Como el corazón delator bajo los tablones en el cuento de Edgar Allan Poe. A pesar de que está en prisión y, en teoría, fuera de juego, el excomisario José Manuel Villarejo tiene más aterrorizados que nunca a buena parte de los protagonistas de la vida política y financiera de los últimos años en España. 

Cada vez que sale a la luz un paquete nuevo de documentos o grabaciones, resucitan como zombis todas las irregularidades del pasado, las antiguas rencillas y las conversaciones inconfesables que revelan la oscuridad que, durante mucho tiempo, ha reinado en las altas esferas de poder. 

Villarejo era el equivalente castizo de Varys, el eunuco de Juego de Tronos, y consolidó su poder en el reino de un modo similar: haciéndose útil para todos y ofreciendo un poder desmedido a quienes querían pagar por él. Pero en el pecado está la penitencia. Quienes entonces aprovecharon sus malas artes temen ahora las repercusiones. 

El papel de Sebastián

Los últimos en sentir las consecuencias de que se haya abierto este arca perdida han sido los protagonistas de la guerra entre el BBVA y Sacyr de finales de 2004 e inicios de 2005. Y que nadie se lleve a engaño: aquí nadie puede tirar la primera piedra

De las últimas filtraciones conocidas hemos sabido que el Gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero, con Miguel Sebastián como muñidor, trabajó a favor de una operación que habría dejado el segundo banco español en manos de una constructora. Una que en aquellos tiempos era también inmobiliaria y que facturaba, en promociones, más de 1.200 millones. Una que contaba con más de 6.100 millones de euros en activos muy poco antes del estallido de la burbuja.

Sabemos del contenido de las grabaciones algunas cosas que ya había denunciado Manuel Conthe, entonces presidente de la CNMV. Como que Sebastián había intentado derribar, sin éxito, a Francisco González, entonces presidente del BBVA, con un dosier que enumeraba supuestas irregularidades en la venta de su sociedad FG Valores a Merrill Lynch en 1996. Una información que las autoridades, tras una pequeña investigación, dejaron desacreditada.

'Operación Trampa'

La información que se ha conocido estos días demuestra que en el BBVA se diseñó una estrategia de defensa, bajo el nombre de operación Trampa, que identificó a posibles conspiradores contra el banco y los mantuvo bajo vigilancia. Era el llamado 'Grupo Hostil', con Luís del Rivero o Juan Abelló al frente.  

En el marco de esta operación no sólo se escucharon 15.000 conversaciones telefónicas de 4.000 personas, entre ellas algunos de los principales directores de Comunicación de empresas españolas. También se aireó información sobre la vida privada de Miguel Sebastián y se llegó a plantear la posibilidad de convertir esta información en escándalos dirigidos para desacreditar a los protagonistas. Finalmente no llegó a hacerse nada en este sentido. 

Es difícil delimitar la autoría de estas operaciones. ¿Sabían Francisco González, el presidente, y José Ignacio Goirigolzarri, Goiri, entonces consejero delegado, de las actividades ilegales del banco con Villarejo como protagonista? En el entorno de ambos directivos niegan conocimiento de comportamientos delictivos. Habría sido todo cosa del exdirector de Seguridad del banco Julio Corrochano, un perfil que, para colmo, le había venido al banco recomendado por el ejecutivo de José María Aznar. En todo caso, el banco investiga desde hace meses la situación a través de un bufete de abogados independiente

La figura de Ángel Cano

¿Quién más pudo estar al tanto? En el caso destaca con luz propia la figura de Ángel Cano, que después sustituiría a Goirigolzarri como consejero delegado. Entonces era responsable de Recursos Humanos y Servicios y Corrochano respondía ante él. El que seguro que no tuvo nada que ver es el nuevo presidente, Carlos Torres Vila, que trabajaba entonces en Endesa. 

También ha provocado inquietud el cómo pudieron interceptarse conversaciones de altas autoridades del Estado, si bien la estrategia de Villarejo siempre ha tenido mucho que ver con pinchar no los teléfonos de los protagonistas del “ataque” sino los de sus interlocutores. En estos días se ha recordado que otro famoso excomisario en tareas de Seguridad corporativas en aquella época era Florencio San Agapito, que ocupaba el puesto en Telefónica, y también se ha especulado con la posibilidad de que Villarejo contase con el apoyo de una operadora. Curiosamente, entre los teléfonos intervenidos estaba el de José Romero, director de comunicación de Vodafone, el principal rival de Telefónica durante años. 

Lo que no parece discutible es que para la guerra BBVA-Sacyr no hacían falta tantas alforjas. Bastó con que el entonces gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, detuviese el despropósito. Hoy es consejero independiente del banco. 

Entre autoridades y empresas se preguntan quién será el siguiente en ser el objeto de un nuevo escándalo. Porque Moncloa.com no va a dejar de seguir publicando nuevos episodios. Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña, que lidera un pequeño grupo de comunicación en el que también se incluyen Merca2.es y Cotilleo.es, tiene acceso a los archivos de Villarejo. 

¿Quién le facilitó la información? ¿Con qué propósito se publica? Es una de las especulaciones favoritas de los cenáculos madrileños, y van desde un topo o un informático del CNI que las vendiera para lucrarse, hasta una operación dirigida por Villarejo -lo que suena muy improbable-. En el colmo de la ‘conspiranoia’, se habla de un movimiento guiado por el independentismo catalán, Rusia o cualquier otro de los típicos agentes desestabilizadores del Estado. 

Sea como sea, lo que parece evidente es que todo esto ya ha pasado y volverá a pasar. Los archivos del Varys español parecen estar fuera de su control, el invierno ha llegado para quienes tienen algo de lo que avergonzarse y ahora sólo queda que, escándalo tras escándalo, dimisión a dimisión, esta caja de Pandora termine por vaciarse.

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