El acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea sobre levantamiento de barreras al comercio es la mejor noticia de los últimos meses.
Ya comenté en la CNBC y en Bloomberg que esto no era una guerra comercial, sino una negociación (lean esto). La evidencia del juego retórico en el que todos acusaban a EEUU de proteccionismo mientras el resto se ponía la medalla del libre comercio quedaba en evidencia cuando el presidente Trump proponía “eliminar todos los aranceles y subvenciones”.
Decía Carlos Slim que “Trump no es un Terminator, es un Negotiator” y me ha sorprendido que los análisis de esta negociación no recabasen en la palabra “subvenciones”. Porque las subvenciones a campeones nacionales, las trabas burocráticas y las barreras al comercio disfrazadas de “regulación” son, de hecho, más problemáticas que los aranceles. Se puede afirmar que existían otras vías de negociación más diplomáticas, pero nadie puede negar que el resultado final es beneficioso para todos.
El sector del automóvil ya había pedido a la Unión Europea que levantase aranceles y barreras a la venta de automóviles de Estados Unidos. Las empresas, más cercanas al cliente que los políticos, saben que el consumidor europeo en general preferirá un vehículo al estilo de nuestro continente que los que prefiere el consumidor norteamericano. Por lo tanto, mantener esos desproporcionados aranceles a la industria automovilística norteamericana era innecesario y contraproducente.
Que Europa importe más gas natural licuado de EEUU no es solo positivo, es que es esencial para diversificar fuentes de suministro, mejorar la competencia y evitar el riesgo de interdependencia con el gas de Rusia. Hoy, traer gas natural licuado de EEUU es competitivo comparado con otros suministradores similares incluso alguno vía gasoducto. Todo el mundo sale ganando.
Lo mismo ocurre con los productos agrícolas. Más del 60% del presupuesto de la Unión Europea se destina a subvenciones al sector agroalimentario. Un sector que es capaz de competir por calidad y oferta. Mantener precios altos a los consumidores europeos no beneficia ni a los sectores involucrados ni a la capacidad de consumo. El acuerdo con EEUU puede empezar a facilitar una mejora que beneficia a todos.
La Unión Europea tiene una oportunidad excelente de liderar este proceso tras el acuerdo. Demostrar con claridad que es un centro mundial de libre comercio y generar la mayor oportunidad de recuperar un crecimiento sólido en décadas.
La Unión Europea debería analizar con preocupación el pobre desempeño de sus principales economías en este 2018. Alemania, Italia y Francia muestran cifras preocupantes para unas economías que siguen bajo el mayor estímulo del banco central de la historia.
El riesgo no es pequeño. Si la Unión Europea se enfrenta a la salida de esos fallidos estímulos con mayores desequilibrios, el problema de mantener barreras al comercio es mayor que lo que pretenden proteger.
Para Estados Unidos es similar. El órdago funciona mientras mantienes las mejores cartas (la necesidad de China y la UE de mantener sus enormes superávits comerciales con EEUU). Pero ya puede costar más de lo que aparentemente gana. Los propios granjeros norteamericanos han anunciado, como no puede ser de otra manera, que prefieren libre comercio a ayudas de $12.000 millones. Recuerdo una vez en Des Moines, Iowa, un granjero multimillonario convertido en inversor nos comentó que la razón por la que era rico era que nunca había aceptado subvenciones.
Las empresas, los consumidores, los granjeros y las familias saben que el libre comercio real, sin subterfugios, les ayuda mucho más que cualquier subvención o medida proteccionista. Y los que no lo reconocen suelen ser esos sectores que no son competitivos haya subvenciones o no.
El riesgo de entrar en una negociación de puño en la mesa, como comentamos aquí, es alto. El proteccionismo solo protege al gobierno (lean esto), y muchos gobiernos prefieren mantener sus aranceles y aumentarlos acusando al otro de malvado proteccionista porque su objetivo no es el crecimiento o la mejora de las oportunidades para consumidores o empresas, sino el control.
Por lo tanto, el órdago de “eliminar todas las barreras” ha sido muy inteligente, no lo podemos negar. Les ha quitado el argumentario a los otros negociadores. Pero la tentación de aumentar el control, aunque se torpedee el crecimiento no es pequeña, en todos los actores de este teatro.
En los próximos meses veremos cómo se acaba este duelo al sol sin balas, pero a medida que se evidencia la ralentización de China y la UE, y se debilitan sus monedas con respecto al dólar, queda claro que se acaba el tiempo.
Estados Unidos cada vez exporta menos (un 10% del PIB) y cada vez es más necesario para el crecimiento del PIB de sus socios, vía un sector exterior en superávit. El que piense que la UE o China van a sustituir Estados Unidos por otros mercados, tiene un problema con los datos. Es casi imposible revertir el exceso de exportaciones de EEUU a ningún otro mercado, pero -sobre todo- totalmente imposible si lo analizamos en precio y valor añadido.
La negociación continúa. Y el tiempo no juega a favor de los que acumulan mayores desequilibrios. Por ello, es una oportunidad excepcional para la Unión Europea de unirse a Estados Unidos y China en un acuerdo global de levantamiento de barreras en el que ganemos todos.
Recordemos que nadie gana las guerras comerciales, pero perderlas, las pierden algunos con peores consecuencias que otros.