Isidro Fainé es parte de la historia viva de la banca española. Un hombre forjado a sí mismo, hijo de padres labradores, que ha llegado a convertirse en uno de los grandes iconos empresariales de nuestro país. Hombre de aspecto recio que en realidad esconde a un hombre tímido, pero también “humilde, cercano y buena persona”, como le definía este lunes Florentino Pérez.
Es una cara que pocas veces deja ver en público el mismo banquero que, en los últimos meses, se convertía en el general que lideraba la guerra empresarial contra Puigdemont. Fainé quiso mostrarla en un discurso que bien podría haber sido pronunciado en cualquier gran universidad del mundo, con motivo de la entrega del Premio Forbes Filantropía 2018. Fue un discurso íntimo, escrito de su puño y letra y con los sentimientos a flor de piel. En él hacía un recorrido por los personajes que han marcado su vida, y por las enseñanzas que ha extraído de todos ellos.
¿Su público? Un centenar de empresarios a quienes les reconocía que aún recuerda “la miseria colectiva que percibía con diez años cuando iba al colegio. Le pedía a Dios que algún día me permitiera ayudar a esas personas, y me ha dado esa gracia”.
Su futuro comenzó a forjarse, como el de tantos niños, gracias a los esfuerzos que dedicaron sus padres a su educación. Eran labradores humildes que vivían en un barrio de Santa Coloma de Gramanet “con unas condiciones muy limitadas”. De hecho, su nombre, Isidro, viene por San Isidro, patrón de los labradores.
Reconoce Fainé que cuando era joven le decía a su padre que le gustaba el santo porque, cuando él tuviera que labrar, serían los bueyes quienes trabajaran mientras él leía. Sin embargo, su padre le recordaba una y otra que vez el significado de su apellido. “Fainé significa que tienes que hacer faena”, bromeaba ante los asistentes.
Una cultura del esfuerzo que ha marcado siempre su trayectoria. De hecho, quienes le conocen reconocen que su ritmo de trabajo es infatigable y que siempre está pensando en nuevas ideas. En 1981 llegaba a La Caixa como director general adjunto. ¿Su objetivo? Diseñar la nueva estructura de la entidad y su expansión más allá de Cataluña. Sentar las bases de lo que es hoy la Fundación Bancaria La Caixa, con todo lo que ello conlleva: el negocio bancario, el holding industrial y, sobre todo, el crecimiento enorme de la obra social (la niña bonita de Fainé) con un presupuesto de 520 millones de euros.
Por supuesto, Fainé no se atribuye todos los logros de la Fundación. Ni mucho menos. “El premio no es mío, es de todos aquellos que trabajan para la Fundación desde su creación. Es mérito de mucha gente”, señalaba.
Las tres etapas de La Caixa
El directivo hizo un amplio repaso de la trayectoria de Caixabank y sus tres grandes etapas. Comenzó, por supuesto, por el principio, por la creación de la caja por Francesc Moragas en un momento convulso. Era una Barcelona plagada de huelgas y en la que hubo 13 muertos y 50 heridos. Tras los incidentes buscaron dinero, recibieron donativos, y lograron reunir los 526 euros con los que se funda La Caixa: 87.590 pesetas.
En su recorrido por la historia de La Caixa, incluso arrojó algunos datos sobre el logotipo diseñado por Joan Miró. Si la estrella azul de cinco puntas asemeja a una persona depositando una moneda amarilla en una hucha roja, ambos puntos, amarillo y rojo, tienen además otro significado. El pequeño era Baleares y el más grande, Cataluña.
Fainé recordó el pensamiento de Moragas y citó varias frases suyas: “Soy optimista y mi optimismo es indispensable en mi trabajo”, “Lo imposible es sólo un poco más difícil que lo difícil”, “Las empresas deben ser solventes, rentables y humanas, y a veces nos olvidamos de esa tercera parte”, o “Me sabe mal morir porque tengo tres o cuatro ideas que podría desarrollar en La Caixa”.
En el marco de su acción filantrópica, Fainé recordaba otra frase propia de su fundador, quien siempre decía que había que tener “el trabajo en la cabeza y la gente en el corazón” (algo que el presidente de La Caixa lleva marcado a fuego) y recordó que, tras la Guerra Civil, ninguno de sus clientes perdió el dinero y todo el mundo encontró sus ahorros en la Caja.
Fainé también habló maravillas del protagonista de la segunda etapa de La Caixa, José Vilasarau. “Era un buen economista capaz de aglutinar a un buen equipo de profesionales y realizó una labor espectacular en el sector financiero pero también en lo social y lo cultural. Con él se crea la Fundación La Caixa”.
