Día de infarto el que se ha vivido en Prisa este viernes. El consejo de administración ha decidido dar un paso adelante en la reestructuración del grupo. Para ello ha convocado a sus accionistas el 15 de noviembre para aprobar distintos puntos que afectan al futuro de la sociedad.
El más importante, una ampliación de capital (en dos tramos) de 550 millones de euros; que va acompañada de un cambio en los emolumentos del todavía presidente del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián. Según se detalla en la convocatoria, se debe aprobar un nuevo plan de incentivos (un bonus) que vaya ligado a "la recapitalización y estabilización financiera de la sociedad" para el presidente ejecutivo.
Lo que todavía no está claro es a cuánto va a ascender dicha remuneración, ni a qué condicionantes va asegurada. Habrá que esperar a ver si va ligada a conseguir la ampliación de capital; o a lograr recuperar la situación patrimonial del grupo y garantizar el pago del siguiente tramo de deuda de 1.600 millones que acecha al grupo. Vence en 2018 y asciende a 950 millones de euros.
Activa su sucesión
Pero sí está claro que Cebrián se marcha con más dinero debajo del brazo. Ya tenía garantizados cerca de siete millones por su plan de jubilación, y ahora hay que sumar este nuevo bonus.
La Junta de Accionistas también tendrá que valorar la nueva remuneración que tendrá el consejo de administración para los ejercicios de 2017, 2018 y 2019. Se incluirá, a buen seguro, el salario del nuevo vicepresidente ejecutivo. Una figura cuyas funciones se han diseñado hoy en un cambio de reglamento del consejo de administración, que ahora tendrá que ser aprobado.
Esto significa, de facto, la puesta en marcha de la sucesión de Cebrián tal y como él la ha planificado históricamente. Es decir, tras lograr que Prisa deje de padecer ahogos económicos.
El vicepresidente ejecutivo
En concreto, el nuevo reglamento especifica que "el consejo de administración podrá delegar en el vicepresidente (o vicepresidentes) todas las facultades y competencias del consejo que sean reglamentariamente susceptibles. Algo que le o les otorga el carácter de Ejecutivo".
Unos condicionantes que han sido uno de los detonantes para que el sucesor pactado por la banca acreedora, Javier Monzón, haya renunciado a dar el paso. Considera el ex presidente de Indra que es incompatible la existencia de un puesto de vicepresidente ejecutivo, con la presencia de un presidente como Cebrián que, además, iba a tener poder de decisión editorial en El País.
A ello hay que sumarle el malestar del Gobierno por la candidatura de Monzón. Primero, por su polémico pasado al frente de Indra; segundo, por la falta de diálogo con el Ejecutivo ante un cambio de tanto calado.
Su renuncia ha provocado una auténtica guerra en el consejo de administración, y ha puesto en riesgo la ampliación de 550 millones de euros. Estaba garantizada por la banca y Telefónica si había relevo; sin embargo, ahora la situación cambia. No hay acuerdo y la busca continúa, pero se abre la puerta a que nuevos accionistas puedan entrar en la compañía, alterando el equilibrio de poderes que existía hasta ahora.
De hecho, el otro candidato que sonaba, Manuel Pizarro -hombre cercano a César Alierta, que maniobra en la sombra junto a Amber Capital (19% de las acciones) por el control de Prisa- también ha dejado entrever estos días a quien quería escucharle que él no se sube a ese carro.
Los detalles de la operación económica
No ha sido una jornada sencilla en los cuarteles de Gran Vía 32. Allí, además, se han modificado las condiciones de la ampliación de capital prevista. Como decimos se hará en dos tramos. Un primero de 450 millones de euros mediante aportaciones dinerarias y derecho de suscripción preferente. El segundo se hará mediante una compensación de créditos y deudas por importe (nominal más prima de emisión) de 100 millones como máximo".
A partir de aquí se produce un tercer paso, que será una reducción del capital social mediante la disminución del valor nominal de las acciones en 0,84 euros por título a 0,10. Una reducción a la que antecederán otras dos prevista para destinar el dinero a reservas y, de este modo, recuperar la situación patrimonial del grupo.
Hubo momentos de vacilación sobre si continuar o no adelante con la ampliación y reestructuración de capital; sin embargo, el apoyo de Amber Capital y la familia Polanco (que tiene concertada sus acciones con las de Cebrián) ha permitido seguir adelante con los planes iniciales. Los bancos, en cambio, muestran sus reticencias a todo lo que ha acontecido.
No obstante, la empresa asegura que buena parte de los principales accionistas ha decidido suscribir ya las acciones; aun así, reconoce que se sigue negociando con otros posibles inversores.
Sin embargo, esa ampliación de capital no se producirá, al menos, hasta finales de 2017 o primeros de 2018. Hasta entonces, Cebrián seguirá como el gran señor de Prisa, a no ser que sus accionistas consigan encontrar un presidente de consenso. Algo que, ahora mismo, se antoja complicado. La guerra está servida.