El desplome de las bolsas mundiales sigue sin encontrar fondo. La volatilidad continúa disparada en niveles hasta ahora desconocidos. Los volúmenes que se acumulan en órdenes de venta bloquean un día tras otro la negociación. Un cúmulo de factores que ha vuelto a activar las barreras de freno automático en Wall Street.
En los últimos días, han sido varias las veces en las que estos cortafuegos se han activado, incluso varias veces en el mismo día. Sin embargo, estas barreras automáticas no suponen un cierre de la mayor bolsa de valores del mundo, como se ha podido leer en algunos mensajes y crónicas, sino que consisten más bien en parones para relajar los ‘calentones’ del mercado y de los propios inversores.
Con este objetivo, los frenos no solo se aplican para los índices de Wall Street, sino que también actúan sobre sus futuros, que tienen unos de los horarios de negociación más amplios de todos los activos negociados del mundo. Los expertos señalan que su aplicación es especialmente determinante cuando se generan cuellos de botella por el hacinamiento de posiciones de venta, como las que viene provocando el miedo a una inminente recesión económica a consecuencia del frenazo productivo que impone la lucha contra el coronavirus.
Doble sentido en los futuros
Por lo que se refiere a la negociación de futuros sobre los índices de Wall Street, CME Group, que es el mercado responsable de su negociación, explica que se activan cuando se producen cambios de precio de un 5%. Un porcentaje de revalorización o pérdida que se calcula con base en un precio de referencia establecido en los últimos 30 segundos de negociación de la sesión anterior.
Una vez que se toca este límite, se bloquean las posiciones más a la baja que lo traspasen. Es decir, se busca la moderación de los cambios de precio, a la par que se impide que vayan a más. Así lo recoge el reglamento del mercado de derivados de Chicago, que precisamente por la expansión del coronavirus cerró su parqué físico la semana pasada, de manera que todas sus operaciones se realizan digital y telemáticamente.
Así funcionan estos frenos hasta que a las 9:30 horas de Nueva York suena la campana de Wall Street. Entonces, entran en funcionamiento los frenos de cada índice. Los conocidos en inglés como circuit breakers -algo así como 'interruptores'- de los índices tienen una aplicación progresiva de manera que un retroceso demasiado vertical requiere de sólidos volúmenes de fondo para sustentarse más allá de frenazos puntuales.
En el índice agregado S&P 500, el más amplio de los tres de referencia de la Bolsa de Nueva York, la primera barrera se activa con caídas del 7% para el indicador. Si el índice llega a bajar en esta cuantía, se pausa la negociación por 15 minutos, de manera que no se producen más cruces y se procura que las posiciones de compra y venta puedan acercarse más y estrechar los saltos de precio.
Triple barrera automática
Conforme avanza la sesión, el freno se activa con las mismas consecuencias si se alcanzan caídas del 13% con respecto al cierre del S&P 500 en la sesión precedente. Sin embargo, esto solo ocurriría si el tropiezo se produce antes de las 3:25 horas de la Costa Este. Esto se debe a que después de esa hora, solo restan 35 minutos de negociación hasta el cierre, un periodo en el que se procura no interferir.
No obstante, hay una excepción más a esta regla. Si el índice alcanza un desplome del 20%, ya sea después de haber pasado por los dos primeros interruptores o solo por el primero, entra en juego el tercer y último freno. Aquí sí que se produce realmente el cierre de la negociación y el índice deja de marcar precio durante el resto de la sesión, con independencia de cuándo se produzca este descalabro.
A diferencia de lo que ocurre en los futuros, durante la sesión abierta de contado los frenos únicamente se activan a la baja. Por arriba, hay vía libre para los acelerones de cotización. Y es que el verdadero objetivo de estas barreras está en contener el pánico de los inversores, pero nunca la euforia por cuestión de su propio origen.
En este punto, cabe señalar que estos interruptores se diseñaron hace 33 años, tras el ‘Lunes Negro’ del 19 de octubre de 1987, cuando el Dow Jones llegó a desplomarse un 22%. Al principio, según comentan los brókeres consultados, no eran tan sofisticados como hasta ahora ni constaban de tantas etapas.
Origen y copias
La principal revisión de estas barreras tuvo lugar a raíz del conocido como ‘Flash Crash del 2010’, cuando en unos pocos segundos de negociación el Dow Jones volatilizó un 10% de su valor allá por mayo de aquel año. Otras plazas bursátiles han copiado este sistema y lo han implementado en sus índices de referencia.
Algunos mercados en los que existen mecanismos similares son el brasileño Bovespa, donde la negociación se suspende durante media hora si se registran caídas del 10%, y el indio Sensex, donde hay parones de 15 minutos si se producen caídas o -aquí sí- rebotes del 10% y el 15%. El cierre total llega para el selectivo de referencia de la Bolsa de Bombay si se alcanzan variaciones del 20%.
En los mercados continentales chinos, las normas son muy variadas y, hasta la última reforma promovida por Pekín para facilitar la inversión extranjera en sus compañías cotizadas, arbitrarias. Actualmente, la norma establece que el índice CSI 300, que incluye en su cesta las 300 acciones de mayor capitalización de las bolsas de Shenzhen y Shanghái, haya una parada temporal al alcanzar variaciones del 5% y un bloque total al llegar al 7%.
Por lo que se refiere a las bolsas europeas, la mayoría no cuentan con estos sistemas de freno automático. En su lugar, se aplican normas sobre la contratación de valores concretos cuando los volúmenes de las órdenes a un lado de la ventanilla de compraventa son muy superiores a los que se registran del otro lado. Esta situación genera cuellos de botella y complica los cruces.
Lo habitual a esta orilla del Atlántico es que se inhiba la cotización del valor o valores en concreto. De inmediato, se procede a una subasta similar a las de apertura o cierre de manera que las órdenes puedan reajustarse y proceder con la negociación con saltos de precio más comedidos.