A la hora de analizar el impacto de la popularización del coche eléctrico, muchas veces se comete el error de dar más importancia a los vehículos que a la infraestructura. Además, cuando se hablar de este último elemento se pone mucho hincapié en el número de cargadores y su tipología. Pero, ¿de dónde vendrá esa energía? ¿Cómo será?
El principal problema al que se enfrentan gobiernos y las empresas a la hora de popularizar el coche eléctrico es la escalabilidad. Hay que preparar las factorías para hacer volúmenes de coches como los que hoy representan los coches de combustión. Para que esto pase, primero tiene que estar lista toda la red. El último en lanzar un mensaje en esta dirección fue Carsten Isensee, presidente de Seat.
El mandatario se mostró preparado para que su compañía produzca coches eléctricos a escala en 2025, pero explicó que para que eso suceda tienen que pasar muchas cosas antes. Un llamamiento a gobernantes y a otras empresas involcuradas en el mix de la movilidad eléctrica, que deben dar importantes pasos en los próximos cinco años.
Ante toda esta situación, desde el sector se apunta a un elemento como principal reto: la capacidad que tendrán los territorios de generar la energía necesaria para que toda esa nueva flota eléctrica tenga acceso a la capacidad de carga que necesitará a diario.
El último informe de McKinsey pone algo de luz sobre esta cuestión. Utilizando la información de Alemania como ejemplo, el estudio de la consultora estratégica señala que no parece probable que el crecimiento de los vehículos eléctricos provoque grandes aumentos en la demanda de energía hasta 2030.
El cambio, potencialmente agregaría alrededor del 1% al total de energía consumida y requeriría aproximadamente cinco gigavatios (GW) adicionales de capacidad de generación. Esa cantidad podría crecer hasta aproximadamente el 4% para 2050, lo que requeriría una capacidad adicional de aproximadamente 20 GW.
Cambio en la curva de demanda
El informe de McKinsey señala que, si bien es poco probable que la aceptación de las ventas de vehículos eléctricos cause un aumento significativo en la demanda total de energía, es probable que modifique la curva de carga eléctrica. El efecto más pronunciado será un aumento de los picos de demanda nocturnos.
Sin embargo, a nivel de sistema, el estudio de la consultora señala que este efecto representará un porcentaje relativamente pequeño. Una vez más, tomando Alemania como ejemplo, el informe de la consultora pronostica un aumento en la carga máxima de aproximadamente el 1% para 2030 y del 5% para 2050. Unos aumentos que el sistema probablemente pueda absorber.
Sin embargo, la curva de carga cambiante conducirá a desafíos a nivel local porque la propagación regional de los vehículos eléctricos probablemente variará, en algunos casos, significativamente. El pronóstico del análisis de McKinsey de la penetración de coches eléctricos muestra que las áreas suburbanas probablemente se convertirán en puntos calientes de adopción temprana de este tipo de vehículos.
Estos puntos calientes residenciales y otros puntos de concentración de carga, como las estaciones públicas de carga rápida y los depósitos de vehículos comerciales, registrarán aumentos significativos en las cargas máximas locales. Para un circuito alimentador residencial típico de 150 hogares con una penetración local de coches eléctricos del 25%, el análisis indica que la carga máxima local aumentaría en aproximadamente un 30%.
Posibles soluciones
McKinsey identifica varias formas de abordar esta situación. En este sentido señala que las tarifas de electricidad por tiempo de uso pueden incentivar a los propietarios de vehículos eléctricos a cargar después de la medianoche en lugar de a primera hora de la tarde. El análisis muestra que esto podría reducir a la mitad el aumento de la carga máxima.
Alternativamente, las compañías eléctricas podrán implementar más soluciones locales. Una posibilidad que señala el estudio sería la ubicación conjunta de una unidad de almacenamiento de energía con el transformador que cargue la unidad en momentos de baja demanda. La unidad de almacenamiento se descarga en momentos de máxima demanda, reduciendo así la carga máxima.
Otra opción podría ser utilizar una pequeña planta combinada de calor y electricidad, que podría ser una solución atractiva si el calor generado tiene usos locales. Además, si el coste de las baterías continua disminuyendo rápidamente, el uso de almacenamiento de energía para suavizar los picos de carga será cada vez más atractivo.
Otras aplicaciones que podrían ayudar a compensar esa situación incluirían cargadores públicos rápidos, cargadores de depósito para autobuses y camiones eléctricos y entornos residenciales donde más propietarios de vehículos eléctricos puedan combinar paneles solares en la azotea y almacenamiento en el hogar.
Así las cosas, a medida que nos acercamos a un futuro de la movilidad dominada por la electrificación, es más evidente que se necesita un plan de conjunto mucho más profundo que la simple incentivación de este tipo de vehículos. La alineación de todas las piezas de este puzle será clave para acelerar o frenar la popularización del coche eléctrico y la llegada de todas las ventajas que, si se cumplen las previsiones más optimistas, traerá consigo.