El miedo a los rebrotes y el último golpe al turismo con la cuarentena británica puede tener consecuencias directas sobre el la banca. Entre otras, un incremento de la morosidad hasta ahora no tenido en cuenta ante el riesgo de mayores pérdidas de ingresos en un sector al que las entidades han incrementado su exposición crediticia notablemente durante la pandemia.
Es cierto que buena parte de esa subida del crédito al sector turismo ha llegado de la mano de los avales del ICO, mediante los que el Estado asume buena parte del riesgo de la operación. Sin embargo, los bancos siguen estando expuestos a este tipo de compañías, y mucho más a una caída económica que puede agravarse si las cuarentenas a los viajeros o los 'vetos' de las aerolíneas se extienden a otros países.
“No esperábamos que el sector se recuperase de la noche a la mañana, pero esto ha sido otro duro golpe que sin duda hay que tener en cuenta a la hora de medir el impacto que puede tener en las empresas turísticas y de ocio y, por lo tanto, en los créditos que ya se les han concedido”, explican desde una entidad financiera nacional.
No se trata solo de posibles cierres o parones de actividad. Se trata de empleados que siguen viendo amenazados sus puestos de trabajo y que, tal vez, ya hayan tenido que solicitar una moratoria hipotecaria o al consumo, cuyo plazo se ha extendido hasta finales de septiembre con una duración máxima de tres meses. Es decir, llegado diciembre, las facturas volverán a ciudadanos que, si además son empresarios, posiblemente se hayan endeudado más con los préstamos avalados por el ICO.
Preocupa especialmente la subida del desempleo que puede provocar nuevas solicitudes de moratorias que, aunque ahora han parado el primer golpe del pico, pueden convertirse en un problema más adelante. Y ya se han concedido más de un 1,1 millones de solicitudes entre hipotecas y créditos al consumo, con un saldo vivo pendiente de amortización de 41.160 millones de euros según datos del Banco de España.
Estas moratorias, junto a los avales del ICO y a la flexibilidad regulatoria, han contribuido a que el sector despidiese mayo, ya en plena pandemia, con una morosidad del 4,73%, por debajo del 4,74% de un mes antes. A la espera de las presentaciones del resto de bancos esta semana, Bankinter ya detalló el jueves que también ha logrado mantener a raya la mora hasta situarla en el 2,5% a cierre de junio, frente al 2,71% de hace un año o al 2,58% del pasado trimestre.
Sin embargo, si la situación económica se agrava, y la recuperación del turismo tiene mucho que decir aquí, el giro será de 180 grados. Sobre todo porque las medidas del Gobierno se acabarán y, según cálculos de la EBA, el crédito a empresas del turismo alcanzaba en diciembre el 12% de la cartera corporativa (y el 3,6% sobre el crédito total), pero los porcentajes se habrán disparado durante estos meses de crisis.
Adiós al motor económico
Los datos de la EBA no son exactos al no tener en cuenta todos los sectores, pero sí sirven para hacerse una idea de la importancia de una industria que antes de la pandemia suponía un 12,5% del PIB nacional de forma directa, con récord tras récord anual de entrada de turistas internacionales. Exceltur calcula que, si no se levantan las recientes restricciones, 8.700 millones de euros estarán en juego entre agosto y septiembre.
La agencia de rating S&P ha sido la última en lanzar la voz de alarma sobre el deterioro de las perspectivas económicas en la banca, así como de una mayor presión si la recesión se alarga más de lo previsto a causa de un nuevo rebrote del Covid o errores en la gestión política del mismo. Y lanza un aviso a navegantes: el 62% de los ratings crediticios concedidos a entidades españolas ya tiene perspectiva negativa. Es decir, la puerta abierta a rebajas de rating y todo lo que ello conlleva.
En la nota, los analistas de S&P destacan que desde la economía española no recuperará hasta 2022 su velocidad previa a la pandemia y un cualquier retraso en la recuperación puede generar deterioros en la calidad de los activos de la banca.
“Especialmente vulnerables son el crédito al consumo y el crédito a las pymes, ya que, a diferencia de lo ocurrido hace 10 años, no hay signos de desequilibrios en el mercado inmobiliario y los bancos tienen sobradamente provisionados los activos heredados de dicha crisis”, explican.
Lo peor, en los próximos meses
“Si la perspectiva económica de nuestro país empeora sustancialmente, el riesgo real de un aumento importante de la morosidad está presente”, coinciden los analistas de Investing.com, señalando a mayores provisiones en el caso de BBVA y Santander para hacer frente a esta posibilidad.
Frente al escudo inicial con las medidas del Gobierno y la flexibilidad regulatoria para no meter los impagos de la crisis en el cajón de los morosos, los expertos advierten de que “será en los próximos meses cuando llegue el impacto más duro en términos de morosidad y deterioro de los balances, ya que el sector, además de tener que lidiar con tipos de interés muy bajos, tiene que hacer frente al parón de la economía que ha hecho caer más los ingresos y elevar las provisiones y en ese contexto es donde empezamos poco a poco a encontrarnos”.
José Masip, socio de servicios financieros y real estate de Axis Corporate, también prevé que la morosidad se multiplique este 2020 para acabaren un rango de entre el 11% y el 15%. Aunque el Banco de España considera que las entidades pueden hacer frente a este escenario con su colchón actual, “cualquier susto en términos de nuevas restricciones puede afectar a empresas a las que están expuestos y agravar la situación”, explican los expertos.
La mayor morosidad esperada también impondrá, según los expertos de Axesor Rating, nuevas provisiones “que incidirán tanto en la cuenta de resultados como en su solvencia”. En un reciente informe, la firma no descarta pérdidas que mermarán el capital en algunas entidades.
Los analistas de Axesor muestran en el informe su “preocupación” por el importante repunte del número de refinanciaciones por parte de la banca a la vuelta de verano, que podría coincidir con un fuerte incremento de los concursos de acreedores a final de año.