El Ibex 35 se adentra en la recta final de este año del coronavirus como el peor índice de toda Europa Occidental. A estas alturas, acumula pérdidas del 28% que basta comparar con el 22% que cae el vecino PSI 20 portugués para percibir su gravedad. ¿A qué se debe este castigo? Los expertos identifican hasta cinco factores que actúan como un lastre sobre el selectivo español.
No hace falta cruzar el Atlántico para encontrar comparativas tan hirientes como las que arrojan índices como el Nasdaq, que suma un 38% en el año. El OMX Copenhagen 20 danés sube un 25% desde enero y el DAX alemán limita sus pérdidas anuales al 5%. El Ftse MIB italiano, referencia bursátil de otra economía periférica y duramente azotada por el coronavirus, limita su retroceso anual a un 16%.
Los analistas atribuyen el mal lugar en el que queda el Ibex 35 frente a sus comparables a la composición y ponderación del propio índice antes que a ningún otro factor. Este es el primero y más repetido de los cinco motivos que apuntan los expertos cuando se les pregunta qué es lo que está pasando una factura tan abultada al selectivo español.
“Fuera de moda”
En este sentido, el índice carece de presencia tecnológica más allá de Indra y Amadeus, que ni siquiera alcanzan un 6% en la cesta ponderada del indicador. Y, encima, el segundo forma parte del penalizado sector turístico, cuya actividad sigue duramente limitada por el alcance de la pandemia.
Tampoco la reciente inclusión de compañías farmacológicas como Almirall o PharmaMar y de renovables como Solaria han conseguido quitar este sambenito al Ibex 35. Si acaso, como mucho, lo han aliviado, ya que estos sectores tan solo suman un 3,9% y un 3,6% respectivamente en el índice.
Estas cifras son muy distintas a las que arrojan las energéticas tradicionales, que pesan un 27,4%, y los seis bancos que forman parte de su cesta, que suponen un 17,3% del indicador. Estos son los porcentajes que Antonio Aspas, socio de la gestora Buy & Hold, concreta en que “dominan sectores castigados y que están fuera de las modas de inversión actuales”.
Y el experto va a más cuando señala directamente a la banca. “El dinero va por sectores en esta crisis; y el de la banca -que tanto pesa en el Ibex 35- es uno de los más penalizados. No se salva ni Bankinter que tiene unos números más sólidos y se ha quedado al margen de todas las polémicas que últimamente han salpicado al sector”, comenta.
El lastre turístico
Este mapa sectorial tiene en parte su origen en el peso que determinados sectores tienen en la economía española, que es precisamente otro de los factores a los que apuntan los expertos. El segundo.
Aunque los índices bursátiles nacionales son cada vez menos un reflejo de la economía doméstica por la internacionalización del negocio de las empresas que los componen, esto sigue pesando en su representatividad sectorial. Y, añaden los analistas, también en el criterio de los inversores a la hora de distribuir su cartera.
El director de inversiones de Diaphanum, Miguel Ángel García, señala que “el sector turístico se ha hundido literalmente y el energético también por la reducción de la movilidad que ha provocado una fuerte caída del petróleo”. Dos de las grandes patas de la economía española han quedado, por tanto, cojas con la irrupción de la pandemia.
Mientras no llegue “la vuelta a la normalidad en actividades que implican contacto social” y regrese la plena movilidad de la población, García considera que la bolsa española seguirá pagando el reflejo de una economía “especialmente dependiente de la aprobación de una vacuna”. Y es que solo el tan golpeado turismo es responsable de un 12% del PIB español y de un 10,5% de la cesta ponderada del Ibex 35.
Segunda ola
Este es precisamente uno de los factores que más ha influido en que varias instituciones señalen a España como una de las economías donde el azote de la epidemia tendrá consecuencias más nefastas. Desde el aviso de la OCDE allá por junio en el que señaló al país como el más penalizado de sus miembros si llegaba una segunda ola de contagios en otoño, las advertencias se han sucedido.
