La importancia de la ejecución en tu estrategia de inversión
Uno de los puntos clave para evitar errores a la hora de invertir es redactar con detalle la estrategia inversora a seguir.
19 febrero, 2020 19:29Llegué, vi, vencí. El famoso eslogan atribuido a Julio César funciona pocas veces a la hora de hablar de inversión. Lo más conveniente para poder cantar victoria con las posiciones acumuladas en cartera es trazar una estrategia adecuada al propio perfil. Y ejecutarla. Sobre todo, ejecutarla.
Aunque parece una obviedad, lo cierto es que muchas más veces de lo que se puede llegar a pensar al iniciarse en el mundo de la inversión, la estrategia trazada con mimo durante meses puede convertirse en papel mojado en cuestión de segundos. Y con extrema facilidad en momentos de volatilidad en el mercado, crisis personales de liquidez o tras periodos de acumulación de pérdidas.
Los asesores profesionales tienen un consejo clave para evitar caer en este error: redactar con detalle la estrategia inversora a seguir. Una hoja de ruta que debe incluir activos o productos de inversión a considerar, los plazos temporales a respetar en cada caso y las barreras de salida innegociables, bien sea por el volumen de pérdidas acumulado o por contar con unos beneficios que superen el rendimiento que se había esperado obtener.
Además, insisten en que este orden es el correcto, puesto que la rentabilidad no debe ser el punto que supedite el resto de la estrategia, sino el objetivo final de la misma. En cualquier caso, advierten de que nunca es recomendable pasar por alto este punto, puesto que así se facilitaría la adopción de decisiones erróneas o precipitadas de entrada y salida en un valor, fondo o activo concreto.
De hecho es muy frecuente que el inversor no tenga un plan de trading, ni un método de inversión y compran pero después no saben cuándo vender, dado que no ha habido una razón objetiva por la cual han tomado esa decisión. Es solo cuando la inversión se comienza a torcer cuando se acuerda del stop o de donde debería limitar las pérdidas. El problema es que muchos inversores se encomiendan al largo plazo cuando una inversión de corto plazo sale mal. Este es uno de los errores más comunes y más peligrosos que comete el inversor y en la mayoría de ocasiones las estrategias de largo plazo no son más que estrategias de corto plazo que han salido mal.
Con estas premisas, una de las decisiones que más esfuerzo requiere para un inversor es la de asumir pérdidas. Sin embargo, conviene hacerlo cuando una posición concreta de la cartera ha alcanzado el límite de caída que se había fijado en la estrategia de inversión. Es más cómodo perder un 8% que un 50%. Y, sobre todo, lo más cómodo será evitar activos que por su volatilidad superen el umbral de riesgo que un inversor está dispuesto a asumir.
Aquí es donde aparece la importancia de los denominados ‘stops’, cotas a las que abandonar una posición sí o sí para evitar males mayores. Una ayuda para respetarlos y cumplir así la estrategia de inversión establecida está en fijarlos de forma automática, una opción que la mayoría de casas de inversión ofrecen a sus clientes de manera diferenciada para cada una de sus posiciones en cartera.
Para los entusiastas del largo plazo, los expertos recuerdan que las ganancias están aseguradas en periodos muy amplios de tiempo cuando se sigue la tendencia de un índice, pero que no ocurre lo mismo con valores concretos. Incluso con los índices, lo habitual será querer recuperar todo o parte de la inversión a lo largo de la vida, por lo que habrá que establecer con la ayuda de un experto cuándo y cómo proceder a la retirada. Y cumplirlo después.
Si una compañía que forma parte de un indicador bursátil entra en apuros financieros, lo más habitual es que sea reemplazado en su cesta por otro. Sin embargo, los accionistas de esa cotizada seguirán sufriendo un retroceso que, en el caso más extremo, puede acabar con el anuncio de liquidación de la compañía. Una situación no tan descabellada ni tan lejana en el tiempo si se habla de la bolsa española.
En esta estrategia, no hay que pasar por alto la edad del inversor y acompasarla con su evolución. Así, por un puro tema de longevidad, los ‘millennials’ son más inquietos con su cartera y están más predispuestos a la asunción de cotas más elevadas de riesgo, mientras que la estadística demuestra que los ‘babyboomers’ tienden hacia posiciones más moderadas.
Todo lo anterior se resume y explica en cinco puntos clave que debe seguir toda planificación financiera:
1. Definir objetivos: en este capítulo se incluye el planteamiento de para qué ahorrar, con qué plazo temporal, qué riesgos se pueden llegar a asumir, qué liquidez hay que conservar…
2. Analizar el punto de partida: para echar a andar la estrategia de inversión hay que considerar de qué activos se puede disponer en un principio o si se parte de cero, así como considerar la estructura de ingresos y gastos personales, familiares o corporativos, según se trate de un proyecto personal o que involucre a los miembros de un hogar, una compañía u otro grupo.
3. Establecer una estrategia: ha llegado el momento definitivo. Una vez superados los pasos anteriores toca ajustar el nivel de riesgo para cada etapa del proceso y configurar carteras sobre las que calcular distintos escenarios -pesimista, neutral y optimista- con el objetivo de estar prevenido ante lo que pudiera estar por venir.
4. La ejecución: cumplir con la hoja de ruta prevista en la planificación de estrategia en para cada escenario en función de la realidad que vaya desvelando el mercado. Un punto clave aquí es también la diversificación, de manera que una parte de la cartera pueda amortiguar el mal comportamiento de otra en algún momento concreto. También para tener previsto dónde aumentar o reducir posiciones en momentos de oportunidad o riesgo.
5. Revisar la evolución: puesto que los mercados raramente se mueven de manera lineal, sino que más bien dibujan fuertes altibajos, es posible desviarse de los objetivos inicialmente calculados, por lo que conviene realizar un seguimiento periódico de los mismos, especialmente si se produce algún cambio de fase de ciclo económico. Lo mismo para adecuar convenientemente esta estrategia a las necesidades de cada momento y circunstancias de la vida del inversor.
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