Cuando se alude a que la crisis que estalló hace una década fue histórica no se trata de una licencia gratuita. Lo fue. Se notó en sus consecuencias más inmediatas, con quiebras de bancos, recesión y paro, pero también en la herencia que ha dejado, plagada de anomalías. Como la de los tipos de interés negativos, es decir, inferiores al 0%. O dicho de otro modo, el mundo al revés, porque eso son los tipos negativos, un escenario en el que quien presta paga un interés al que pide prestado. Inaudito.
Lejos de ser anecdótico, este efecto alcanzó en 2017 cotas billonarias en la deuda pública, la que emiten los países. A finales de 2017, el volumen de bonos soberanos con intereses negativos superó los 11 billones de dólares -al tipo de cambio vigente entonces, más de 9 billones de euros-.
Un año después, y como consecuencia de la progresiva normalización monetaria por parte de cada vez más bancos centrales, ya no hay tanta deuda en negativo. Pero sigue quedando. De hecho, hay países que siguen financiando a varios años con intereses inferiores al 0%, en los que, por tanto, son los compradores de esa deuda los que pagan un interés a esos países para que les guarden el dinero.
El caso más extremo es el de Suiza. Con los tipos oficiales también por debajo del 0%, el país helvético sigue financiándose en negativo a un plazo que alcanza los 10 años. La rentabilidad de sus bonos a una década se encuentra ahora en el -0,013%. Japón no anda lejos, puesto que sus bonos a siete años rentan un -0,07%.
Dentro de la Eurozona se encuentran varios casos como consecuencia del nivel en el que se encuentran los tipos que dicta el Banco Central Europeo (BCE). En especial, los de la facilidad de depósito, situados en el -0,40% desde marzo de 2016. Las compras de deuda por parte de la entidad presidida por Mario Draghi, que desde comienzos de 2015 ha dedicado 2,1 billones de euros a la compra de títulos públicos en el mercado, se ha encargado del resto.
Alemania aún luce intereses inferiores al 0% hasta los seis años. La rentabilidad de sus bonos a ese plazo se sitúa en el -0,09%. A un plazo más corto, dos años, el interés impresiona, porque luce un -0,65%. En 2016, la onda expansiva de los tipos negativos se amplió a los títulos germanos a 10 años, cuyo interés llego a caer al -0,18%. Francia, en sus bonos a cuatro años, muestra ahora un rendimiento del -0,09%.
España también se cuela entre los países que tiene parte de su deuda con intereses inferiores al 0%. En concreto, el Tesoro español se sigue financiando en negativo hasta los dos años, puesto que el rendimiento de este plazo en el mercado se sitúa en el -0,12%. Y en las últimas subastas, el interés de las letras a tres meses ha sido del -0,649%; el de las letras a seis meses, del -0,434%; el de las letras a nueve meses, del -0,311%; y el de las letras a un año, del -0,292%.
RECTA FINAL... SI DA TIEMPO
Esta anómala época de los tipos negativos debería estar apurando ya su existencia a rebufo de la retirada de los estímulos por parte de los bancos centrales. Pero aún se tomará su tiempo para despedirse del todo... si es que lo hace.
Más que nada, porque la 'operación retorno' camina lenta. En el caso del BCE, este año dejará de comprar deuda de forma neta en el mercado, pero no tiene previsto subir los tipos "hasta al menos durante el verano de 2019". De Suiza o Japón tampoco se esperan demasiadas prisas, con lo que su deuda se lo tomará con calma antes de volver al terreno positivo.
De hecho, no está claro si la época de los tipos negativos acabará. Es decir, si a los rendimientos les dará tiempo a subir tanto como para saltar por encima del 0%. Las dudas que traslada la economía mundial podrían complicar la normalización de las políticas monetarias de los bancos centrales, con lo que los tipos negativos nunca terminarían de irse del todo. Cosas de la crisis. Y de su alargada herencia.