La más ha reciente ha sido la de la Comisión Europea, que ha dirigido hacia España su previsión más pesimista para el cierre del año. Desde Bruselas se anticipa una caída del PIB del 12,4%, la más pronunciada de toda la Unión Europea y sensiblemente más allá de lo que el Gobierno asume en sus propias estimaciones.
Con estos constantes señalamientos, unos números de contagios y fallecimientos que no paran de crecer y unas medidas de restricción social y cierres sectoriales que no paran de multiplicarse, “el panorama no es el mejor para invertir”, reconoce el directivo local de una firma de inversión estadounidense.
Si bien la situación en otros países europeos tampoco es demasiado envidiable en este aspecto, sí que las últimas hornadas de previsiones macro les conceden una mayor resiliencia. Esta combinación de un imparable avance de la epidemia con un impacto más notable que en otras latitudes es el tercer factor de retroceso que los expertos señalan para el Ibex 35.
El factor Moncloa
En ambos casos, el factor político tiene un papel importante. Si ya en febrero, antes de la llegada a Europa del que entonces se denominaba ‘virus de Wuhan’, los grandes inversores de todo el mundo aconsejaban evitar la inversión en España, según señalaba la Encuesta Global de Gestores de Bank of America, esas reticencias han persistido en el tiempo.
Las incertidumbres iniciales en torno al Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos siguen presentes tiempo después de su constitución. Ignacio Cantos-Figuerola, director de inversiones y renta variable de atl Capital, explica que “el tema político también influye negativamente en el Ibex”. En este sentido, comenta a Invertia que -sin ser el factor más determinante- el gabinete que encabeza Pedro Sánchez “es percibido como poco alineado con las tesis europeas”. “Hasta populista”, explica.
Dentro de este factor, el cuarto al que señalan los expertos, conviene recordar que el Ibex 35 retrocedió a mínimos de un mes el día en el que el Gobierno presentó las líneas maestras de su proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE). Un programa plagado de subidas de impuestos y reducciones de exenciones fiscales que vio la luz hace apenas dos semanas.
Para el responsable de inversiones de Diaphanum, “el Gobierno no transmite seguridad a los inversores nacionales ni extranjeros”. En su opinión, “las inversiones en vez de realizarse en empresas españolas se están realizando fuera de España, con lo que el flujo de dinero se ha reducido”, lamenta el experto.
Carteras a refugio
Con esta colección de palos en la rueda para la remontada del Ibex 35, se suma un quinto y último factor: la búsqueda de refugio inversor. Un reciente estudio de JP Morgan AM señalaba que la confianza del inversor español había caído hasta niveles de los años 2011-2012, en pleno pico de la crisis de deuda periférica europea.
Esta marca que el banco estadounidense usa como termómetro para evaluar la predisposición a la inversión de los españoles se quedó en 2,91 puntos negativos en su última lectura. Una cifra que, además, suponía encadenar cinco trimestres en negativo y, por extensión, un rejonazo más para el Ibex 35. Y es que los españoles son tremendamente domésticos con sus carteras de inversión.
Además, a diferencia de lo que pasó en la referida crisis de deuda en Europa, esta vez los inversores cuentan con el amplio y decidido respaldo de los bancos centrales. Una diferencia que, en muchos casos, los está impulsando a refugiarse en el mercado de renta fija.
Así lo confirma el hecho de que la rentabilidad de los bonos españoles a diez años esté entrando en zona de mínimos históricos. Y no hay que olvidar que el precio de estos papeles de deuda soberana se mueven a la inversa que sus tipos, es decir, que están cotizando en línea con sus registros más caros. Una brecha abismal con respecto a lo que está ocurriendo en la bolsa.
La continuidad de los tipos de interés en mínimos sigue impulsando esta dicotomía. “El peso del Ibex 35 en valores financieros es muy grande y, aunque nuestros bancos no están tan mal, pasa factura el que se planteen tipos negativos para los próximos ocho años o más en medio de una recesión incierta que amenaza con una subida de la morosidad”, remarca Cantos-Figuerola.
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