Por Guy Faulconbridge y Elizabeth Piper
Nueve meses después de que los británicos decidieran el Brexit, May informará en un carta al presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, de que el Reino Unido renuncia al grupo al que se unió en 1973.
La primera ministra, que inicialmente se opuso al Brexit y que consiguió el cargo tras la tormenta política que siguió al referéndum, tendrá dos años para arreglar los términos del divorcio antes de que entre en vigor a finales de marzo de 2019.
"Ahora que se ha tomado la decisión de salir de la UE, es hora de reunirse", dirá May a los legisladores, según declaraciones proporcionadas por su despacho.
"Cuando me siente a la mesa de negociación en los próximos meses, representaré a todas las personas del Reino Unido: jóvenes y viejos, ricos y pobres, ciudad, pueblo, país y todos los pueblos y aldeas", señalará May.
May, de 60 años, tiene una de las tareas más duras de cualquier primer ministro británico de la historia reciente: mantener a su país unido frente a las renovadas demandas independentistas escocesas, mientras discute arduamente con otros 27 estados de la UE sobre finanzas, comercio, seguridad y una serie de complejos asuntos.
El resultado de las negociaciones modelará el futuro de la economía británica de 2,6 billones de dólares, la quinta más grande del mundo, y determinará si Londres puede mantener su lugar como uno de los dos principales centros financieros globales.
La pérdida de Reino Unido es el mayor golpe para la Unión Europea en sus 60 años de esfuerzos por forjar la unidad tras dos devastadoras guerras mundiales, pese a que ya se ha recuperado de una crisis de deuda de sus miembros y del impacto de una oleada de refugiados.
Los líderes europeos dicen que no quieren castigar a Reino Unido. Pero ante un auge de los partidos nacionalistas y antieuropeos, no pueden permitirse el lujo de ofrecer a Londres unos términos generosos que podrían alentar a otros estados miembros a seguir su ejemplo y romper el bloque.