No sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta. En plena polémica por el toque de queda y el debate ante las nuevas limitaciones en la hostelería, la maquinaria de emprendedores se ha puesto en marcha y ha dado a luz a un nuevo mercado del delivery. A través del móvil y a golpe de click, ya es posible pedir alcohol a domicilio. Esta es la esencia de FastWine, la app que reniega de ser el nuevo “telebotellón”.
En una entrevista a Invertia, el consejero senior de la compañía, José Luis Becerra y Olmedo, explica que la idea surge en la antigua normalidad. Con más de 30 años de trayectoria en la industria del vino y con bodega propia a sus espaldas, lanzaron un nuevo concepto de distribución a la hostelería. La idea se centraba en el reparto premium inmediato, un servicio que se hacía mediante pedidos al momento.
Entra en acción Javier Becerra, el veinteañero fundador y propulsor de la idea. Es él el que ve la oportunidad de trasladar el reparto al uso particular ampliando también el público potencial. Con la bombilla encendida, la pandemia y el estado de alarma llega a España y, en lugar de dejar la idea en el tintero, se impulsa con recursos económicos.
“Mezclamos su frescura y su juventud con nuestra experiencia con la venta de vino a nivel nacional e internacional”, explica José Luis sobre la idea que está en funcionamiento en Sevilla como prueba piloto. El plan es expandir la actividad a Marbella (Málaga), Madrid y Barcelona e ir más allá si las previsiones continúan según lo previsto.
El objetivo pasa también por no ser un “telebotellón”. “Tenemos unas normas muy restringidas para servir nuestros pedidos”, zanjan ambos poniendo como ejemplo la presentación obligatoria del DNI para entregar el pedido o que la dirección sea un domicilio privado. “Queremos formar al futuro consumidor”, reivindican.
Cómo funciona
El funcionamiento es sencillo. Al igual que otras aplicaciones de delivery, el usuario realiza el pedido y añade a la cesta lo que desea. Desde un amplio catálogo de vinos pasando por bebidas alcohólicas, refrescos, vasos, hielos e incluso snacks. El cliente elige también cómo abonar el pedido: mediante tarjeta de crédito, bizum o efectivo al propio repartidor que va en moto eléctrica.
FastWine se asegura además de que el pedido llega en 30 minutos y en la temperatura ideal de consumo. Respecto al horario, antes de las nuevas medidas sanitarias, la empresa llegaba a aceptar pedidos a las 01:30 horas de viernes y sábados, nunca más tarde de las 02:00 horas. Ahora, con la limitación en la ciudad de Sevilla, el último pedido se recibe a las 21:30 horas.
Pese a la suculenta tentación para la juventud, los fundadores aclaran que las ventas de licores solo ascienden al 5% y “no queremos más”. Inciden en que el negocio está enfocado a un público senior mientras lanzan campañas de concienciación entre los jóvenes para educarlos en el uso responsable del alcohol.
Expansión
Con sede en Madrid, FastWine no tiene ni un mes de vida y ya tiene en sus planes expandirse por todo el territorio español. Prevé estar presente en todas las capitales en un periodo de dos a tres años así como en los municipios de 100.000 habitantes. De cara al verano, el equipo desea también tener puntos temporales en zonas costeras.
Esta ambiciosa proyección se debe a la juventud de su equipo y a su apuesta en redes sociales, trabajo al que se dedican en exclusividad cinco personas del equipo. Superando la docena de trabajadores directos e indirectos, FastWine quiere ahora implantarse entre la sociedad como un nuevo concepto de distribución y dejando a un lado el temido fantasma del “telebotellón”.