Tantos meses en la trinchera sin conseguir un solo avance está acabando con la paciencia y con las fuerzas de los combatientes. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) planificó en 2014 una guerra contra los productores de fracking (técnica no convencional de extracción del petróleo que se utiliza principalmente en EEUU) que se está alargando más de lo esperado.
Lo que pretendía la OPEP era inundar al mercado con petróleo barato con el fin de eliminar a los nuevos competidores, ya que la técnica del fracking tiene unos costes de producción mayores que la técnica tradicional. En su lugar, se ha encontrado que EEUU ha conseguido elevar la productividad de sus inversiones y mantener su nivel de bombeo de crudo por encima de los 9 millones de barriles al día. Algunos países de la Organización empiezan a darse cuenta de que la batalla está perdida o, como poco, que no la pueden ganar, por lo que están pidiendo que se negocie la paz en el sector.
Irán ha pedido a sus socios exportadores que recorten inmediatamente sus niveles de producción para impulsar el precio del barril hasta una horquilla entre 70 y 80 dólares. Esto es, quiere ver el precio del petróleo entre un 65 y un 45% por encima de los niveles actuales. El ministro del Petróleo iraní, Bijan Namdar Zanganeh, ha advertido que “nadie en la OPEP está contento” con el nivel de precios actuales.
Nadie en la OPEP está contento con el precio del petróleo por debajo de 50 dólares
Irán no es el primer país de la OPEP que pide a sus socios revisar su estrategia, Venezuela ya buscó aliados en la Organización en septiembre. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, reclamó celebrar una cumbre extraordinaria de todos los estados productores, incluyendo a aquellos países que no pertenezcan a la OPEP, para buscar una paz a esta guerra del petróleo. Maduro intentaba incorporar así a la ronda de negociaciones a Rusia y a países latinoamericanos como Colombia o Brasil, que se encuentran entre los más afectados por los precios bajos de los recursos energéticos. Al igual que el ministro iraní, Maduro puso el nivel mínimo aceptable para el petróleo en 70 dólares, ya que “el crudo a 50 o 60 dólares no sostiene las inversiones”.
Sálvese quien pueda
La OPEP fijó en 2011 su nivel de producción en 30 millones de barriles diarios y desde entonces no lo han modificado. Sin embargo, en la Organización, cada país mira por su propio beneficio, sin mucha cohesión interna, lo que les ha llevado a aumentar con fuerza su extracción de crudo. Los niveles que está alcanzando ahora están cerca de los máximos históricos del año 2009, por encima de los 31,5 millones de barriles diarios. Un auténtico sálvese quien pueda en el que cada país sigue su propia estrategia al margen de lo que acordado con sus socios.
Para contrarrestar la caída en la entrada de divisas extranjeras provocada por el desplome del precio del crudo, los países de la Organización han ido elevando progresivamente su producción. En un mundo con exceso de oferta, se han visto obligados a bajar más y más su barril, para así colocarlo en el mercado internacional. De este modo, el petróleo de la OPEP cotiza actualmente en la zona de los 45 dólares, más barato que las dos principales referencias, el Brent europeo y el West Texas estadounidense.
El problema para estos países no es que vender el crudo a 45 dólares no les salga rentable, al contrario, sus costes de producción son muy bajos (en Arabia Saudí es inferior a 10 dólares). El verdadero inconveniente es que sus finanzas públicas dependen por completo de los petrodólares; sin ellos, todo su chiringuito, ya sea comprar equipos de fútbol o crear empresas, se viene abajo.
La mayor parte de los países de la OPEP necesitan que el petróleo cotice por encima de 50 dólares para cuadrar sus cuentas públicas. Según los cálculos del Fondo Monetario Internacional(FMI), Irán, que pretende subir el precio del crudo a 70/80 dólares, necesita venderlo a 107,4 dólares para alcanzar el equilibrio en sus cuentas públicas. Venezuela, por su parte, necesitaría que estuviese en 117,5 dólares, según los cálculos de Deutsche Bank.
Arabia Saudí es el país que está impulsando la guerra de precios, pero no por ello tiene unas cuentas públicas más sólidas: según el FMI necesita vender su barril a 87,2 dólares, casi el doble que el nivel actual. Esto significa que después de un año lejos de esos precios, las cuentas públicas del país están muy apretadas. Bloomberg alertó el lunes que el Gobierno saudí está retrasando el pago de algunos contratos públicos como medida de emergencia por los problemas de liquidez que está atravesando el país.