Donald Trump ha hundido el precio del petróleo, provocando que el barril de crudo sufriera la mayor caída de los últimos cuatro años. El Texas (referencia en Estados Unidos) caía cerca del 8%; mientras que el Brent (referencia en Europa) se dejaba un 7%. Unos descensos que, sin embargo, no se van a dejar notar a corto plazo en el precio de la gasolina.
¿Por qué no se nota esa bajada tan rápido como sí se deja sentir una subida? Es la pregunta que se hacen muchos conductores. Sin embargo, en contra de lo que pueda parecer se trata de una mera percepción, dado que el precio del petróleo llega al surtidor con dos meses de decalaje, aproximadamente.
Es decir, esta caída del 8% que vivió el crudo este jueves se producía sobre el componente que llegará al mercado en el mes de septiembre. Esto se debe a que los operadores petrolíferos compran futuros del combustible, ya que requieren de un gran proceso de tratamiento antes de llegar a colocarlo en el surtidor.
Las divisas
Antes de convertirse en gasolina, el crudo requiere de un proceso de transformación que tiene un coste: transporte, refino, distribución... Todo eso se traslada al precio del combustible. Por tanto, esa rebaja del precio en los mercados queda mitigada antes de llegar a la gasolinera.
Por si fuera poco, hay que tener en cuenta también que el crudo se compra en dólares y la venta se produce en euros. Por tanto, esa variación del cruce euro-dólar también influye en la composición final del combustible que repostamos en las gasolinas.
Hay un componente más que influye y que es un gran desconocido para el gran público. El coste de las emisiones de CO2 que las operadoras petrolíferas realizan a la atmósfera durante sus procesos de transformación y refino del crudo. Un coste que, según explican desde el sector, tendrá cada vez más influencia.
Por último, están los impuestos. Forman la mayor parte del componente del recibo, y es una parte fija que no se puede mover.
La composición del precio
Según la Asociación de Operadores Petrolíferos (AOP), la composición final del carburante se distribuye de la siguiente manera: el 33% del precio del litro lo compone el coste al por mayor; el 14% es la repercusión de los márgenes (lo que gana la petrolera) y la distribución; y el 53% en el caso de la gasolina (el 48% en el gasóleo) son los impuestos que recauda el Estado, que ascienden a unos 11.000 millones de euros anuales.
Parece, por tanto, que habrá que seguir esperando para que el precio de la gasolina baje, aunque sea un poquito, tras las últimas palabras de Trump.