Según el consenso de mercado que recoge Thomson Reuters, 17 de las 56 firmas de inversión que ofrecen datos, es decir, el 30%, vaticina que dentro de un año el euro se cambiará a 1,30 dólares o por encima. Para ese plazo, el pronóstico medio se sitúa en los1,265 dólares y el mediano -el situado en mitad de las previsiones-, en los 1,28 dólares, aunque la moda, o lo que es lo mismo, la predicción más repetida, se ubica en los 1,30 dólares.

Todos ellos, cambios por encima del que el cuerpo a cuerpo entre el euro y el dólar muestra actualmente. Tras cerrar 2017 en los 1,20 dólares, la divisa europea se cambia a 1,238 dólares, con lo que acumula una apreciación del 3,2% en lo que va de año, que se suma al 15% que se revalorizó en el conjunto del pasado ejercicio.

Los más convencidos de que esta escalada seguirá su curso son Morgan Stanley y UniCredit, que ven al euro en los 1,33 dólares en un año. Cerca, en los 1,32 dólares, están las previsiones de Raiffesein, Société Générale, St, George Bank y Standard Chartered. Y en los 1,31 dólares están Citi e ING Financial Markets. Y justo en los 1,30 dólares figuran otras nueve firmas, entre las que están Wells Fargo, Mizuho o Credit Suisse.

En el extremo opuesto, quienes consideran que el euro se ha pasado claramente de largo. Pantheon lo sitúa en los 1,15 dólares al término del primer trimestre de 2019 y LBBW, en los 1,12 dólares.

A seis meses vista, la impresión general es la misma: el euro se apreciará. El pronóstico medio del consenso de mercado de Reuters se sitúa en los 1,26 dólares, aunque el más repetido, con 11 de las 62 firmas que emiten previsiones para ese plazo, alcanzan los 1,27 dólares.

El que puede sorprender es el BCE

Estas previsiones están conectadas con lo que los expertos esperan de los respectivos bancos centrales de influencia para estas monedas, la Reserva Federal (Fed) estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE). La primera, capitaneada ya desde febrero por Jerome Powell, ya está subiendo los tipos de interés y reduciendo su balance. Y la segunda, presidida por Mario Draghi, todavía no ha elevado el precio del dinero, con el oficial en el 0% y el de la facilidad de depósito en el -0,40%, y sigue engordando su balance, que alcanza ya los 4,5 billones de euros.

Sin embargo, los expertos y el propio mercado no están `comprando¿ lo que están haciendo, sino lo que `harán¿, y en este terreno interpretan que el BCE tiene una capacidad de sorpresa mayor que la Fed, que ya ha telegrafiado que su intención pasa por subir los tipos de interés otras dos veces más en 2018, tras elevarlos del 1,25-1,50% al 1,50-1,75% en marzo, y por adelgazar su balance en 20.000 millones de dólares al mes en el primer trimestre, 30.000 millones en el segundo, 40.000 millones en el tercero y 50.000 millones en el cuarto. O lo que es lo mismo, todo muy telegrafiado.

En el BCE, sin embargo, lo único seguro es que le toca coger el camino de vuelta de los estímulos más pronto que tarde. Y que eso implicará, primero, retirarse por completo del mercado, puesto que por ahora, y al menos hasta septiembre, sigue dedicando 30.000 millones de euros al mes a la adquisición de deuda pública y privada, para luego, en segundo lugar, empezar a subir los tipos. De la Fed ya se sabe cuándo y cuánto está retirando los estímulos; del BCE todavía se ignora, y este hecho, combinado con la realidad de que ni siquiera ha empezado a endurecer su estrategia monetaria, se filtra tanto en su fortaleza reciente como en las previsiones de los analistas.

No es el euro... ¡es el dólar!

Hay más factores, por supuesto. Como la recuperación económica de la Eurozona, que en 2017 creció un 2,3%, el mayor ritmo desde 2007 y que según las previsiones del BCE se mantendrá en 2018 con un crecimiento del 2,4%. Y la polémica política geoestratégica, fiscal, comercial y cambiaria del presidente estadounidense, Donald Trump, que pretende que sus principales mercados comerciales, como China o la Eurozona, cuenten con una divisa más poderosa contra el dólar, algo que repercute en el vigor del `billete verde¿. ¿A diferencia de lo observado durante el año anterior, la apreciación del euro se debe principalmente a la debilidad del dólar frente a la mayoría de las divisas y no a un fortalecimiento de la divisa europea, como venía sucediendo¿, matizan desde Abante.

El matiz reside en la presión que esta percepción, así como las presiones de los analistas, ejerce sobre Draghi. Con la inflación todavía alejada del objetivo de situarla por debajo, pero cerca del 2% -en marzo se situó en el 1,4% y el BCE la sitúa bajo el 2% hasta 2020-, un euro más poderoso sería un factor desinflacionista adicional. ¿El Consejo de Gobierno seguirá vigilando atentamente la evolución de los tipos de cambio y de las condiciones de financiación en relación con sus posibles repercusiones para las perspectivas de inflación¿, confirmó el propio Draghi en la reunión de política monetaria que el BCE celebró en marzo. Y falta le hará esa vigilancia. Porque cada vez son más los analistas que ven los 1,30 dólares.

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