Game Over. Puigdemont ha conseguido hartar a los empresarios, y poner en riesgo la economía catalana. Es la percepción que tienen buena parte de ellos, cuyas organizaciones empiezan a poner el grito en el cielo. Sin embargo, él prefiere no escuchar los cantos de aquellos que generan puestos de trabajo; opta por los cantos de sirena de la CUP y los movimientos pro independencia, y no parece capaz siquiera de tomar una decisión rotunda en ningún sentido.

Parece olvidar el President que una de las claves del buen funcionamiento de la economía es saber gestionar las expectativas; pero también los estados de ánimo. Y en estos momentos, ambos indicadores están por los suelos. Por mucho que los próceres de la independencia se ocupen de asegurar que las empresas no se marchan de Cataluña, porque los empleos continúan.

Omiten que las cerca de 1.500 empresas que se han marchado de Cataluña suponen ya el 30% del empleo en la región. Por ahora mantienen la actividad productiva y los puestos de trabajo. Sin embargo, como ya ha adelantado este periódico, muchas hacen planes para llevarse a sus empleados si esto empeora. No sólo eso, es que omiten que la salida de trabajadores será paulatina, y se producirá a medida que los empresarios puedan trasladar sus centros de producción a otros lugares.

Lo peor está por venir

¿Consecuencia? Que muchos de esos puestos se trasladarán de autonomía; pero también que otros tantos se perderán por el camino. No es tan fácil movilizar una familia, desarraigarla para seguir a la empresa. O, lo que es peor, dividirla porque uno de los miembros no pueda abandonar territorio catalán ante la falta de un empleo en el destino de la pareja.

Algunos dirán que son palabras de agoreros. Otros de alarmistas. Pero la realidad es que la confianza empresarial catalana está muy por debajo de la del resto de sus colegas españoles. Así lo decía el índice que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) hace unos días.

Sólo el 27% de los empresarios catalanes confía en que el próximo trimestre (el último del año) sea positivo para sus compañías. Un 11% son pesimistas, y el resto permanecen neutrales. Es decir, a la espera de lo que pueda suceder.

La desconfianza se instala en todos los sectores, con especial virulencia en la hostelería, el transporte y la industria, que temen un empeoramiento de la situación económica.

Desaceleración

Y desde luego que va a ocurrir. El Ministerio de Economía ya ha detectado que las cosas empiezan a pararse en la región. Hasta cinco décimas -de las ocho que caerá el PIB de cara al año que viene respecto al 2017- corresponden a la incertidumbre catalana.

Alarmas a las que se han sumado también los bancos este jueves. Tanto José Antonio Álvarez, CEO del Santander; como María Dolores Dancausa, CEO de Bankinter, han pedido una solución rápida para evitar la afección económica de un conflicto político, iniciado por la deriva nacionalista de Puigdemont.

Se acaba el optimismo

¿No es suficiente? Miremos entonces el International Business Report publicado por Grant Thornton este jueves. En él, los empresarios españoles han pasado de ser los más optimistas de la eurozona a estar en la zona media. Un descenso de 25 puntos. De este modo, tan sólo el 45% de los empresarios se muestra optimista respecto a la evolución económica en el próximo año. Ya no de Cataluña, sino de España. ¡Ahí es nada!

Es normal. La ruleta sigue girando. Lo han advertido por activa y por pasiva los empresarios. Las empresas que se han ido no volverán; las inversiones se están paralizando, y el consumo se está ralentizando en Cataluña. Si se extiende en el tiempo, llegará al resto del del país.

Toca mover ficha. ¿155? ¿Elecciones? Una solución. Es lo que necesita la sociedad catalana, lo que piden los empresarios. Porque la única forma de revertir la situación es que vuelva la confianza y la seguridad en la economía catalana y, por extensión, de la española que por ahora se salva gracias a la inercia mantenida.

De seguir adelante la ruptura será total. Afección para la economía, ruptura social, pero también empresarial. ¡Sigan jugando!

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