Cuando pensamos en ciclos lo hacemos con la convicción de que son fases que se suceden en el tiempo que, además de repetirse, lo hacen con un cierto orden. Entendemos la vida como una sucesión de etapas cuya apreciación más holística se compone de nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte, tras la cual da comienzo una nueva.
El ciclo económico no es una superposición de períodos en los que se aplica la razón de que tras uno bueno viene uno malo. Los ciclos son una concatenación de movimientos en los que cada uno es causante del siguiente.
Paulo Coelho afirmó que “no hay victoria ni derrota en el ciclo de la naturaleza: hay movimiento”, una cita que nada tiene que ver con lo que sucede en los mercados financieros, pues el inversor tiende a identificar la victoria con la fase alcista y la derrota con la bajista.
La autocomplacencia
Por ese motivo la naturaleza humana lleva al inversor a instalarse durante más tiempo en las fases de optimismo. Incluso aunque ello suponga negar la realidad.
El conocido gestor de Cambria AM, Meb Faber, resume de la siguiente manera los últimos doce meses -la última fase- de la economía americana:
- El desempleo aumentó del 4% al 13%.
- La Fed bajó sus tipos del 2,4% al 0%.
- El PMI se fue a 43 desde 52.
- El oro subió un 30%.
- La volatilidad se fue por encima del 40%.
- Las valoraciones son un 10% más caras frente a su historia.
- En "algún lugar" hubo una pandemia letal.
- El S&P subió un 14%.
Todos sabemos qué ha ocurrido en el muy corto plazo después de dibujar la famosa “V” que ha generado la contracción y expansión más violenta, y menos coherente, de toda la historia.
En los ciclos hay un elemento de impacto imponderable, pero a la vez determinante, como son las emociones. Howard Marks describe los ciclos como un péndulo que se mueve de extremo a extremo compuesto de distintas fases.
Movimientos pendulares
El movimiento pendular describe una amplitud variable pero siempre muestra reversión a la línea de tendencia estructural que en el caso de las bolsas, desde un punto de vista histórico, es alcista. Sin embargo en esta teoría algo falla.
En una distribución normal podríamos decir que el 95% de la historia financiera discurre dentro de dos desviaciones estándar y todo lo interesante ocurre fuera de esas desviaciones. La aparición del Covid-19 nos ha llevado de punto a punto a ese 5% de la distribución que abarca el riesgo de cola por lo que desde ese extremo de riesgo la reversión a la media habría tenido lógica.
Sin embargo, lo que hemos presenciado carece de toda lógica financiera si volvemos a la descripción de Faber porque a una caída del 35% del S&P le ha sucedido una irracional subida de casi el 47%.
¿Cómo se explica ese rápido desplazamiento? De nuevo, por las emociones. Los inversores son innegablemente irracionales pues se dejan llevar por la pasión, como prueba el hecho de que la mayor parte del tiempo el mercado se pasa celebrando acontecimientos positivos en lugar de equilibrar el péndulo en un feliz punto medio.
Too big to fail
Si hemos vuelto a la fase optimista del péndulo la pregunta que emerge es qué beneficio adicional se puede obtener si cada vez que se llega a la fase positiva se intenta alargar de forma irracional.
Y es que lo que se está haciendo con un S&P tan caro y con tan baja visibilidad es comprar los argumentos más inverosímiles como que la economía sigue el mismo movimiento pendular que unas histéricas bolsas. Las bolsas suben con independencia de lo que ocurre en la economía. Si hay bonanza económica, suben. Si hay recesión... también suben.
Vivimos un momento eufórico en el que todo vale y en el que a los prudentes se nos llama pesimistas. Sin embargo, la avaricia por recuperar las pérdidas está generando cada vez más tensión en torno a la idea de que tarde o temprano va a corregir la tendencia, provocando que el movimiento pendular oscile con mayor violencia de extremo a extremo. Algo de lo que acabamos de ser testigos.
En el excelente Too big to fail, Andrew Ross Sorkin recoge las palabras del CEO de Citigroup -Charles Prince- cuando en vísperas de la mayor crisis financiera que ha conocido el hombre, afirmó “cuando la música se detenga las cosas serán complicadas. Pero mientras suene la música, debes levantarte y bailar”.
Catorce años después se podría decir que el árbol se sigue abonando porque las emociones del inversor le hacen creer que su copa llegará hasta el cielo.