Video killed the radio star. En agosto de 1981, The Buggles estrenó un tema que fue utilizado como punta de lanza de la naciente MTV para promocionar su presentación en sociedad. La canción ponía de manifiesto la intención de la cadena de televisión especializada en videoclips musicales de convertirse en la nueva plataforma que "mataría" a las estrellas de la radio.
Y no les faltó razón. En pocos años, estas estrellas de la radio dejaron las ondas y se volcaron completamente en promocionarse en la MTV. Una nueva plataforma para las canciones y sus artistas, que abandonaron las emisoras de radio, después de 60 años en los que estas fueron su principal escaparate.
En el caso de la prensa, es difícil situar un punto en la línea temporal en el que el papel comenzó su declive. No obstante, entre 2007 y 2008 confluyeron dos hechos que podrían tomarse como referencia del hundimiento del sector: el primero fue que su recaudación alcanzó niveles récord con 2.880 millones de euros. Nunca se volvería a cifras similares y, de hecho, en la actualidad supera con dificultades los 1.000 millones.
Y el segundo acontecimiento fue el nacimiento del iPhone. El teléfono inteligente de Apple -el primero del mercado- se estrenó sin saber que 12 años después sería la principal fuente de consulta de noticias de España. Los datos de ComScore indican que el consumo de diarios digitales desde dispositivos móviles en España supera los 31 millones de usuarios únicos, frente a los 8,4 millones de lectores de prensa en papel.
Cuando se lanzó el iPhone, 16,1 millones de personas leían prensa diaria y los lectores de Internet se contaban solo por miles. Si hacemos el símil con la canción de The Buggles, se podría decir que el teléfono de Apple ha sido para la prensa lo que la MTV fue a la música. Un soporte catalizador y un nuevo universo (Internet) para leer las mismas noticias (canciones) de siempre, pero en una nueva realidad.
De esta manera, los viejos periódicos de papel que nacieron durante el siglo XVI y que se hicieron masivos a partir del año 1800 y marcaron la agenda política en el 1900, comenzaron una lenta agonía que lleva ya 12 años y que se ha acelerado a partir de la llegada de la pandemia de coronavirus.
Una tormenta perfecta y continua, que ha encontrado en la Covid la puntilla a un miura mal herido. Los problemas son los mismos: el cierre de los puntos de venta, la migración de los lectores a Internet, la poca diversificación de los ingresos y serios problemas para poner en marcha una reconversión digital han sido los ingredientes de un cóctel molotov cuya mecha ha terminado de encender la crisis de la pandemia.
Si durante la última década, la caída de la difusión de ejemplares de los diarios españoles había sido del 10% de media anual, desde comienzos de año este desplome se ha acelerado por encima del 30% en casi todas las cabeceras. El iPhone comenzó el declive y la Covid ha dado el golpe de gracia. Son los dos grandes responsables de matar a las estrellas de la prensa: los diarios de papel.
Al cerrar 2020, lo que queda de los periódicos impresos es apenas una caricatura de sus faraónicas estructuras de hace 12 años. Hoy, la realidad apunta a reducidas redacciones y una tirada que es -como mínimo- un 70% más baja que en sus mejores momentos. Sus ingresos por venta de ejemplares son un tercio de los de antaño y sus lectores han caído un 50%.
Una historia que comienza -como todos los grandes desplomes- en el momento más alto. Los diaros nunca ganaron tanto dinero como en 2007, ni tuvieron tantos privilegios. Salir en una portada de papel era garantía del éxito o caída de un político y los anunciantes se peleaban las páginas de publicidad que los domingos -los de mayor circulación-, llegaron a costar por encima de los 50.000 euros cada una.
Pero la abundancia siempre es mala consejera. Los diarios en papel llegaron a ingresar en su conjunto 2.880 millones de euros en 2007, de los cuales 1.461 millones de euros eran por publicidad y 1.300 millones de euros se ingresaron por venta de ejemplares en papel. En esa época nadie se planteó que el futuro podía ser Internet. Tampoco nadie imaginaba que en 2008 se desplomaría la economía española.
En 2007, los 80 diarios agrupados en la patronal de la prensa impresa (primero AEDE y luego AMI) y entre los que se encuentran El País, El Mundo, La Razón, ABC, El Periódico o La Vanguardia, ganaron la friolera de 232 millones de euros en conjunto tras registrar un ebitda cercano a los 400 millones. Una marcha económica que parecía llevar al sector a una década prodigiosa llevando a los editores a incrementar plantillas, aumentar costes y multiplicar sus ediciones regionales por todo el territorio español.
Por esas fechas, la prensa llegó a emplear a unos 16.000 periodistas, sin incluir a la plantilla de administración, ni comercial, ni de rotativas. Al calor del dinero de la publicidad que no paraba de crecer y de los apoyos institucionales que parecían inagotables, a las tradicionales cabeceras se sumaron nuevas cabeceras gratuitas (ADN, Qué!), de pago (Público) y regionales, que pocos años después terminarían echando el cierre.
