Es una amenaza que lleva meses latiendo. Pero es que ahora ya casi, casi está aquí. Se trata de la denominada curva invertida, el fenómeno que surge en la deuda pública de un país cuando la rentabilidad de su deuda a corto plazo es superior a la de la deuda a largo plazo. Y en EEUU este riesgo cada vez es más palpable.

Lo normal es que los bonos a dos años luzcan un rendimiento inferior a los bonos a diez años, razón por la cual, si se traza una línea entre ambos, su pendiente es ascendente o positiva. Lo anormal es que ocurra lo contrario, que los de dos rindan más que los de diez, en cuyo caso la pendiente de esa línea es descendente o negativa. Y justo eso es lo que está a punto de ocurrir en la mayor economía del mundo. 

Actualmente, la rentabilidad de los bonos a 10 años se limita al 2,91%, después de que hace un mes repuntara incluso hasta el 3,23%. Por su parte, la de los títulos a dos año se sitúa en el 2,79%. Es decir, apenas existe una brecha de 12 puntos básicos, cuando hace un año alcanzaba los 55 puntos básicos.

El aplanamiento de la curva, por tanto, es evidente. E incluso ya se ha invertido en algunos tramos, porque el rendimiento de los bonos a dos ya ha llegado a superar el de los títulos a cinco años.

¿CUÁL ES EL PROBLEMA?

Más allá de ser anecdótico, la inversión de la curva -los plazos cortos con una rentabilidad más alta que los plazos largos- resulta relevante. Para empezar, por su carácter infalible, ya que ha predicho las siete últimas recesiones en EEUU.

En un trabajo publicado por la Reserva Federal (Fed) de Nueva York en 2006, los investigadores Arturo Estrella y Mary Trubin estudiaron el fenómeno de la curva invertida como indicador adelantado. Y destacaron que había anticipado las seis últimas recesiones en EEUU. A la lista se sumó un séptimo caso, porque la recesión iniciada a finales de 2007 también estuvo precedida por la curva invertida. Por tanto, las siete últimas recesiones han tenido a la curva invertida como emisario.

Para continuar, la curva invertida revela las expectativas del mercado. Es decir, detecta que la creencia de que la rentabilidad a corto plazo es superior a la rentabilidad a largo plazo porque los tipos de interés del presente también serán más altos que los del futuro, que tendrán que ser recortados para hacer frente a un escenario recesivo y de baja inflación. O lo que es lo mismo, el comportamiento de la curva no responde a ningún capricho, sino a lo que los inversores esperan de la economía, los precios y los tipos.

De hecho, si la curva está cerca de invertirse responde precisamente a ese tipo de expectativas. Varias de las últimas estadísticas publicadas en EEUU, principalmente en el segmento inmobiliario, han arrojado síntomas evidentes de debilidad, una impresión que además de dejar su huella en la deuda soberana estadounidense también se está manifestando en la marcha más errática que ya muestra Wall Street, donde las caídas han sido habituales en las últimas semanas. Hasta el propio presidente de la Fed, Jerome Powell, ha deslizado ya que al ciclo de subidas de los tipos de interés no le queda demasiado recorrido.

Tras nueve años y medio de crecimiento, puesto que la actual fase expansiva comenzó en EEUU en julio de 2009, la sensación de agotamiento del ciclo cada vez es más extendida. Los pronósticos apuntan a que la mayor economía del mundo caerá en recesión en 2020. Con permiso de la curva invertida, claro.

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