Nació con el objetivo de desligarse por completo del sector de las cajas de ahorro que conformaron la propia entidad. Casi una década después de su creación, la marca Bankia desaparecerá tras la absorción de la entidad por parte de CaixaBank, en una fusión que quiere dejar atrás las nubes negras que aún rodean a un nombre marcado por su herencia judicial.
A estas alturas de la historia, nadie pone en duda la buena gestión de José Ignacio Goirigolzarri al frente de la entidad. Sin embargo, deshacerse de la marca ha sido condición no escrita en una operación que creará el mayor Banco de España por activos.
Se pone fin así a un nombre que, por mucho que pese a sus directivos, fue en su momento fiel reflejo de la crisis en España. Aquella España de la burbuja inmobiliaria y los problemas de las cajas de ahorro, abocadas a su desaparición entre fusiones, capitalizaciones, malas prácticas y problemas de gobernanza por parte de los políticos que dirigían estas entidades.
Con la creación en 2010 de los llamados SIP (Sistema Institucional de Protección), Bankia daba sus primeros pasos con la unión de Caja Madrid, Bancaja, La Caja de Canarias y las cajas Laietana, #vila, Segovia y Rioja. 'Canela fina' de ladrillo español y con Rodrigo Rato (de nuevo alguien próximo a la política) para conducir un nuevo ‘milagro económico’ en España.
No sería hasta el 20 de julio de 2011 cuando la entidad debutó en bolsa a 3,75 euros por acción. Hoy, sus títulos cotizan a 1,43 euros (teniendo en cuenta ampliaciones de capital y los dos contrasplits llevados a cabo por el valor en su historia bursátil). Con aquella operación, la entidad logró captar más de 3.000 millones de euros en medio de una alud publicitaria y fuerte presión para ‘colocar’ acciones de la entidad.
Llamada a los 'bankeros'
Los anuncios en televisión, radio, prensa escrita e incluso paradas de autobús se multiplicaron, haciendo un llamamiento a los ciudadanos para animarles a convertirse en ‘bankeros’ (y, por tanto, en inversores).
También son para el recuerdo las imágenes de Olivas y Rato, junto a otros directivos, brindando y levantando el pulgar en el debut de Bankia en bolsa. Cualquier esfuerzo era poco. Al fin y al cabo, del éxito de la operación, dependía, y mucho, la salida de la crisis en España.
Pero la alegría bursátil apenas duró un año. En mayo de 2012, Rodrigo Rato salía de la entidad que, poco después y bajo la batuta de Goirigolzarri (y con los llamados ‘decretos Guindos’ de saneamiento para el sector de por medio), recibía su primer paquete de ayudas públicas. Al final, llegaron a superar los 24.000 millones de euros (incluyendo las ayudas a BMN, entidad que Bankia fusionó en 2018).
Aquel fatídico mayo de 2012, la entidad también se vio obligada a reformular sus cuentas admitiendo pérdidas de 2.979 millones en 2011. El proceso de recapitalización de la entidad implicó su salida del Ibex 35 a finales de ese año, para regresar al principal selectivo español en diciembre de 2013.
El nuevo equipo directivo con Goirigolzarri al frente puso todo su empeño en marcar distancias con la herencia recibida, limitando sueldos y con un lema que dejaba claras sus intenciones de cambio: “Empecemos por los principios”.
Desde entonces, Bankia se convirtió pronto en la marca del ‘cero comisiones’ para los clientes más fieles, y del 'Seguimos trabajando' con un fuerte componente emocional con el que quiso transmitir que “si somos los mejores, podremos devolver a los contribuyentes las ayudas recibidas”.
El problema es que en medio de esos lemas, la entidad no ha podido evitar el lastre de las sombras más oscuras del pasado y de su antigua cúpula, con casos como las preferentes, las ‘tarjetas black’ de la época de Miguel Blesa, o, más recientemente, el juicio por su salida a bolsa, cuya sentencia es inminente.
Desde su creación y hasta ahora, ha pasado casi una década, en la que el entorno se ha vuelto cada vez más hostil para un sector bancario que todavía debe luchar contra el peso de las políticas monetarias ultraexpansivas.
La caída de la rentabilidad ha sido clave para apostar por una fusión que desde hace tiempo el Banco Central Europeo (BCE) viene alimentando, al menos públicamente. Y esa fusión supondrá el adiós de la 'marca Bankia', el gran símbolo de la crisis financiera en España y, por qué no decirlo, también de su posterior recuperación.