La industria de los fondos de inversión ya estaba en plena transformación antes de la aparición del coronavirus. La crisis sanitaria ha actuado como un acelerador en este cambio hacia las inversiones ESG. Para analizar esta integración de estos principios en las compañías Invertia | El Español ha organizado un evento con Natixis IM sobre el futuro de la inversión sostenible.
Tras una primera etapa en la que las inversiones ESG se llevaban a cabo descartando aquellas compañías que promovían una visión con valores nocivos, ahora el valor de las inversiones ESG se basa mayormente en el impacto positivo que generan.
Nos encontramos en una "fase en la que buscamos a las compañías mejor preparadas para generar un impacto positivo en la sociedad", ha destacado Sophie del Campo, directora general para Iberia, Latinoamérica y US Offshore de Natixis Investment Managers, durante su intervención.
Con esto se deja atrás el antiguo debate sobre si la inversión sostenible era más o menos rentable que la inversión tradicional. A día de hoy carece de sentido mantener una discusión en esos términos, pues se ha mostrado que los proyectos de inversión ESG compiten en igualdad de condiciones que los de perfil tradicional.
Estas inversiones sostenibles pretenden generar un impacto positivo más allá del momento justo de la inversión. En sentido, Juan Luis García Alejo, director general de Andbank Wealth Management SGIIC, ha destacado que "con esa visión a largo plazo, las inversiones ESG son un caballo ganador. Son capaces de mostrar esos efectos positivos". Por ello, estima que en los próximos meses, todas las carteras habrán incorporado los criterios ESG en la toma de decisiones de inversión.
En este contexto, el coronavirus ha servido para impulsar esta transición. Sobre esto ha querido llamar la atención Ignacio Perea Fernández-Pacheco, director de Inversiones de Tressis SV: "En los años anteriores el foco se puso en el medio ambiente. Y el COVID ha puesto el foco en el ámbito social, el empleo, el crecimiento inclusivo. Este ha sido el impulso más grande por la parte social".
Es decir, se pone el foco en cada una de las siglas del concepto de la inversión sostenible (ESG). "La industria se ha enfocado en la E de medio ambiente, pero ahora va a ser clave la S de social y la G de Gobernanza", ha analizado Carlos Garay Gómez-Arroyo, responsable de ISR de Sabadell Urquijo Gestión.
¿Cómo es el inversor ESG?
Al contrario de lo que se puede pensar, el perfil del inversor que se guía por los valores relacionados con la sostenibilidad es bastante amplio. No se limita a los inversores institucionales, como puede ser un gran fondo de inversión o una compañía de seguros.
"Desde la aparición de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es un perfil muy abierto. No es para nada algo de nicho. Es bueno para cualquier cliente que busca el binomio entre los valores y la rentabilidad", explica García.
Las empresas del sector se esfuerzan especialmente por enseñar al cliente este tipo de inversión como una forma cartera igual de válida. Esto pretende corregir la situación de anteriores años en las que "el cliente final no sabía que existía este tipo de productos", como indica Garay.
Precisamente por esto han coincidido los panelistas en destacar la importancia de transmitir al cliente final las posibilidades de los proyectos ESG. Se ve imprescindible ver de qué manera se "acerca la inversión sostenible al cliente final". Por ello, Perea ha querido destacar la importancia de "mostrar al cliente cuál es el impacto positivo que se produce en el entorno". Para lograr esto, es posible recurrir a sistemas como la huella de carbono, que permite mostrar el efecto transformador.
La importancia de medir
Para ello se vuelve necesario ser capaces de establecer mecanismos que midan el impacto. "Es una manera visual de mostrárselo al cliente y además tendrá un impacto positivo en la sociedad", subraya Del Campo. De esta forma, se puede establecer una comparación entre los efectos de las inversiones sostenibles frente a las tradicionales.
Por otro lado, los ponentes han coincidido en la importancia de establecer un "lenguaje común", que permita sentar las bases sobre las que homogeneizar conceptos y maneras de evaluar, para que todos los actores implicados cuenten con los mismos estándares a la hora de valorar.