Alfonso de Salas: la tardía vocación del editor discreto
-Alfonso de Salas Castellano (Madrid, 1943) falleció en Madrid el 24 de septiembre.
-Histórico editor de medios de comunicación, impulsor de Grupo 16 y de los diarios El Mundo y El Economista, tuvo una prolífica trayectoria. Primero como gestor financiero de compañías eléctricas y de telecomunicaciones y, después, como directivo de los grupos más relevantes de la prensa española, tanto en la Transición como en democracia.
-Se licenció en Derecho y realizó un máster en Economía en la Universidad de la Sorbona.
Para recordar
Era la discreción personificada. Su timidez llegaba a desconcertar. Era el presidente, pero siempre parecía estar en segundo plano. Nunca se le oyó una palabra más alta que otra. Es más, cuando raramente se enfadaba, bajaba el tono y mascullaba las palabras, casi deletreándolas. Al contrario de la mayoría de los empresarios de prensa, que buscan el protagonismo y la foto, era muy consciente que los focos debían dirigirse al director y a la redacción. Dejaba hacer -esa era su gran virtud- y se encargaba de facilitar el funcionamiento de gran engranaje que se esconce detrás de una noticia publicada.
No sería hasta el año 1982 cuando dio con la vocación de su vida. Con 40 años, dio un giro radical y acudió a la llamada de su hermano, Juan Tomás de Salas, para reflotar las publicaciones en torno al buque insignia de su compañía, Cambio 16. Coloca el Grupo 16 entre las grandes empresas de comunicación españolas. Y lo logra gracias a aplicar una nueva filosofía estrictamente empresarial: férreo control de gastos, búsqueda de nuevos caladeros de lectores; estudios de mercado. El buque insignia pasa a ser Diario 16, dirigido por Pedro J. Ramírez desde 1980, que se desprende de los números rojos y crece a ritmo de vértigo. Se había convertido en el periódico que marcaba la agenda nacional y, por tanto, en un peligro para el poder.
Las grandes aficiones de Alfonso de Salas fueron el vino –era propietario de la bodega Montecastro- y el campo, del que disfrutaba en su casa en la sierra de Gredos. Resulta difícil olvidar su cara relatando el accidente en el que se rompió una pierna, pero podía haber muerto, cuando volcó el mini tractor que conducía por las laderas de su finca. Solía repetir que su mayor satisfacción era "la tarea bien hecha". Consiguió su objetivo, que dejó por escrito en un artículo de 1999: "Cualquier hombre aspira legítimamente a que su obra le sobreviva, y lo que ya parece incuestionable es que todos los que unimos nuestros esfuerzos a esta singladura podemos estar seguros de la obra nos trascenderá".