Caída en picado hacia una nueva huelga de tripulantes. Las negociaciones entre Ryanair y los sindicatos españoles USO y Sitcpla están en punto muerto y, salvo que el Gobierno decida actuar, la huelga del próximo 28 de septiembre sigue adelante.
Los representantes sindicales de los alrededor de 1.800 'azafatos' que Ryanair tiene en España han asistido este lunes a la mediación organizada por el Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA) con la compañía pero no han alcanzado ningún acuerdo. Para el delegado del Sitcpla, Antonio Escobar, el resultado de esta mediación era una "crónica anunciada", ya que "no había nada que poner sobre la mesa".
Aunque ambas partes se han tomado agosto para pensar, sus posturas prácticamente no han variado. Los sindicatos siguen demandando a la aerolínea que aplique la ley laboral española a los contratos -y no la irlandesa- para que los trabajadores españoles estén bajo el paraguas normativo que les corresponde.
Desde USO y Sitcpla han reiterado la necesidad de que el Gobierno se implique en "un tema que les corresponde". Según Ernesto Iglesias, responsable de vuelo de USO sector Aéreo, el Ejecutivo de Pedro Sánchez está "defendiendo a la empresa por negación u omisión". El Ministerio de Trabajo debería "ser proactivo y hacer su trabajo", ha demandado Iglesias.
Los sindicatos y la aerolínea están citados este jueves en la Dirección General de Trabajo, una última oportunidad para que la huelga del próximo 28 de septiembre tenga posibilidad de ser desconvocada.
Además de los tripulantes españoles, están llamados a huelga los de Portugal, Bélgica, Holanda e Italia. Pero no sería raro, apuntan fuentes sindicales, que otros países como Polonia se sumaran a la cita después de que la aerolínea haya mostrado su intención de convertir a los trabajadores de sus seis bases polacas en autónomos.
Pero antes de la huelga de tripulantes, los directivos de Ryanair se verán las caras con sus accionistas: la aerolínea celebra este jueves su junta general y la cita se prevé agitada.
Hace una semana, Ryanair anunció que la reunión se hará a puerta cerrada, sin prensa que pueda “tergiversar” las conversaciones que sus accionistas tienen que mantener sobre el rumbo de la compañía.
La decisión de la irlandesa de vetar a la prensa sólo ha servido para calentar aún más el ambiente y plantear si es que quieren esconder una votación en la que su presidente, David Bonderman, tiene que renovar la confianza para seguir en el trono de la mayor low cost de Europa.
Accionistas preocupados
Desde agosto de 2017, la acción de Ryanair se ha desplomado un 43%. De los 19,53 euros que llegó a valer en Londres hace poco más de un año, los títulos de la aerolínea cotizan hoy casi seis euros más baratos. Unos cuantos millones menos para unos accionistas acostumbrados a un buen rendimiento.
¿Qué ha pasado en este año? Desde el fiasco con la programación de las vacaciones de sus trabajadores, que hizo que Ryanair cancelara más de 20.000 vuelos hace justo un año y con una pérdida de 25 millones de euros aparejada, hasta la continua pelea con sus pilotos y tripulantes en casi todos los países donde opera.
A la batalla que la irlandesa tiene con los sindicatos nacionales de pilotos y tripulantes a lo largo de Europa, se ha sumado el posicionamiento de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF) y su homólogo europeo ETF: es necesario el relevo en la presidencia de la aerolínea para que llegue “aire fresco”.
Para el presidente de la ITF, Paddy Crumlin, 20 años al frente de la aerolínea son más que suficientes y ha llegado la hora de que “el modelo cambie”. “A nueve meses de que anunciara que iba a reconocer a los sindicatos, los progresos de la compañía han sido erráticos y contradictorios. Aunque se han firmado acuerdos en algunos países, en otros los trabajadores han tenido que tomar medidas para que sus voces se oigan”, apunta Crumlin.
“Ryanair no sabe si va o viene. El papel de un presidente es hacer que la forma de gestionar la compañía sirva para algo y mantenerla en esa senda. En lugar de esto, Bonderman es un amigo cercano del consejero delegado, al que ha mantenido en el mismo puesto durante 22 años. No hay rastro de la independencia en el consejo de administración”, critica el presidente del sindicato internacional.
Los 12 meses de conflictividad laboral pesan ya entre los inversores y los sindicatos no son los únicos que han levantado su voz contra el presidente de la aerolínea. En la consultora Glass Lewis, que supervisa los intereses de un grupo de accionistas de la aerolínea, también defienden que la ‘era Bonderman’ debe llegar a su fin. El magnate estadounidense de 75 años (fundador de TPG Capital) preside la aerolínea desde 1996; O’Leary es consejero delegado desde dos años antes. Desde Glass Lewis recomiendan a los accionistas votar en contra de la renovación del presidente.
Además, la consultora pone en el punto de mira a dos de los consejeros que también forman parte del consejo de la aerolínea por poner en duda su independencia: uno, Kyran McLaughlin, es parte de Davy Stockbrokers, una firma que asesora a la compañía; y otro, Howard Millar, fue el director de finanzas y ahora es miembro del comité de remuneraciones.
Ryanair cierra filas
En Ryanair, sin embargo, no dan muestras de nerviosismo ante la situación (más allá del veto a la prensa). Su consejero delegado declaraba hace unos días que las huelgas son algo “intrínseco” al modelo de la aerolínea, un gigante en Europa que opera unos 2.500 vuelos al día. “Ryanair está dispuesta a aceptar las huelgas si ese es el precio de defender nuestro modelo de negocio de bajo coste”, apuntó O’Leary.
Por otro lado, aseguran ya que las medidas del orden del día serán respaldadas ampliamente por sus accionistas, incluyendo la reelección de Bonderman como presidente y el nombramiento de distintos consejeros independientes. En la junta del año pasado, más de un 10% de los accionistas votaron en contra de la continuidad del presidente. Glass Miller y otras dos firmas de consultoría, ISS y Pirc, habían mostrado su desacuerdo respecto al rumbo de la compañía, recuerda Financial Times.
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