El año 2019 marcará un antes y un después en la historia de Boeing. El fabricante de aviones estadounidense ha sufrido este año la crisis más profunda de su historia causada por los accidentes mortales sufridos por dos aeronaves de la familia 737 MAX, el avión que más pedidos tiene en cartera la compañía.
Además de tener como consecuencia la prohibición de vuelo para estos aviones, la crisis del 737 MAX ha provocado un verdadero seísmo dentro de Boeing. La compañía, que hace poco más de un año firmaba un año histórico gracias al gran comportamiento comercial que estaban teniendo sus modelos estrella, ha visto cómo su ADN ha sido puesto en duda por la industria y los medios.
Multitud de informaciones aparecidas en prensa estadounidense acusan a la empresa de haber puesto por encima los intereses comerciales de la seguridad en la puesta en marcha de sus productos. Las acusaciones van desde exempleados que denuncian malas prácticas hasta supuestos correos electrónicos que señalaban problemas en el 737 MAX antes de que se produjeran los accidentes.
Una sombra que también afecta a la Administración Federal de Aviación estadounidense (FAA), que ha visto cómo ha pasado de ser la entidad de referencia mundial en la certificación de aviones a que sus prácticas sean puestas en cuestión por especialistas y sus homólogos de otros territorios.
Desde Boeing niegan la mayor y no dudan en defender que la seguridad ha sido, es y será el eje transversal de su actividad. Tras meses de estrecha colaboración con las autoridades aeronáuticas para volver a certificar a la familia 737 MAX y clarificar la causa de los dos accidentes mortales, Boeing ha decidido tomar decisiones de calado en su alta dirección.
El fabricante estadounidense ha despedido al máximo ejecutivo de su división de aviones comerciales, Kevin McAllister. De esta forma, este directivo se convierte en el primer ejecutivo de alto rango al que la crisis del 737 MAX le cuesta el cargo.
Para su sustitución Boeing ha elegido a un veterano ejecutivo de la casa, Stan Deal. McAllister contaba con una gran posición de debilidad. Además de los problemas con el 737 MAX, el programa 777X, pensado para el largo radio, también se ha convertido en un dolor de cabeza debido a los retrasos que acumula.
Pero, al margen de estas cuestiones, McAllister ha resultado ser el eslabón más débil en la cadena. Desde el sector señalan que su falta de pedigrí en una compañía tan tradicional como Boeing ha facilitado la decisión. Un argumento que se reafirma con la decisión de colocar a un veterano de la empresa como su sustituto.
Deal se unió a Boeing en 1986 y en 2017 fue elegido para liderar la nueva unidad de Servicios Globales de la compañía. Una división en la que la compañía tiene puesta muchas expectativas y que actualmente vende servicios de análisis y de otra índole con la que la empresa busca ensanchar sus vías de negocio. Ahora le toca el gran reto de devolver la división más importante de Boeing a la situación anterior a la crisis.
Separación entre CEO y presidente
La destitución del máximo dirigente de la división de aviones comerciales no ha sido la única decisión de peso adoptada por Boeing. La junta directiva de la empresa ha decidido separar las funciones de presidente y CEO. Tras el cambio, Dennis A. Muilenburg, que aunaba ambos cargos, continúa como CEO. Por su parte, David L. Calhoun, actual director principal independiente, será el nuevo presidente no ejecutivo de la empresa.
La división de las funciones de presidente y CEO persigue que Muilenburg "se enfoque 100% en el día a día de la compañía mientras trabaja para devolver el 737 MAX de manera segura al servicio, garantizar el pleno apoyo a los clientes de Boeing en todo el mundo e implementar cambios para agudizar el enfoque de Boeing en la seguridad".
Calhoun ha declarado que "la junta tiene plena confianza en Dennis como CEO y cree que esta nueva división del trabajo permitirá un enfoque pleno en la gestión del negocio con la junta desempeñando un papel de supervisión activa. La junta también planea en el corto plazo nombrar un nuevo director con profunda experiencia y experiencia en seguridad para su recién creado comité de seguridad aeroespacial".
"Estoy totalmente de acuerdo con la acción de la junta. Nuestro equipo completo está enfocado en devolver el 737 MAX de manera segura al servicio y cumplir con la amplitud de los compromisos de nuestra compañía", declaró Muilenburg por su parte.
Con estas decisiones, Boeing afronta una nueva etapa llena de retos. Al margen de que el 737 MAX vuelva a volar lo antes posible, la compañía debe recuperar la confianza de clientes y usuarios. Una ardua tarea en la que los próximos meses serán clave ya que Boeing se juega miles de millones y su continuidad intrínseca como empresa.