"Si tenemos esta conversación dentro de 10 años, podríamos no estar sentados en Washington. Lo haremos en nuestra sede central de Pekín", afirmó Lagarde en una conferencia en el centro de estudios Center for Global Development en la capital estadounidense.
Lagarde señaló que la mudanza es una "posibilidad" ya que los estatutos del Fondo señalan que la sede de la institución debe ubicarse en la principal economía mundial.
No obstante, matizó que para que ello se produzca China debe cumplir con sus "compromisos" de apertura y mayor transparencia de su sistema financiero.
La sede del FMI, organismo creado en 1944 junto con el Banco Mundial (BM) como parte de los Acuerdos de Bretton Woods, se encuentra desde su fundación en Washington, y Estados Unidos cuenta actualmente con el mayor porcentaje de voto en la institución, lo que conlleva capacidad de veto.
El creciente peso de los mercados emergentes, especialmente de China, que ha registrado crecimientos superiores al 6 % en la última década, ha aumentado la presión sobre el Fondo para que otorgue más voz a estas economías como reconocimiento de su cada vez mayor influencia global.
De hecho, los economistas esperan que China supere a Estados Unidos en cuanto a producto interno bruto (PIB) nominal, sin efecto de la inflación, en la próxima década.
Precisamente, en 2015 la institución dirigida por Lagarde decidió incluir al yuan chino en su cesta de monedas de reserva, con las que el organismo calcula los derechos especiales de giro (DEG), su moneda nominal.
Hasta entonces, el selecto grupo de divisas que integran la cesta del FMI estaba compuesto por el dólar estadounidense, el euro, la libra esterlina y el yen.
La decisión supuso un espaldarazo a Pekín por la muestra de confianza en la estabilidad de la divisa china y en la política monetaria, así como a su uso como moneda de libre cambio.