54 millones de euros tienen la culpa de que Andrea Orcel no se convierta en nuevo CEO del Santander. Es la cantidad que la entidad tendría que haber desembolsado a modo de 'prima de fichaje', y que supone compensar al ejecutivo por el dinero que hubiera dejado de percibir al cambiar de empresa. En este caso, al renunciar a sus siete años en UBS.
La cifra, desde luego, es mareante. Recuerda al pago de la cláusula de rescisión de un futbolista y, desde luego, aunque la técnica es usual en el mundo financiero y de la banca de inversión, no lo es su cifra. Sólo el presidente de UBS acumulaba más bonus que Orcel. Eso es, precisamente, lo que el Santander ha valorado a la hora de renunciar al fichaje del italiano como nuevo número dos de la entidad.
El consejo de administración, con su presidenta Ana Botín a la cabeza, considera que es una cifra “inaceptable” para un banco comercial como el Santander. Mucho menos en un contexto como el que se vive en estos momentos en España, recuperándose aún de las heridas de la crisis financiera y con la incertidumbre añadida de las consecuencias de un posible Bréxit duro para una entidad muy expuesta a Reino Unido.
Pagar 54 millones de euros resultaría incomprensible para buena parte de sus clientes o trabajadores; máxime en un momento en el que la banca trabaja para recuperar su imagen ante la ciudadanía tras los excesos cometidos por algunas entidades en la época de la burbuja inmobiliaria, y con las escuchas del BBVA de fondo.
No sólo eso, tampoco entenderían los propios inversores del Santander que se abone semejante cifra. Una cantidad jamás pagada en España por un banco retail para atraer talento, por más que sea algo habitual en banca de inversión. Hubiera provocado, explican fuentes cercanas, que algunos de los fondos que componen el accionariado del banco se hubieran tensionado ante semejante fichaje.
Y es que, aunque Orcel sea el ‘Ronaldo’ de la banca, conozca al detalle la estructura del Santander (pues participó junto a Emilio Botín en la compra de varias filiales), y su nombre fuera el mejor considerado para el puesto, semejante cantidad –en un contexto en el que se lucha cliente a cliente por elevar la rentabilidad- no sería justificable.
Es por ello por lo que la propia Botín explicaba tras anunciar que Orcel ya no llegará a la Ciudad Financiera que “teníamos que sopesar el alto coste de contratar a un profesional […] con nuestra cultura corporativa, que implica compromiso y responsabilidad con nuestros empleados, clientes y accionistas”.
Precisamente esa cultura corporativa y el compromiso social el Santander fueron dos de los factores esgrimidos durante el consejo celebrado este martes antes de tomar la decisión. Y es que Ana Botín parece tener claro que, por encima de todo, deben estar los principios de la entidad financiera y su compromiso con todo lo que la rodea.
En breve habrá salidas
Los empleados son otro factor clave en esta decisión. Ana Botín es consciente de la situación que se vive en el sector. Tipos en mínimos, exigencias de capital más elevadas y una rentabilidad que cuesta conseguir. Por tanto, es sabedora de que el sector financiero debe ser prudente también en sus decisiones.
El Santander afrontará en los próximos meses la negociación con los sindicatos para poner en marcha un proceso de salidas fruto de la integración de la red comercial del Popular. No hay cifras, pero son cuantiosas y se sumarán a los 1.100 que abandonaron el año pasado la entidad en los servicios centrales.
Por lo tanto, toca ajustarse el cinturón y el consejo de administración cree que debe dar ejemplo. Traer a Orcel con semejante prima de fichaje resultaría no sólo inaceptable, sino que deslegitimaría a la dirección a la hora de negociar el ajuste que se avecina.
José Antonio Álvarez, el ancla
Orcel no vendrá, pero al frente del Santander se mantendrá José Antonio Álvarez. Un hombre que lleva 17 años en la entidad, y que tiene la cultura corporativa del banco totalmente asumida. Será él quien continúe como número dos del banco, y como vicepresidente –cargo que iba a asumir tras la llegada del italiano.
Álvarez se sitúa así como hombre fuerte de Ana Botín, en quien ya delegó su confianza a los pocos meses de llegar a la presidencia del banco tras el fallecimiento de su padre.
Será él quien tenga que seguir pilotando una nave que se conoce de memoria, y afrontar la elaboración del nuevo plan estratégico que necesariamente debe pasar por la digitalización. Ahondar, por tanto, en el concepto de ‘digilosofía’ que ha implantado la entidad y que ahora quiere acelerar.