A sus 59 años, María Dolores Dancausa es una banquera fuera de lo común. Sus comparecencias ante los medios suelen estar alejadas de la prudencia con la que sus compañeros de profesión se presentan ante los ‘plumillas’. Raro es que salgamos de allí sin un buen titular que llevarnos a la web. Su locuacidad, aunque medida, refleja una personalidad propia que va mucho más allá de lo que cualquier estrategia de comunicación puede controlar.
Lejos de arrugarse, Dancausa prefiere el cuerpo a cuerpo en el debate con los periodistas. No elude ningún tema, ni siquiera los más complicados para los banqueros: la reputación que tiene el sector. Lejos de ponerse a la defensiva, se muestra orgullosa de hacer lo que hace porque está convencida de que la banca “hace posible los sueños” de la gente.
Cada vez que es preguntada por los errores del sector, saca pecho. Reconoce que se han hecho cosas mal, pero no entiende que se pinte a los banqueros como si fueran “los avaros de Mary Poppins”, como destacaba en enero de 2017 en plena crisis por los desahucios y las hipotecas del sector. Está convencida de que la tarea del banquero, bien hecha, merece el reconocimiento de la ciudadanía.
Sin pelos en la lengua, y cuando todo el mundo evita pronunciarse sobre la situación del BBVA tras el escándalo de las presuntas escuchas de Villarejo, ella se ha lanzado. No para hablar de la investigación, aunque asume que puede tener un coste reputacional; pero sí para defender a un colega: a Francisco González, y a su gestión.
“Ha sido un banquero modélico”, ha dicho la consejera delegada de Bankinter sobre el ya expresidente del BBVA. Sin entrar en otras cuestiones, “que tienen un carácter político”, Dancausa cree que González “ha liderado la transformación digital y ha sido muy valiente”. Todo ello recordando que “todavía no ha sido condenado por nada”.
Una presunción de inocencia que también defendió cuando Jaime Botín fue sancionado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) por ocultar su participación en el accionariado de Bankinter. En total, 700.000 euros por no reconocer que ostentaba un 8% más de lo que había declarado en sus participaciones; y fue la más elevada hasta entonces de la historia del organismo. Acabó en los tribunales, con su inhabilitación y su perdón por el Ministerio de Economía.
En aquel entonces, se mostraba visiblemente enfadada porque se multara al que era su máximo accionista: “Es irónico que se inhabilite a una persona que ha trabajado para construir y desarrollar dos de las entidades más sólidas del sector, y que decenas de directores y presidentes de entidades financieras que han puesto en jaque el sistema sigan indemnes sin reparar el daño causado”, decía.
Podría decirse que Dancausa en aquel entonces defendía al jefe y accionista, pero no es así. Quienes la conocen explica que luce con orgullo la camiseta de banquera. No le duelen prendas por reconocer cuándo se hacen mal las cosas, pero también le molesta que por culpa de las cajas ahora se demonice a todo el sector bancario. Sobre todo porque había muy pocos dirigentes de Cajas de Ahorro con experiencia en gestión financiera.
Sus palabras podrán gustar más o menos. Se podrá estar más o menos de acuerdo con ellas, pero lo que está claro es que -en estos momentos- defender a la banca a capa y espada no es tarea sencilla. Otros lo hacen, pero no con la vehemencia de Dancausa. Quizá es Ana Botín quien más cerca está de esta forma de comunicar, con transparencia, cercanía y sin pelos en la lengua.
Aunque no se ha pronunciado sobre el escándalo, Botín sí se despidió afectuosamente de su gran rival tras su salida. “Buena suerte en esta nueva etapa, Paco. Dejas un gran legado y al BBVA en buenas manos”.