El Pozo está haciendo honor a su nombre después de la emisión de reportaje 'Stranger Pigs' de Salvados en La Sexta. Y, lejos de salir del agujero en el que se ha metido, la compañía cárnica parece empeñada en seguir cavando, por razones que quienes hemos seguido el caso con atención desconocemos.
Tras la emisión del vídeo, la narrativa de El Pozo se ajustó a un mensaje muy simple: quisieron dejar claro que las peores imágenes mostradas en el reportaje correspondían a una nave de recuperación o lazareto y que, por pésimas que fueran las condiciones de los animales expuestos, estos no iban a llegar nunca a la cadena de alimentación. Tenía sentido.
Muchos observadores, incluido yo mismo, compramos esta tesis como válida, respaldados por las opiniones de personas que conocen el sector y que saben cómo funciona. La Academia de Ciencias Veterinarias de la Región de Murcia fue muy clara en sus argumentos, que parecían desmontar los aspectos más controvertidos del documental y devolvían algo de esperanza a quienes confiamos en el sistema alimentario, en las férreas normativas europeas y en la capacidad de empresas e instituciones de hacerlas cumplir a través de inspecciones.
En la primera noticia que publicamos en EL ESPAÑOL sobre el tema, desde el primer momento manifestamos nuestro escepticismo por el reportaje y nos hicimos eco de la versión de la compañía. Sin embargo, en ese mismo artículo ya abríamos la posibilidad de que la falta de transparencia fuese un error por parte de El Pozo a la hora de elaborar el reportaje y de responder al mismo. Esa tesis no sólo se ha confirmado, sino que se ha reforzado.
Durante años, he visitado instalaciones de distintas empresas y, si bien en algunos casos se me ha cerrado el paso a áreas de producción sensibles, creo que a las compañías siempre les conviene hacer un ejercicio de transparencia si actúan con principios. Mi amigo Pablo Herreros acaba de publicar un libro llamado 'Sé transparente y te lloverán clientes' en el que habla precisamente de esto.
¿El gran problema? Transmitida la primera respuesta oficial, con buena respuesta de quienes estaban predispuestos a aceptarla, se produjo otra al poco tiempo en la que se hablaba de supuestos nuevos estándares que, al parecer, la compañía llevaba meses desarrollando.
"Estas medidas llevan implementándose de manera gradual desde el pasado mes de octubre y han pretendido ser una garantía adicional al estricto cumplimiento de los estándares de calidad en materia de sanidad, seguridad alimentaria y bienestar animal. En paralelo, se abrió un expediente de investigación a la granja proveedora cuyas imágenes aparecen en el vídeo, tras el cual se inició un proceso de desvinculación que ya es efectivo".
Lo que está diciendo El Pozo en ese párrafo, básicamente, es que ha roto la relación con la granja de los hermanos Carrasco, donde se coló Évole con su equipo. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Mantienen su afirmación inicial de que esos cerdos no llegaban a la cadena alimentaria? ¿Qué motivó dicha desvinculación? ¿Era sólo por la presión recibida por los clientes internacionales del grupo y los medios de comunicación? ¿Por qué no llevar a un equipo de cámaras a grabar toda la granja y explicar, bajo tus propias condiciones, el proceso? ¿Por qué dejar tirados a tus proveedores si pocos días antes les defendistes? ¿Por qué no defender tu comunicación si fue la adecuada y dar la callada por respuesta?
No tengo respuestas concretas a ninguna de esas preguntas. Si después del primer comunicado mi primera reacción fue la confianza, tras el segundo me veo obligado a poner en cuarentena, como si fuesen cerdos enfermos, todo lo que ha dicho la empresa hasta el momento.
Y eso es una mala noticia para la confianza en la cadena alimenticia y una terrible para un gigante de la alimentación que, por intentar defenderse demasiado, parece hoy mucho más culpable que el día después de emitirse el reportaje.