Marcel Gascón Barberá
"Venezuela anuncia la creación de su criptomoneda. El petro, se va a llamar (...) Esto nos va a permitir avanzar hacia nuevas formas de financiamiento internacional para el desarrollo económico y social del país", reveló el domingo Maduro entre aplausos de sus seguidores a esta iniciativa inédita entre los Estados del mundo.
Semanas antes, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) publicaba un documento en el que se habla de los planes de países emergentes como China y Rusia -aliados ambos de Venezuela- de "desarrollar una moneda digital para hacer frente a la hegemonía del dólar en los pagos internacionales".
En el informe de este centro de estudios de gran influencia sobre las políticas económicas de Venezuela -Maduro llama a su director, el español Alfredo Serrano, "el Jesucristo de la economía"- apunta a las criptomonedas como una "alternativa" para que países en dificultades consigan "financiamiento fresco en el mercado internacional".
El acceso a ese dinero fresco es el gran problema de un Gobierno venezolano acuciado por la destrucción de la industria nacional, el final del auge de los precios del crudo, la caída de la producción de su principal fuente de divisas, la petrolera estatal PDVSA, y, más recientemente, las sanciones financieras que le ha aplicado Estados Unidos.
Como explica el CELAG, la tecnología de las criptomonedas permite a las partes hacer sus transacciones sin intermediarios, lo que permitiría al Gobierno de Venezuela saltarse las restricciones que los bancos y otras instituciones financieras están aplicando a los movimientos de su dinero.
Para economistas de tendencia más liberal como César Aristimuño la gran dificultad del petro será que una moneda creada por unas autoridades con la credibilidad tan comprometida en materia monetaria como las venezolanas sea aceptado como forma de pago por los acreedores.
"Si con el bolívar, que es la moneda que rige oficialmente en el país, no se ha tenido control, ¿cómo se va a lograr esto con una criptomoneda?", dice Aristimuño a Efe en alusión a una emisión descontrolada de bolívares por parte del Banco Central que ha llevado a esta moneda a la mayor depreciación de su historia.
Aristimuño duda de que los acreedores acepten el petro como forma de pago sustitutiva del dólar sin tener ninguna certeza de cuánto valdrá esa criptomoneda en el mercado.
"Al final es una moneda fiduciaria, que no tiene garantía, no tiene respaldo", afirma el economista.
"La confianza en las monedas pasa por la confianza en sus gobiernos, en sus sistemas económicos. Venezuela carece de ambas. Las criptomonedas no escapan de esa dinámica", escribe en Twitter el también economista Henkel García, director de la firma de análisis Econométrica, que ha advertido del potencial uso de este instrumento para actividades ilegales.
Aristimuño señala además que las criptomonedas son de momento más "una moneda de reserva básicamente", algo en lo que también coincide García y que dificulta las perspectivas a corto plazo para que el Petro cubra la necesidad urgente de pagar sus deudas a los tenedores de bonos que tiene Venezuela.
Desde el Gobierno han afirmado que la criptomoneda venezolana contará "con el respaldo de las inmensas riquezas naturales" que el país tiene en petróleo, gas y otras materias, una supuesta garantía que no le ha servido al bolívar para mantenerse como una moneda codiciada en los mercados.
Ante la posibilidad de que estos recursos sirvieran de aval para la criptomoneda se ha pronunciado el diputado opositor José Guerra, economista y presidente de la Comisión de Finanzas del Parlamento, que ve en las dificultades de tasar las reservas naturales de un país uno de inconvenientes de que sirvan como garantía.
"¿Cómo es eso de una criptomoneda usando las reservas petroleras como garantía si éstas no se pueden enajenar?", dijo Guerra sobre el hecho de que el petróleo, que da nombre al petro, sirva como aval.
Por su parte, Óscar Schemel, economista y miembro de la oficialista Asamblea Nacional Constituyente sí ve en una criptomoneda venezolana "una alternativa para sortear las sanciones" o "por lo menos pagar" a los tenedores de deuda.
Sin embargo, Schemel, una de las voces más flexibles y liberales dentro del discurso económico de izquierda del oficialismo, insistió en que la idea del petro aún se está perfilando