Encuentros en el puente aéreo
La etapa de Fainé comienza en 1981, cuando Vilasarau le ficha en el puente aéreo. “Yo era director general de Banco Unión, y para mí Caixa era un cliente estupendo. Así que José me preguntó cómo lo hacía para crecer con esa birria de banco mientras que él con la Caja no podía hacerlo. Le respondí: 'Tú no sabes llevar oficinas, yo me dedico a esto. Además tu tienes un solo negocio, y la banca son siete negocios: minorista, mayorista, pensiones, seguros, electrónica…' A los tres meses me incorporo. Siete años más tarde llega Antonio Brufau”.
Fainé recordó un equipo “excepcional” con un Brufau “muy bueno en su trabajo”, con él mismo abriendo mercados y con Ricardo Fornesa que era “un terremoto”. “Era un abogado del estado que rompía las paredes. Su sagacidad, inteligencia y cautela hicieron que la Caixa diera un salto en la parte financiera, cultural, y en su cartera de participadas”, recordó.
De aquella época, hitos como la concesión de becas Fulbright, la creación de los Caixaforums, el Museo de la Ciencia, los conciertos participativos y su iniciativa para participar en los estudios de investigación del Sida, entre otros muchos.
Es una época que Fainé recordó con “especial cariño” porque reunió las condiciones clave que Jane Austen consideraba importantes para ser feliz en la vida. Tenían un propósito común, compañerismo, respeto mútuo, moderación, comunicación suficiente como para decir lo que pensaba cada uno y buen humor.
Para Fainé, la tercera etapa de La Caixa es la de la presidencia de Ricardo Fornesa, que era “un directivo emprendedor de inteligencia privilegiada” que “supuso un gran avance en el ámbito financiero e industrial”. Fue entonces cuando se crearon programas para facilitar vivienda con los ayuntamientos a precios asequibles, que incluían a gente en exclusión social. "A partir de ahí se han añadido programas de pobreza infantil, el voluntariado del banco y otros"...
Fainé abrió su corazón para hablar de temas que le preocupan. Por ejemplo, “la soledad que uno ve en los hospitales, en personas sin recursos y que no tienen familia y no se valen por sí mismos, si lo ves se te deshace el corazón”.
“He ido a los hospitales y hablo con todos; médicos, pacientes, chicas de la limpieza, etc. Todos los médicos me dicen que tenemos un problema porque se mueren personas que hablan idiomas distintos, de religiones distintas, y quieren contarnos lo que han hecho mal porque tienen necesidad de abrir el corazón. No sabemos qué responderles, pero se mueren tranquilos. Esto me hizo pensar en hacer un libro sobre cómo ayudar a quienes se van a morir. Es importante el contacto físico en ese momento, es importante. Me di cuenta con mi padre”.
Fainé trufó su experiencia filantrópica con anécdotas sobre familias que adoptan a abuelos, o sobre personas que, pese a pasar penalidades, deciden que estar contentos o no depende de ellos. Su intervención no tiene desperdicio.
Para él, la crisis de la cajas llegó a amenazar el futuro de la obra social, que sólo se resolvió cuando el abogado del Estado Alejandro García Bragado propuso convertir La Caixa en fundación bancaria. “Luego este esquema lo han aprovechado otros, pero quiero agradecérselo públicamente”, señaló.
El futuro
Ahora, su objetivo es que que este trabajo "por lo menos dure otros cien años”. “Haremos obra social con toda la prudencia que nos caracteriza y lo haremos prestando atención a las necesidades sociales que vamos escuchando en el corazón de las personas, adivinando sus sentimientos, y descubriendo las penas no expresadas y las quejas no proferidas”, propuso.
Para ello, dejó claro que la clave es la buena administración. “La Caixa ha transformado 526 euros durante 114 años en 20.000 millones de euros. Esto implica que ha habido muy buenos administradores. Si no hubiéramos logrado el 16,5% anual, no tendríamos esta cantidad. Si sólo hubiéramos sacado la inflación, tendríamos 350.000 euros”, destacó.
Fainé hizo énfasis en la importancia de “acercar la cultura a todos los rincones del país” y consideró “prioritario”, invertir en educación “estimulando la cultura del esfuerzo y la formación integral de la persona”. Para ello la Fundación duplica con Jaume Giró, su director general, el número de becas de posgrado, triplica las inversiones en investigación y desarrollo “porque es el camino a largo plazo para lograr la excelencia” y tiene previsto “crear un instituto internacional en este campo”. También quiere poner en marcha “un centro internacional de prestigio de grandes debates sociales, un Davos a la española”.
La clave para este Fainé que habló de su pasado y de su legado, es que La Caixa preserve su esencia, sus valores y su cultura, así como su compromiso social, científico y educativo. Algún día su sucesor hablará de una cuarta etapa en La Caixa. La era de Isidro Fainé.