La economía de supervivencia para algunos profesionales de la restauración como consecuencia de la pandemia les ha llevado instalar las conocidas como ‘cocinas fantasma’ o ‘dark kitchen’ destinadas únicamene al reparto a domicilio. Una derivada de esta situación es su impacto en el mercado inmobiliario de la zona.
El Ayuntamiento de Madrid ha concedido diez licencias de obra para estas cocinas, aunque hasta el momento sólo cuatro están en funcionamiento. El resto están en el aire gracias a las reivindicaciones vecinales. Un detalle, una sola licencia puede incluir un proyecto de varias cocinas.
En el caso de la capital, hay un proyecto que tiene en pie de guerra a los vecinos del barrio de Prosperidad. Se trata de 38 cocinas en un solo local, con todo lo que esto supone. Cerca de mil vecinos de 300 inmuebles afectados presentaron un recurso contencioso administrativo en enero contra su apertura. Por ahora, el juez no permite su puesta en funcionamiento mientras no se resuelva.
Menos demanda, menos precio
Las primeras consecuencias de la instalación de una ‘cocina fantasma’ en un bloque o una manzana es la proliferación de motos y bicis de los repartidores hasta elevadas horas de noche, así como los posibles olores, humos y problemas sanitarios de la comida sobrante.
José María Basañez, presidente de TecniTasa, constata que estas instalaciones “asumiendo que cumplen con todas las medidas de seguridad y sanitarias, pueden afectar negativamente a los vecinos del edificio por las posibles molestias derivadas de ruidos, humos, olores, concentración de repartidores, etc.”.
“En dicho caso, se materializarían en una inferior demanda sobre las viviendas del edificio, lo que lógicamente conllevaría un decremento en su valor de mercado, y su consiguiente reflejo en su valor de tasación”, considera el presidente de la tasadora.
En este sentido, César Escobar, codirector de Control de Valoraciones de Tinsa, asegura que “cualquier situación que afecte al confort o a la seguridad de los vecinos penaliza negativamente al valor de las viviendas, ya que, si se presenta la disyuntiva de elegir entre esta vivienda y otra de características y precios similares en la misma zona, un comprador tenderá a elegir la vivienda que no presente circunstancias problemáticas o incómodas”.
Además, el directivo de Tinsa recuerda que “la instalación de este tipo de negocios deberá cumplir con los usos permitidos por la normativa urbanística en cada caso y las posibles limitaciones que figuren en los estatutos comunitarios, si así constase”.
A pie de campo, las inmobiliarias de esta zona concreta no han notado aún grandes efectos en el mercado residencial. Por ejemplo, desde la oficina de Inmobiliaria 2021 aseguran que “no hemos detectado nada”, si bien está ubicada a varias manzadas de la zona más afectada. “Tenemos varios locales en alquiler y nadie nos ha preguntado para hacer ‘cocinas fantasma’”, indican.
Sea como fuere, las tasadoras advierten de los daños que puede causar la instalación de este tipo de negocios, cuanto más grandes peor, si un propietario quiere alquilar o vender su vivienda.