En San Valentín, en un cumpleaños, en un aniversario… Seguro que en algún momento de su vida ha enviado un ramo de flores a otra persona. Un regalo que aunque parece un convencionalismo social, “sirve para expresar sentimientos en un momento determinado”, explica Eduardo González, director general de Interflora.
Hablamos de una empresa cuyo trabajo es intermediar entre más de 1.500 floristas repartidos por España y los clientes. Es decir, el Uber de las flores, pero con una diferencia fundamental respecto al gigante de la movilidad americano: Interflora nació hace 111 años con la aparición del telégrafo. Su director general está convencido de que “es una compañía adelantada a su tiempo, y si hubiera nacido ahora, sería una startup exitosa como Uber o Amazon pero con flores”.
La clave de Interflora es la de permitir enviar flores entre dos puntos de forma remota. Por eso el telégrafo fue la clave de su nacimiento. Después, el teléfono se convirtió en la pieza clave de esta compañía que hoy está presente en 150 países y que se instalaba en España en 1951 con medio centenar de asociados. Ahora, con 1.500 floristas asociados, el 80% de la facturación proviene del negocio online.
Su director general explica que el “modelo se ha dado la vuelta en los últimos años, en 2001 por Internet llegaban 8.000 pedidos, ahora son cerca de 400.000”. Una cifra que da una idea del volumen que maneja este Uber de las flores que el año pasado facturó en España 18,5 millones de euros con un ticket medio de 50 euros anuales por persona.
Unas cifras que dan idea de lo que supone este mercado en nuestro país, pero que son pequeñas si se compara con los países nórdicos. “En Dinamarca, por ejemplo, Interflora gestiona 850.0000 pedidos en un país con seis millones de habitantes, haz el cálculo”, González.
Pero, ¿qué hay de la competencia a través de Internet como puede ser Amazon o Aquarelle? Es cierto que les hacen algo de sombra, pero están muy lejos de la cuota de mercado de Interflora. Para González eso se debe a dos factores: “la entrega en mano y la ausencia de caja”, relata. “Los zapatos van en caja, las flores deben entregarse en persona porque tienen un carácter afectivo, y eso se expresa con la entrega directa”.
La inmediatez, una obsesión
Esos mismos motivos son los que han hecho a que Interflora, pese a trabajar con Amazon Web Services, haya optado por no sumarse al marketplace del gigante de Internet. “Tuvimos conversaciones, pero no fructificaron. No tienen posibilidad de escribir una tarjeta ni permiten escoger la fecha y la hora de la entrega. Eso para nosotros es fundamental”, sentencia.
Para González la inmediatez que exige la gente se está convirtiendo en “una obsesión”. Aunque recuerda que ellos llevan “años haciéndolo” con los arreglos funerarios, por ejemplo. “En nuestra plataforma tienen prioridad, y en dos horas podemos estar ofreciendo el servicio en cualquier punto de España”.
Todo ello gracias a una red de floristas que se ocupan de preparar los pedidos. Pero, ¿están los floristas preparados para afrontar un futuro lleno de tecnología? Máxime en un momento en el que el comercio a pie de calle está pasando por uno de sus momentos más complejos por culpa del ecommerce y las grandes plataformas.
El director general de Interflora no se lo piensa: “sí”. Ahora, asume que el pequeño comercio “se reivindica como proximidad. Debe ofrecer un valor añadido y eso es la personalización. Conocer al cliente, darle lo que necesita”, explica.
¿Y cómo será la petición de flores en el futuro? Pues todavía es pronto para saberlo, pero González explica que en Interflora ya están trabajando para diseñar la nueva experiencia del usuario. “Estaremos en los asistentes de voz, las televisiones, al igual que ahora estamos en el teléfono móvil”, explica, pero reconoce que ya están haciendo sus pinitos para “trabajar en experiencias de Inteligencia Artificial”.
Eso sí, confía en que ese papel de la tecnología sea “limitado ya que el corazón del Hombre no va a cambiar”.