Eran tiempos de vino y rosas que terminaron repentinamente por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. En dos años, la facturación del sector pasó de rozar los 2.900 millones de euros en 2007 a los 2.200 en 2009. En el caso de la publicidad, pasó de 1.491 millones a los 873 millones y la venta de ejemplares cayó en 200 millones, según los datos de la patronal AMI.
De esta manera, empresas acostumbradas a vivir en la abundancia y que miraron a sus ediciones digitales como su hermano pequeño, optaron por recortar costes en vez de emprender una reconversión del negocio hacia los contenidos digitales.
En 2009, el grupo Vocento, que redujo a la mitad su plantilla con un duro expediente de regulación de empleo (ERE) que afectó a 238 trabajadores de los 456 con los que contaba. Unidad Editorial -El Mundo, Expansión y Marca- le siguió hasta realizar tres expedientes entre 2008 y 2016, reduciendo sucesivamente su plantilla desde los 2.200 trabajadores a los poco más de 1.000 empleados.
En 2012, se sumó El País, que realizó un ERE que afectó a 129 de sus trabajadores. Una situación que no era ajena a Prisa porque ya había hecho -o se preparaba- para hacer al menos dos procesos similares en Cinco Días. Fue un quinquenio negro para el empleo en prensa.
Los ajustes de costes no dejaron prácticamente a ninguna cabecera sin despidos. Y los que no pudieron aguantar tuvieron que cerrar. En 2011, bajó la persiana el diario ADN, patrocinado por el todopoderoso grupo Planeta y solo cinco años después de haber nacido. En 2012, cerró la edición en papel del diario Público, en manos del magnate audiovisual Jaume Roures, y solo cinco años después de ver la luz.
En junio, bajaba la persiana el diario Qué!, tras nacer en 2005 al calor de Recoletos y luego ser vendido por más de 130 millones de euros a Vocento. La crisis se llevaría también a viejos rockeros como La Gaceta, que cerró en 2013. Nacida como La Gaceta de los Negocios en 1989 -el mismo año que se estrenó El Mundo-, intentó resucitar de la mano del grupo Intereconomía, pero fue imposible.
Es difícil hacer una estimación de la pérdida de empleo de los diarios en estas fechas. El único dato aproximado es el que aporta El Informe de la Profesión Periódistica de la APM, que indica que en 2007 el sector empleaba 14.235 periodistas y que, en 2015, esta cifra se había recortado hasta los 6.700. En términos económicos, los diarios de la AEDE pasaron de ganar 11 millones en 2008 a perder 19 millones en 2015.
El problema es que, en medio de esta crisis, la prensa no pudo frenar la pérdida de lectores. Entre 2008 y 2014, los diarios españoles perdieron seis millones y las cabeceras comenzaron a registrar una preocupante pérdida de difusión. Entre 2007 y 2015, El País pasó de 435.000 a 259.000 ejemplares; El Mundo, de 336.000 a 150.000; ABC pasó de 213.000 a 128.000, y La Vanguardia de 228.000 a 140.000.
¿Qué pasó? Para esas fechas la arremetida de Internet era imparable y comenzaron a ver la luz un buen puñado de medios de Internet que hicieron sombra al tradicional papel. Un sector que a esas alturas a duras penas podía equilibrar sus balances y cuyos recortes operativos y de plantilla bajaron indefectiblemente la calidad de su producto.
La prensa recortó puestos de trabajo, pero también redujo tiradas y número de páginas para ahorrar papel. Cerró ediciones locales para reducir los elevados costes de distribución, cerró rotativas y buscó sinergias entre grupos rivales que en 2007 hubiesen sido imposibles.
Tampoco ayudó el cierre de los puntos de venta. En 2012, existían en España 7.839 quioscos. En 2017, la cifra bajó hasta los 6.667, casi un 15% menos en solo cinco años, según datos de la Asociación Nacional de Distribuidoras de Publicaciones. Hoy, hay menos de 5.000 puestos activos y buena parte de ellos sin poder abrir por las restricciones de movilidad del coronavirus.
Una crisis que prácticamente ha hundido a las empresas periodísticas tradicionales. En febrero de 2008, Prisa (El País, Cinco Días y AS) anunció "los mejores resultados anuales de su historia": un beneficio de 289 millones de euros antes de impuestos y unos ingresos de 3.696. De estos resultados, el negocio de periódicos y revistas ascendió a 210,52 millones.
Once años después y después de estar prácticamente quebrado, tras varios rescates financieros, absorber una deuda de más de 5.000 millones de euros y una inestabilidad accionarial digna de un universo kafkiano, sus ingresos ascendieron a 1.095,5 millones de euros, registró perdidas de 182,3 millones y un ebitda de apenas 12 millones de euros en su división de prensa.
