El negocio de las autoescuelas ha vivido durante la última década tiempos muy convulsos. En 2008, antes de que arrancara la crisis financiera, en España 800.000 personas se presentaban al carnet de conducir. Diez años después está cifra ha caído hasta los 400.000.
Los motivos de este descenso se reparten por partes igual entre la gran pérdida de poder adquisitivo de los jóvenes, que han sido el colectivo que ha tenido tasas de paro más altas en este tiempo, y la transformación que está sufriendo el rol del coche en la sociedad. Sobre todo en las grandes ciudades los ciudadanos que estrenan la mayoría de edad no tienen entre sus prioridades sacarse el carnet de conducir.
A esta caída del mercado hay que añadir otro gran cambio que ha afectado al negocio tradicional de la formación vial. La reducción del mercado ha coincidido con el impulso de nuevas opciones digitales para sacar la parte teórica de los distintos carnets de conducir. Una nueva opción que, durante los últimos cuatro años, ha conseguido hacerse con el 10% del mercado.
Como en otras industrias, la irrupción de opciones digitales ha provocado el rechazo de las empresas del sector que han optado por mantenerse en el negocio tradicional. Desde los representantes de las autoescuelas físicas se defiende que, en materia de formación vial, el factor presencial es clave para la concienciación ciudadana.
Esta teoría mantiene que la formación online no consigue que los futuros conductores tengan el mismo nivel de sensibilidad con la peligrosidad de algunas situaciones al volante. Un argumento que no cuenta con mucho sustento teórico pero que ha conseguido calar en los despachos tanto de la Dirección General de Tráfico (DGT) como del Ministerio del Interior.
Tanto es así que la DGT ha impulsado un Real Decreto que plantea introducir importantes cambios a la hora de obtener el carnet de conducir. Uno de ellos es la obligatoriedad para los alumnos de recibir ocho horas de formación presencial en las autoescuelas. Una decisión que pondría en riesgo el modelo de negocio de las autoescuelas digitales y que, además, encarecería el coste de conseguir la licencia.
Desde la Plataforma de Autoescuelas Digitales, integrada por las principales compañías de este gremio como Dribo, Miteórico, Obikar, y Autoescuela Súper Express entre otras, señalan que imponer una serie de horas presenciales podría suponer un aumento del coste del carnet de conducir de hasta 450 euros.
Una reclamación que ha conseguido el apoyo de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). El organismo se ha mostrado públicamente en contra de prohibir nuevos modelos de negocio basados en la digitalización, admitiendo que ésta está "transformando las relaciones entre las personas y las empresas" por lo que cree que "las iniciativas empeñadas en frenar estas nuevas formas de negocio están orientadas solo a ganar algo de tiempo”.
Concienciación no presencial
La falta de Gobierno ha provocado que el Real Decreto no se haya podido aprobar lo que está permitiendo que desde el las autoescuelas digitales se intente convencer a la DGT de que las opciones teóricas puramente online pueden cumplir la formación de la misma forma que las presenciales.
En concreto, este colectivo trata de que se ponga en marcha una experiencia piloto para demostrar que con la formación digital también se pueden conseguir los objetivos de concienciación y sensibilización que persiguen los responsables de tráfico. El objetivo de esta iniciativa es que desde la DGT cuenten con una experiencia y, tras evaluarla, tomen una decisión firme o modifiquen el Real Decreto.
Los representantes de las autoescuelas digitales confían en ser capaces de convencer al supervisor viario para que realice esta experiencia piloto antes de la toma de posesión del nuevo Gobierno. Pese al apoyo de la CNMC, saben que en estas semanas se juegan la posibilidad de parar un proceso que, una vez se ponga en marcha el Real Decreto, tal y como está redactado actualmente, impactaría de forma muy negativa a su negocio.
Aversión al cambio
En cambio, desde los colectivos que representan a las autoescuelas tradicionales se pretende pisar el acelerador para que el nuevo Ejecutivo formalice cuanto antes la nueva regulación. Una decisión que blindaría sus maltrechos negocios durante un tiempo que, precisamente, aprovecharían para realizar una transición digital que el sector tiene pendiente.
Y es que el negocio de la formación viaria tal y como lo conocemos, va a cambiar irremediablemente en los próximos años. El modelo actual obliga a las autoescuelas tradicionales a contar con una serie de gastos fijos que deben repercutir luego en sus tarifas. El más importante de ellos sería el coste de los espacios físicos de las propias autoescuelas. Un importe que, sobre todo en las grandes ciudades, es uno de los más importantes en su tabla de costes.
En lo que tiene que ver con las zonas rurales, la obligatoriedad de que la formación fuera presencial tendría un impacto en precio y tiempo muy importante para los estudiantes. Cada vez menos poblaciones rurales cuentan con autoescuelas lo que provoca que los usuarios que están en proceso de sacarse el carnet de conducir deban desplazarse a otras poblaciones. Algo que, además, en muchas ocasiones provoca que un tercero sea el encargado de llevarles a esta actividad ante la falta de transporte público en estos territorios.
Así las cosas, una vez más la transformación digital está provocando una lucha entre los viejos y los nuevos modelos en la que se pretende retrasar lo inevitable inmiscuyendo a los entes públicos para que protejan a una de las partes. De fondo, una sociedad que cada vez entiende menos necesaria esta formación, ve cómo, por culpa de este enfrentamiento sus opciones se pueden reducir y encarecer. La DGT tiene la bola en su tejado. De su decisión dependerá el futuro de una de las formaciones más extensas entre la población española.