Fernando Abril-Martorell, (Segovia, 1962) abandonará en las próximas semanas la presidencia de Indra. Lo hará después de que el Gobierno haya propuesto al consejo del grupo un relevo para abrir una nueva etapa en la compañía.
Se cierra así un ciclo que ha sido convulso para la tecnológica, pero que culmina con unos resultados económicos envidiables: en el primer trimestre de 2021 registró 751 millones en ingresos y 22 millones de euros de beneficio, tres veces más que un año antes.
El todavía presidente no ha podido resistir el segundo embate del Gobierno. Ya se intentó su cese con la llegada del PSOE al Gobierno a mediados de 2018, pero en aquel entonces algunos accionistas de la compañía salieron en ayuda del directivo.
En esta ocasión la postura de SEPI, que ostenta el 18%, ya dejaba entrever que el principal accionista exigía un cambio en la gestión de Indra y que no iba a parar hasta lograrlo.
Ahora está por definir quién será el nuevo presidente, que recogerá una compañía totalmente distinta a la que recibió Abril-Martorell cuando en 2015 sustituyó a Javier Monzón. Hablamos de una empresa mucho más internacional, focalizada en la digitalización y la defensa, dejando a un lado otros negocios que no resultaban rentables para el grupo.
Durante estos seis años el grupo adquirió Tecnocom. También la firma de ciberseguridad SIA, y se ha creado una filial dedicada a este campo: Minsait, que es una de las más rentables que tiene en este momento.
Además, ha logrado colocarse en lo más alto del mundo de la defensa al erigirse coordinadora de la parte española del FCAS, el nuevo avión de combate europeo. Un proyecto en el que la industria española tendrá tanto peso como la francesa o la española.
Rolls-Royce
Un cambio de orientación basado en una mirada al futuro: digital, seguridad y defensa. Ya dijo en Wake Up, Spain! que “la industria de la defensa sería clave para la reindustrialización del país”. De hecho, esa era una de sus grandes obsesiones: más industria para garantizar la estabilidad económica y de empleo de nuestro país.
También es cierto que en estos seis años ha habido algunas sombras. Por ejemplo, el intento fallido de compra del fabricante de turbopropulsores ITP a Rolls-Royce. O el último ERE que tuvo que retirar tras la pandemia por la presión de los sindicatos, y que tuvo que reconvertir en un plan de bajas incentivadas. Tanto es así que algunas voces apuntan a que ésta es la causa de la no renovación de su mandato: la idea de que una empresa pública no debe despedir.
Pero la gestión de Abril-Martorell también ha tenido que centrarse en recuperar la imagen de Indra. A su llegada se encontró una compañía inmersa en distintos escándalos de corrupción por su vinculación con el caso Púnica. Años después el caso quedó sobreseído y se logró restablecer el honor del grupo.