La industria del automóvil se prepara para la transformación que va a sufrir. Un rediseño provocado por el impulso que algunas ciudades y gobiernos están dando a la reducción de emisiones contaminantes. Un paso que va en dos direcciones: más trabas al coche privado en las urbes y una apuesta por el vehículo eléctrico como alternativa menos contaminante.
El mapa estará copado de electrolineras en lugar de gasolineras, habrá menos coches en propiedad; en las grandes ciudades el vehículo compartido (en sus distintas modalidades) cobrará protagonismo a medida que las empresas logren reducir sus costes actuales y, por último, todas las unidades estarán conectadas a Internet gracias al 5G.
Un escenario “futurista y extremo” como lo define el presidente de Seat, Luca de Meo, pero para el que la automovilística ya se está preparando. Su apuesta de futuro pasa por el diseño, fabricación y comercialización de nuevos modelos; incluyendo híbridos, eléctricos, híbridos enchufables o propulsados por gas.
Gestionar una plataforma
Sin embargo, ese panorama futurístico que pintábamos al principio provocará también un cambio importante en el nivel de ventas de las firmas. El particular comprará menos coches abriendo las puertas a compras masivas por parte del carsharing.
Ese paso hará que en el cómputo global las ventas de unidades se reduzcan, aunque se cambie el coche con mayor asiduidad por el incremento de uso que sufrirán.
“En un modelo así nuestro negocio es producir estos coches, que no será el mismo objeto que tenemos”, explica De Meo. Probablemente sean vehículos más sencillos y, probablemente, con un menor coste de venta.
El segundo pilar sobre el que pivotará la estrategia estará precisamente en pasar del cliente de coches al usuario de coches. O lo que es lo mismo, por gestionar una plataforma de vehículos compartidos.
Respiro
De lo que se trata, en definitiva, es de “menos chapa y más kilómetros” en palabras del presidente de Seat. Una experiencia en la que ya están inmersos gracias a Respiro, una empresa de vehículos compartidos que adquirieron el pasado mes febrero y con la que buscan “aprender” del negocio.
El presidente de Seat está convencido de que será una pata importante del negocio, pero asume que su rentabilidad no llegará hasta que el coche pueda estar en constante movimiento. Es decir, hasta que no llegue el coche autónomo a nuestras vidas.
“Estas plataformas son rentables si el vehículo se mueve y está en las zonas donde hay demanda”, explica, por lo que prevé una larga travesía en el desierto para los operadores que ya están en el mercado. “Tienen demasiados costes, y el más elevado es el de la adquisición de flotas y el personal” que requieren para reubicar los coches.
El principal problema de las actuales compañías de carsharing es el de la amortización. Pero gracias al coche autónomo se puede conseguir “el efecto Ryanair”, ya que podría reducir el coste de la movilidad cerca de un 70% explica De Meo.
“Eso sí que podría ser un driver verdaderamente transformador de las ciudades, porque situaría el coche compartido al nivel del transporte público o, incluso, por debajo si se tiene en cuenta que está subvencionado”.
Los datos, la clave
La experiencia de uso que hacen los clientes de Seat, la de los usuarios de la plataforma y la conectividad cada vez mayor del vehículo (que se multiplicará cuando llegue el 5G a nuestras vidas) hacen que el dato sea la tercera pata del futuro negocio de Seat.
“Queremos que en la exploración de datos y el uso de la conectividad Seat sea puntera. El coche será la segunda plataforma de producción de datos tras el móvil”, explica el presidente de la automovilística. ¿De qué manera podrán explotarlos? Eso está por ver todavía, pero la empresa ya ha dado sus primeros pasos.
El fabricante ha cerrado en los últimos meses alianzas con Amazon (incorporando Alexa a sus coches), Shazam, Telefónica, Google, y otras grandes empresas tecnológicas. De lo que se trata es de ir estudiando la mejor forma de lograr la conectividad del vehículo para cuando llegue el coche verdaderamente conectado.
Lo que sí reclama De Meo es que exista una "neutralidad" a la hora de legislar y que se permita a los "ingenieros" decidir qué tecnologías son las mejores para cada tipo de vehículo. No es lo mismo un turismo eléctrico que un camión eléctrico, para este último probablemente sea mejor -sostiene- apostar por el gas como fuente de energía.