy positivo. Ya no solo en YouTube sino en varias plataformas sociales hay perfiles influyentes que muestran productos. Si los productos tecnológicos o de belleza tienen el suyo. ¿Por qué nosotros no?”, se preguntan desde Vidal.
¿Qué llevan las golosinas que te comes?
La página web de Fini, por ejemplo, tiene un filtro que permite seleccionar productos sin gluten, sin lactosa, sin azúcar o sin grasa. En concreto, tiene un regaliz negro que sólo lleva cuatro ingredientes. Vidal, por su parte, asegura que la mayor parte de su catálogo está libre de gluten y que no sólo están mejorando las fórmulas “para añadir cada vez más componentes naturales”, sino que también cuentan con el beneplácito de las comunidades judía y musulmana y tienen los sellos Kosher y Halal.
Pero más allá de cómo evolucionará la industria, la lista de ingredientes de la mayor parte de las golosinas son una combinación de glucosa, azúcar, gelatina, almidones, extractos vegetales y aromas y colorantes. Otra cosa, clave para los fabricantes, es el origen de los mismos.
La guerra contra el azúcar es la suya, y lo saben. Pero tienen la respuesta muy clara. “Del alcohol no hay que abusar y de esto tampoco. Es un placer que te das de vez en cuando y es divertido”, concluyen en Fini.