Por su parte, Vocento (ABC, El Correo y El Diario Vasco), particularmente fuerte en diarios regionales, ingresó 918 millones de euros en 2007, ganó 82,2 millones y facturó 267 por venta de ejemplares y 421 por publicidad. En 2019, sus ingresos llegaron a los 394 millones y ganó 6,2 millones. No obstante, lo preocupante es la caída de venta de ejemplares hasta los 128 millones y 168 millones en publicidad.
El tercer gran grupo es Unidad Editorial, que en 2007 alcanzó "unos resultados históricos", según rezaba el rotativo Expansión por esas fechas. Ese año registró unos ingresos consolidados de 628,8 millones de euros y el resultado bruto de explotación (ebitda) alcanzó los 128,5 millones. En 2019, el grupo editor de El Mundo, Marca y Expansión ingresó 295 millones, menos de la mitad, y su ebitda fue de apenas 48 millones.
No hay resultados finales de 2020, pero la pandemia del coronavirus ha profundizado más la crisis. Un buen termómetro para valorar esta caída es la evolución de estos grupos en bolsa. En 2010, las acciones de Prisa se cotizaban por encima de los 30 euros, mientras que hoy valen 80 céntimos, con un desplome del 43% solo en lo que va de año.
Vocento llegó a cotizarse en los 15 euros en 2007 y ahora está en 0,74 (-40% en el año), y la matriz de Unidad Editorial, RCS, llegó a cotizarse sobre los 35 euros en 2005 hasta situarse en los 59 céntimos al cierre de mercado del viernes (-41% desde enero).
Con este valor de mercado, no es de extrañar el bajo precio de la oferta presentada por Blas Herrero valorando todo el negocio de prensa de Prisa -incluyendo sus radios- en menos de 200 millones de euros. En 2007, solo los diarios generaron más dinero que este montante.
Aunque la oferta del empresario asturiano fue rechazada, lo cierto es que los datos de los diarios en papel en España no llaman al optimismo. Un baño de realidad que le mantiene en mínimos y que ha generado un deterioro sin precedentes en el periodo 2007-2020. En 12 años, sus lectores han caído un 47,7%, perdiendo ocho millones de fieles. La difusión de El Mundo ha caído un 83%, la de El País un 81%, la de ABC un 72%, la de El Periódico un 73% y la de La Vanguardia un 66%.
Un periodo en el que las ediciones digitales se han impuesto. Los datos de AIMC indican que la prensa tenía un 37,4% de penetración en la población española en 2011 y, en 2020, ha llegado al 20,8%. Por el contrario, Internet ha pasado del 42,4% al 80,4% en este mismo periodo.
Para que nos hagamos una idea, diarios nativos como EL ESPAÑOL o El Confidencial superaron los 20 millones de usuarios únicos en octubre según ComScore, frente a difusiones que en el mejor de los casos llegaron a los 73.000 ejemplares en El País y La Vanguardia.
En términos económicos, los ingresos del sector de la prensa, según los datos su patronal AMI, cayeron un 55% en este periodo, su publicidad un 62%, su venta de ejemplares un 63% y su ebitda un 90%.
Y lo peor puede estar por venir. "La caída de la prensa en papel se ha acelerado tres años", dicen directivos del sector preguntados por este diario tras conocer el impacto de la Covid en el sector.
De hecho, la sensación que hay es que ya no se volverá a los niveles prepandemia y que a partir de ahora seguirá la caída, más lenta, pero igual de sostenida. "No creemos que desaparezca el papel, pero está cada vez está más cerca de ser residual y de convertirse en un producto de lujo", indican editores de prensa con los que ha hablado este diario.
Otras fuentes consultadas son menos optimistas e indican que, en un plazo no superior a cinco años, muchas de las ediciones en papel de los diarios de carácter nacional terminarán por desaparecer o por reducir su difusión exclusivamente a Madrid. Y solo mediante suscripciones incluidas en sus paquetes de contenidos digitales.
Si simplemente se mantiene una tendencia de una caída anual del 10%, diarios como El País reducirían su difusión hasta los 40.000 ejemplares en 2025, La Vanguardia a 35.000 y El Mundo y ABC a menos de 20.000. Un producto solo para despachos de grandes empresas o administraciones públicas.
Los que mejor resistirán dentro de estas caídas serán los diarios regionales, que todavía mantienen las difusiones con mejores datos que las cabeceras nacionales. No por nada, La Vanguardia alcanzó el liderazgo de difusión en octubre, aunque con apenas 73.000 ejemplares.
En cualquier caso, el poco consumo masivo que va quedando será trasladado completamente a las ediciones digitales como muy tarde en una década, según diferentes informes internacionales. De esta manera, se cumplirá la profecía y los editores de prensa recordarán el año 2007 como la fecha en que nació el iPhone -y comenzó el fin del papel-, y el 2020 como el curso de la pandemia de coronavirus y el golpe final a sus diarios impresos. Para esa fecha, habrán muerto las estrellas de la prensa y el papel probablemente sea solo un recuerdo.