Salvar a empresas, familias y reputación: la banca se conjura contra el coronavirus
Al sector no le queda otra que arrimar el hombro para contribuir a la recuperación sin que su reputación sufra como tras la crisis de 2008.
30 marzo, 2020 03:18Noticias relacionadas
Lo dijo el viernes José Ignacio Goirigolzarri durante la junta de accionistas de Bankia y le respalda todo el sector. “A diferencia de 2008, los bancos no somos ahora el problema de la crisis, sino parte de la solución”. Sus palabras reflejan el enorme esfuerzo de un sector que ha llegado a la crisis sanitaria muy mermado por obstáculos como el entorno de tipos de interés negativos que tanto daño ha hecho a sus balances.
Ahora, todo eso ha quedado en un segundo plano (al menos hasta que pase la crisis) y la banca en bloque ha entonado el ‘todos a una’ para, en un movimiento sin precedentes, poner toda su capacidad al servicio del Estado y de los clientes.
Para empezar, las entidades han confirmado su firme compromiso con el empleo. “Debemos acabar con la tentación de eliminar puestos de trabajo”, indicaba María Dolores Dancausa en la última juntade Bankinter. Otras entidades como Banco Santander se han comprometido a no acometer ni despidos ni ERTE durante la crisis.
Líneas de financiación
El objetivo de las líneas de financiación abiertas por las entidades van encaminadas, precisamente, a ayudar a pymes y autónomos para que la avalancha de cierres no impliquen, a futuro, la generación de nuevos parados en el sistema.
Es cierto que el sector cuenta con el aval del Gobierno para estos préstamos que, además, no tendrán que reflejar en provisiones en caso de impago. Pero, a cambio, la banca será muy flexible con los intereses de estos créditos que, por cierto, comenzó a brindar antes de pactar con el Gobierno la fórmula de los avales.
En concreto, Santander, CaixaBank y BBVA pusieron en marcha préstamos por valor de 70.000 millones de euros, de los que parte no contarán con el aval público al tratarse de operaciones cerradas antes del plazo establecido (18 de marzo).
Además de la financiación flexible, todo el sector ha tomado otra serie de medidas para que la propia reducción de su actividad no afecte a otras empresas como sus proveedores, adelantando los pagos con plazos máximos de 15 días. En el caso de Bankinter, por ejemplo, esta cifra suele rondar los 20 días.
Hipotecas y comisiones
El sector también ha adelantado el pago de las pensiones a los jubilados y ha ido dos pasos por delante del Gobierno con las familias hipotecadas. Además de aceptar la moratoria establecida, algunas entidades como CaixaBank han decidido extender los plazos hasta septiembre.
Bankia aplicará la moratoria a todos sus clientes afectados, aunque no cumplan con los requisitos del real decreto, mientras que Bankinter permitirá la carencia en el pago del capital, prorrogando la medida hasta 12 meses.
Las entidades asociadas a la CECA y algunos bancos han acordado no cobrar comisiones en cajeros durante el estado de alarma. La mayoría, además, mantendrá las condiciones de productos y costes a los clientes que dejen de cumplir los requisitos requeridos para ello. Por ejemplo, Bankinter mantendrá la remuneración de su cuenta nómina a los clientes que vean reducidos sus ingresos por debajo del umbral mínimo de 1.000 euros.
Poner fin al riesgo reputacional
Todas estas medidas reflejan el firme compromiso de la banca en la lucha contra la pandemia. Pero la moneda tiene otra cara que no se escapa al análisis de las entidades: esta crisis puede ser la mejor oportunidad para terminar, de una vez por todas, con la crisis reputacional que tanto afecta al negocio del sector por las malas prácticas del pasado.
Sobre todo por las constantes provisiones para hacer frente a litigios que los reguladores ya sitúan entre los grandes riesgos de la industria, al nivel de los tipos de interés en mínimos históricos.
Es un hecho. Los analistas consultados coinciden en que, sin menospreciar en ningún momento el titánico esfuerzo para situar las ayudas contra la crisis por encima de la rentabilidad, el sector también mantiene una lucha interna por demostrar a los clientes quién da más en este escenario.
Es lo que ocurrió con el acuerdo que la industria había alcanzado, adelantándose de nuevo al Gobierno, para suspender el pago de los alquileres de las viviendas sociales en cartera. CaixaBank se adelantó al resto de las financieras comunicando una decisión que horas más tarde hizo pública la AEB. Aunque CaixaBank no pertenece a la patronal, en el sector sentó 'regular' su decisión de tomar la delantera.
Medidas acordadas
Dentro de estas medidas enfocadas a la mejora de la reputación están, sin duda, la decisión de algunas entidades de recortar drásticamente el salario de los directivos para el nuevo ejercicio. Por ejemplo, Santander recortará un 50% la retribución (fija y variable) de la presidenta de la entidad, Ana Botín, y de su consejero delegado, José Antonio Álvarez. El resto de consejeros verán reducido su salario un 20%.
Del mismo modo, el consejero delegado de CaixaBank, Gonzalo Gortázar, ha renunciado a su bonus de este año. Los recortes también han llegado ya a los accionistas, con dividendos congelados en la entidad de origen catalán, pero también en Santander y en Bankia hasta nuevo aviso. Y, por orden del BCE, hasta octubre para el conjunto del sector.
Los anuncios de donaciones también se han repetido en los últimas jornadas. Entre ellas, las de 25 millones de euros de BBVA para Sanidad con equipamiento médico, respiradores y mascarillas y los cuatro millones del Santander a la Comunidad de Madrid para 2.000 camas en el hospital de campaña de Ifema y respiradores para las UCI, además de otro millón de mascarillas. La entidad cántabra también creará un fondo de 25 millones de euros para frenar la pandemia, también con aportaciones de los empleados.
En este escenario, supervisores y reguladores también son conscientes del esfuerzo del sector. Y saben que sin ayuda, la banca tendrá muy complicado sobrevivir sin grandes traumas al frenazo económico que se avecina. Por eso, también han cedido con medidas como el retraso en la aplicación de Basilea III o la posible flexibilización de la normativa contable IFRS 9, por no hablar de la barra libre lanzada por los bancos centrales.