Tras casi dos años desde el comienzo de la guerra comercial en marzo de 2018, el pasado 15 de enero finalmente se firmó el acuerdo de la “Fase 1” entre Estados Unidos y China.
Un acuerdo cerrado el pasado mes de octubre que cubre prácticamente un 60% del pacto comercial entre las dos mayores economías del mundo, después de que Pekín aceptase incrementar sus compras a productos norteamericanos por un valor de 200.000 millones en los próximos 2 años, junto con un pacto relacionado con la propiedad intelectual.
La volatilidad de los mercados, medida gracias al índice VIX, se encuentra ahora en niveles especialmente bajos, en torno a los 12 puntos.
Durante estos meses hemos visto diferentes gestos por parte de ambas potencias que indicaban que el acuerdo iba a llegar a buen puerto, como la cancelación de la entrada en vigor de los nuevos aranceles el pasado 15 de diciembre por parte de Estados Unidos y la salida este mes de enero de China de la lista de países que manipulan su divisa.
El gigante asiático fue incluido en dicha lista el pasado mes de agosto de 2019 después de que el gobierno de Pekín dejase caer al Yuan a mínimos de 2008 frente al dólar, tras la apreciación de este en los últimos meses.
La guerra no ha terminado
Aunque parece que en el corto plazo la firma de este acuerdo podría relajar las tensiones comerciales entre estas dos potencias, tal y como indicó recientemente la expresidenta de la FED Janet Yellen, la guerra comercial aún podría estar lejos de terminar.
El acuerdo alcanzado hasta ahora no es total debido a que todavía queda por delante la negociación de la segunda fase, donde entrarán en juego diferentes problemáticas relacionadas con la tecnología. Por otro lado, también queda pendiente la retirada progresiva de los aranceles ya vigentes, los cuales tienen un valor de 360.000 millones de dólares y se irán retirando en función del cumplimiento de los acuerdos ya firmados y de la evolución de las negociaciones de la conocida fase 2.
En realidad, esta guerra comercial transciende el marco económico al marco geopolítico. Es consecuencia del cambio en la política exterior de Estados Unidos desde Europa hacia Asia-Pacífico, que comenzó con la Administración Obama.
El objetivo de esa nueva política era seguir controlando el comercio mundial por el surgimiento de nuevas potencias como China e India en plenas disputas en el mar de la china meridional por el control de las rutas marítimas y de los recursos naturales, ya que se cree que es una zona rica en gas y en petróleo.
Un control que solo puede ejercerse a través de imposición de aranceles o de sanciones económicas (como en el caso de Irán).
En principio, el acuerdo parece bastante beneficioso para los intereses de Washington, ya que, como han indicado diversos asesores de la Casa Blanca, mejorará el PIB norteamericano en un 0.5% y tendremos que ver si China está dispuesta a cumplir con lo acordado para la progresiva retirada de los aranceles.
En un corto plazo, es posible que China acepte los términos acordados, aunque para ello, deberá emitir exenciones y realizar diversos ajustes para cumplir con los compromisos alcanzados de compras de productos americanos.
En el medio y largo plazo es posible que no pueda asumirlos si quiere seguir creciendo al ritmo de años anteriores y seguir peleando por la hegemonía a nivel internacional. Como dijo Napoleón Bonaparte: “Dejad que China duerma, porque cuando despierte, el mundo temblará”.
Europa entra en escena
Una vez aparcado temporalmente el frente asiático, la administración presidida por Donald Trump ha puesto el ojo en el viejo continente, donde el pasado 18 de octubre entraron en vigor aranceles por un valor de 7.500 millones de dólares, por las ayudas recibidas por Airbus de parte de la UE que afectaron al sector aéreo, agrícola en industrial, siendo España bastante perjudicada por estas medidas.
Además, recientemente hemos conocido que Donald Trump, podría haber amenazado de nuevo a Europa con la imposición de nuevos aranceles al sector automovilístico del 25%, provocando caídas generalizadas en este sector, debido a la posición europea en relación al acuerdo nuclear con Irán.
Situación España
Si nos centramos en el Ibex, el pasado año 2019 subió un 11.82% frente al 25% y 28% de las subidas en Francia y Alemania, por lo que un año más, hemos seguido a la cola de las principales plazas europeas.
Tras comenzar el año cerrando por encima de los 9700, en las últimas jornadas el selectivo ha retrocedido hasta caer de nuevo al nivel de los 9500 puntos, hasta el importante nivel de soporte en los 9490 puntos. Es importante mantener este nivel si no queremos incrementar los descensos hasta los 9400 enteros. Recuperar y mantener los 9600 sería clave para intentar retomar el pulso alcista.
El mercado español sufre más que el resto de Europa debido a que soporta una mayor dosis de incertidumbre política y con la formación del nuevo gobierno. Varios sectores pueden verse afectados en función de las políticas que puedan implementar, tanto en materia fiscal como en cambios regulatorios, siendo los sectores más sensibles el bancario, el eléctrico y el inmobiliario.
** Roberto Rojas es analista de Admiral Markets España