Acabar con los combustibles fósiles ya está pasando factura y sus primeras consecuencias se están viendo con la crisis energética que vive Europa. Las estrategias a largo plazo de los Estados importadores y exportadores de combustibles también están cambiando. Las dependencias cruzadas resultantes de este nuevo panorama emergente de seguridad energética definirán en gran medida la geopolítica de las próximas décadas.
Si las tendencias actuales continúan, en el mundo se incorporarán unos 300 GW de energía solar y 160 GW de energía eólica, y se producirán entre 50 y 70 millones de vehículos eléctricos en todo el mundo cada año para 2040.
Las tecnologías de energía limpia, desde turbinas eólicas y paneles solares hasta vehículos eléctricos y baterías de almacenamiento, requieren una amplia gama de minerales, según la Agencia Internacional de la Energía.
Si continúa el ritmo actual de progresión de la economía verde, entonces se prevé que el mercado de minerales críticos supere por sí solo a la industria de los combustibles fósiles para 2040.
Pero algo que puede ser una buena noticia, también la disrupción del proceso impacta considerablemente en el statu quo geopolítico.
Según Institute of New Europe, una ONG que analiza la política, la economía y la seguridad internacional, no se puede ver esta transición energética bajo el concepto de “antes” frente al de “después” de la era de los combustibles fósiles.
En su opinión, tal enfoque puede ser engañoso, dado que el avance de la transformación no opera en un marco de tiempo unidimensional. Las transiciones energéticas pueden ser "procesos desordenados, conflictivos y muy inconexos" que a menudo se asemejan a un equilibrio dinámico (o la falta del mismo) en lugar de una línea en un gráfico.
De Rusia y Arabia Saudí a China
Primero, las necesidades energéticas y las políticas adoptadas para satisfacerlas variarán cada vez más entre los países. En las últimas dos décadas, el consumo de energía disminuyó donde el crecimiento económico fue lento, pero la eficiencia energética ocupó un lugar destacado en la agenda.
Los Estados miembros de la UE consumen hoy alrededor de un 5% menos de energía que en el año 2000. Esta disminución ha alcanzado el 15% en Japón, el 20% en Canadá y se ha mantenido estable en EEUU.
Sin embargo, en el mismo período, el uso de energía primaria se duplicó en India y Oriente Medio, y casi se triplicó en África central y China, lo que provocó un aumento general del 40% en el uso de energía global.
No sorprende entonces que los países que no pertenecen a la OCDE representen el 70% de la demanda mundial de energía para 2040. Satisfacer este crecimiento de la demanda casi exponencial sin comprometer la agenda climática global requerirá inversiones anuales en el rango de 100.000 millones de dólares o más para expandir la energía renovable solo en las economías en desarrollo, y la mayor parte debe ser financiada con capital extranjero.
La cuestión de quién y cómo proporcionará financiación y tecnología para satisfacer esta creciente demanda es cada vez más importante, sobre todo para el éxito de la agenda climática mundial. Es probable que el resultado sea una nueva rivalidad internacional sobre el control de las cadenas de suministro más importantes del mañana: algunos de los Estados menos desarrollados del mundo albergan la mayoría de los minerales críticos necesarios en tecnologías limpias y, al mismo tiempo, necesitan desarrollar sus sectores renovables.
La propiedad de la tecnología baja en carbono se encuentra hoy principalmente en manos de los miembros de la OCDE y China, que también invierten más en investigación y desarrollo de tecnología verde.
La extracción de minerales críticos necesarios para producir estas tecnologías se concentra en países diferentes a los de los combustibles fósiles. Además, el servicio de procesamiento de minerales en bruto para hacerlos aptos para su uso en hardware se concentra en solo un puñado de países en la actualidad, especialmente en China.
El cóctel de todos estos factores combinados da como resultado una red mucho más compleja de dependencias cruzadas.
Inestabilidad política
La mayoría de los exportadores de combustibles fósiles más grandes del mundo también son Estados con geopolíticas complejas. Sus tesorerías han dependido hasta ahora de las exportaciones de hidrocarburos para llenar sus arcas y el equilibrio social también.
Reaccionar ante la crisis climática es solo una de las motivaciones para abandonar los combustibles fósiles, pero la guerra rusa en Ucrania ha abierto una brecha en esta lucha. Si bien los combustibles fósiles permitieron en el pasado que ciertas naciones tuvieran demasiada influencia internacional, la transición de energía verde actualmente en curso ya está interrumpiendo esta tendencia.
Quizá la decisión de Rusia de atacar Ucrania no se deba a razones puramente militares o políticas, sino al intento de desestabilizar a una de las regiones de las que más depende para vender su gas y su petróleo, y que más esfuerzos está haciendo para dejar de hacerlo.
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