Muchos son los aforismos que recomiendan no mezclar amistades con negocios. Sin embargo, esta máxima no es aplicable si se habla de españoles e inversión. En plena crisis del coronvirus, han recurrido a sus familiares para ver qué hacer con sus ahorros con mayor frecuencia de lo que ya acostumbraban. Y hasta cuatro veces más de lo que han consultado a un asesor independiente.
Un 23,3% de los españoles reconoce que sus decisiones de inversión a lo largo del primer trimestre del año las ha tomado con base en el consejo de un familiar o amigo. El porcentaje, según cifras recopiladas por JP Morgan Asset Management, alcanza a casi una cuarta parte de la población del país, pero es que además es 120 puntos básicos superior a lo que reconocían al cierre del año pasado.
El amigo que presume del ‘pelotazo’ que pegó con un chicharro de bolsa o ese cuñado que cada vez que puede hace gala del ‘chollo’ de piso que se compró en Marina d'Or, se colocan entre las fuentes más fiables para los españoles a la hora de invertir. Unas conclusiones que coinciden con las que otros estudios en esta misma línea han arrojado en los últimos tiempos.
El cuarto poder
Aunque no hay que desdeñar las siempre sabias palabras de los padres o de aquel primo que trabaja en un banco de inversión, resulta significativo que solo un 5,7% de los españoles escucha a un asesor independiente antes de decidir qué hacer con sus ahorros. Menos de los que dicen guiarse por la web o aplicación de su banco, que son un 6,8%, según el estudio.
Por si fuera poco significativa esta escasa recurrencia a profesionales del sector, cabe mencionar que antes de la irrupción del coronavirus este porcentaje era ligeramente superior. Y que, además, son más los españoles que reconocen decidir sus inversiones con base en informaciones publicadas en prensa económica, ya sea digital o impresa.
Hasta un 6,7% de la población nacional se deja guiar por publicaciones especializadas, según el estudio realizado por la gestora de JP Morgan.
Con los datos recabados por la firma estadounidense, se puede concluir que solo un 0,4% de los españoles asegura tomar sus decisiones de inversión guiados únicamente por su propio criterio. Un porcentaje que se amplía hasta el 6,9% de los inversores nacionales si se contabilizan los que dicen haberse informado previamente consultando páginas web, foros y artículos especializados en redes sociales.
El banquero 'de toda la vida'
Por encima de todas estas fuentes de consejo para invertir está el que lleva siendo el asesor de cabecera ‘de toda la vida’ de los españoles: su banquero de confianza. Un 42,2% de los ciudadanos nacionales asegura que el asesor de su banco es quien guía sus inversiones, de manera que se colocan con holgura por encima de los familiares.
A pesar de escándalos pasados relacionados con la mala comercialización de ciertos productos de ahorro o inversión, como las conocidas participaciones preferentes, la banca sigue siendo líder. En este sentido, no se trata solo de la alta bancarización, sino que también juegan a favor de este modelo los esfuerzos de las entidades financieras por implementar las mejores prácticas de gestión y asesoramiento, por ganar transparencia y por adaptar sus intereses a los de sus clientes.
Incluso con todas estas guías, solo el 16,5% de españoles declara marcarse objetivos financieros y planificar un esquema de ahorro e inversión para conseguirlos, reflejan las conclusiones recabadas por la gestora de JP Morgan. Tanto es así que, a pesar de que las principales firmas de inversión consideran que es el momento de buscar y aprovechar oportunidades de valoración, los ciudadanos del país están considerando reducir sus inversiones en todas las clases de activos.
La todavía generalizada falta de guía por criterios profesionales independientes podría explicar las crecientes cifras de depósitos bancarios que se conocen mes tras mes y que han engordado con fuerza en los meses del confinamiento.
En este sentido, el estudio refleja que un abultado 88,1% de los ahorradores españoles reconoce tener dinero en este producto a pesar de la ausencia de rendimiento alguno. Una consecuencia más de los tipos negativos implementados por el Banco Central Europeo (BCE).