Como mandan los cánones para este tipo de cuestiones, el título del informe alcanza toda la grandiosidad posible: `Políticas macroeconómicas y de tipos de cambio de los mayores socios comerciales de EEUU¿. Lo elabora el Departamento del Tesoro de Estados Unidos dos veces al año, en primavera y otoño, y lo remite al Congreso. Su propósito es doble: por un lado, vigilar que ninguno de los principales países a los que la mayor economía del mundo vende y compra productos incurre en ¿prácticas cambiarias potencialmente injustas¿; y por otro, ¿apoyar el crecimiento del comercio libre y justo y asegurar un crecimiento mundial más sólido y equilibrado¿.
Aunque, sobre todo, lo relevante es lo primero. Esa posibilidad de que algún país, contraviniendo lo que establecen las leyes comerciales estadounidenses de 1988 y 2015, haga `trampas¿ con su moneda para abaratarla y sacar así provecho comercial. O en el lenguaje que emplearía el Tesoro llegado el caso: si manipula su divisa.
Más allá de ser algo anecdótico, el asunto reviste una indudable relevancia: si el Departamento comandado desde 2017 por Steven Mnuchin diera ese paso, arrancaría un proceso en el que el propio Secretario del Tesoro emprendería negociaciones con ese país para que recondujera su política cambiaria y, en caso de que no prosperaran, pondría en marcha una maquinaria de sanciones para contrarrestar esas prácticas.
ACUSACIONES VERBALES
Y claro, en el contexto actual, con las tensiones comerciales alentadas por el presidente Donald Trump como telón de fondo, el nombre del `eterno¿ candidato para recibir esa denominación oficial, que no es otro que China, cada vez suena con más fuerza. El Tesoro ya ha amagado en varias ocasiones con dar ese paso, pero esta vez, con toda la contienda comercial de los últimos meses, el cántaro sí podría romperse. Y Mnuchin, en el informe cuya publicación está prevista para el lunes 15 de octubre, decretaría oficialmente que Pekín manipula su divisa.
Por el momento, y a modo de entremés, lo que ya ha habido son acusaciones. Y las ha formulado el propio Trump, que en julio ya denunció abiertamente que ¿China y Europa manipulan sus divisas¿.
Pero una cosa son las licencias verbales y otra muy distinta otorgar a esas acusaciones marchamo oficial. En medio de las dudas sobre la ralentización del crecimiento mundial y de las correcciones vistas en los mercados, que Trump no achaca en ningún caso a su pulso comercial con China sino a que "la Reserva Federal se ha vuelto loca", una decisión así por parte del Tesoro cebaría aún más la incertidumbre y el temor a problemas mayores.
YA ESTÁ EN LA LISTA...
Lo cierto, eso sí, es que el gigante asiático ya forma parte de una reducida lista de países a los que el Tesoro viene vigilando por sus políticas cambiarias y macroeconómicas según los tres principios recogidos en la ley de 2015. Esta norma establece que será preciso ¿analizar¿ la situación de los países que alcancen al menos un superávit comercial de 20.000 millones de dólares con EEUU, cuenten con un superávit por cuenta corriente de al menos el 3% de su Producto Interior Bruto (PIB) e intervengan de manera ¿persistente¿ y ¿en una única dirección¿ en el mercado de divisas por un montante total de al menos el 2% del PIB en un periodo de un año.
Los países que cumplen dos de estos tres principios pasan a figurar en la lista de vigilancia. Y su último informe, de abril, el Tesoro encontró que seis países merecían figurar en ella: China, Japón, Corea del Sur, Alemania, Suiza e India.
Sobre China, el diagnóstico del Departamento comandado por Mnuchin era contundente hace seis meses. ¿China tiene un superávit comercial con EEUU extremadamente grande y persistente, de largo el más grande entre cualquiera de los principales socios comerciales de EEUU¿, subrayaba. Y además de recomendar a Pekín que ¿avanzara en las reformas estructurales para respaldar un mayor crecimiento del consumo de los hogares¿, lanzaba un claro aviso a las autoridades chinas sobre la estrategia que estaban siguiendo con su divisa, el yuan: ¿El Tesoro también concede una gran importancia a que China se adhiera a sus compromisos con el G-20 para abstenerse de participar en una devaluación competitiva y no usar el tipo de cambio con propósitos competitivos; y a que China dé una mayor transparencia a su tipo de cambio y a los objetivos y las operaciones en la gestión de sus reservas¿.
HACIA LOS 7 YUANES
Cuando el Tesoro emitió ese informe, en el que rehusó designar oficialmente a China como un país que manipula su divisa, un dólar compraba 6,28 yuanes. Ahora, seis meses después y tras las últimas medidas expansivas del banco central chino, compra casi 7 yuanes; 6,89, para ser precisos, aunque esta semana ha llegado a apreciarse hasta los 6,93 yuanes. Es decir, por el camino, la divisa china ha perdido un 9% de su valor contra la estadounidense y se mueve en zona de mínimos desde comienzos de 2017. Además, con una caída acumulada del 6% en lo que va de 2018, el yuan camina hacia su cuarto año de caídas contra el `billete verde¿ de los últimos cinco.
Las autoridades del gigante asiático han asegurado en varias ocasiones que la depreciación de su moneda, que no se mueve en un sistema de libertad absoluta en el mercado, sino de libertad parcial con el banco central chino limitando aún sus pasos, no tiene nada que ver con las tensiones comerciales de los últimos meses. Sin embargo, y con la 'línea roja' de los 7 yuanes por dólar cada vez más cerca, su caída en medio de estas disputas entre Washington y Pekín proporciona más munición a la denominada `guerra comercial¿. Y una coartada cada vez mayor para que Mnuchin dé el paso definitivo y designe a China como un país que manipula su divisa.
Sin obviar otro argumento: el político. A menos de un mes para las elecciones de mitad de legislatura -`midterm elections¿-, la posibilidad de elevar la presión sobre China resulta de lo más tentadora para Trump. Difícilmente tendrá tan a mano otra palanca semejante para reforzar su autoridad ante los electores.