La rotación de carteras se acelera. Los grandes inversores se han lanzado a posiciones de riesgo como nunca antes en la historia. Una estrategia con la que persiguen conseguir la rentabilidad que el 2020 de la pandemia les negó, pero que amenaza con multiplicar las probabilidades de un pinchazo del mercado si la recuperación económica no llega con la velocidad y el ímpetu esperados.
Actualmente, una cuarta parte de los grandes gestores internacionales de carteras reconoce haber asumido “más riesgo de lo normal” con sus posiciones de inversión. Un 25% que nunca antes se había alcanzado y supera con más que holgura el anterior máximo histórico registrado en este indicador que mide lo fuera o dentro que están los grandes inversores de su zona de confort habitual.
Así se desprende de datos recopilados por Bank of America entre más de 220 gestores responsables de carteras que aglutinan cerca de 540.000 millones de euros. De ellos, más de 55 reconocen haber ido más allá de lo habitual en su búsqueda de rentabilidad. Un paso al frente para el que se han convencido señalando a las previsiones de recuperación económica más optimistas, como también refleja el estudio.
Convencidos de la 'V'
En este sentido, a pesar de los efectos que la tercera ola de contagios ha tenido en la mayoría de economías desarrolladas en los últimos meses, ahora son más que en noviembre -cuando las primeras vacunas contra la Covid-19 vieron la luz- los que consideran que habrá una recuperación económica en forma de V. Concretamente, un 34% señala ahora hacia una remontada completa frente al 20% que apuntaba a esta posibilidad hace tres meses.
Más allá de este optimismo en torno a la evolución de la economía global, los grandes inversores también han contado con otro aliciente para traspasar lo que en otros momentos hubieran sido líneas rojas para su cartera. Aquí aparecen los escasos rendimientos, cuando no negativos, que ofrecen activos considerados de menor riesgo, como un ingente y cada vez mayor volumen de emisiones de renta fija de alta calidad crediticia.
Con todo ello, el paso al frente ha sido más que considerable, pues hace solo un mes los gestores que reconocían haber asumido riesgos por encima de sus costumbres se quedaban en el 19%. Y aquello ya superaba el anterior máximo histórico registrado para esta cuestión en la Encuesta Global de Gestores de Bank of America, que se situaba en el 16% señalado en noviembre de 2017.
En la serie histórica señalada por el estudio, el pasado agosto fue el primer mes en el que los gestores comenzaron a asumir para sus carteras posiciones más arriesgadas de lo que venían acostumbrando en su trayectoria. Desde entonces, la necesidad de aportar rendimiento a los partícipes y la creciente confianza en la recuperación ha ido engordando este porcentaje.
Fuera de la zona de confort
Ante esta situación, el riesgo de complacencia es lo que multiplica las posibilidades de que un eventual pinchazo en los mercados tuviera magnitudes muy indeseadas. Sobre todo por la posible generación de cuellos de botella -como los vistos en marzo- si las manos fuertes del mercado decidieran volver al unísono a perfiles de riesgo más moderados.
En este sentido, conviene tener presente el consejo repetido hasta la saciedad por los asesores financieros de optar siempre por carteras de inversión bien adaptadas al perfil de riesgo aceptable en cada caso. Una máxima que algunas manos fuertes del mercado podrían haberse saltado últimamente confiando en que las condiciones macroeconómicas futuras justificarían su actual posicionamiento.
Todo esto no es otra cosa que la extrapolación a gran escala de lo que ha ocurrido anteriormente entre muchos ahorradores minoristas que han pegado el salto a la inversión. A veces a través de herramientas poco convenientes para su perfil por los riesgos asumidos en según que activos o productos. Así lo han alertado en los últimos meses diferentes supervisores del mercado y no solo por la creciente fiebre inversora en torno al bitcoin.
Estos datos de sobrexposición al riesgo vienen a respaldar las tesis de Víctor Alvargonzález. El asesor independiente y fundador de Nextep Finance asegura que el “tercer movimiento de la gran rotación de carteras” ya estaría en marcha.
Después de la incorporación de las bolsas europeas a la tendencia alcista que ya venían marcando otras plazas y de la rotación sectorial y hacia smallcaps, llegaría el momento de lo que el experto denomina “fase institucional”. Y no es otra cosa que la salida del dinero de los grandes inversores desde los refugios en los que “hasta ahora estaba cómodamente sentado”.
Aquí cobran especial importancia los bonos de perfil menos arriesgado, que habían conseguido aportar rentabilidad por la vía de la progresiva mejora de precio que habían impulsado los planes de compra de los bancos centrales. Una idea en la que abunda Diogo Gomes, responsable de relación con inversores de UBS AM Iberia.
Retirada de los bonos
En un reciente análisis coincidía con las advertencias de otras muchas firmas de inversión de cara a este 2021 al subrayar que “la capacidad de los bonos de los mercados desarrollados para proteger las carteras de las disrupciones del crecimiento se ha visto perjudicada” en los últimos tiempos. Y señala dos motivos: el bajo nivel de sus rendimientos y la continuidad de los tipos oficiales en mínimos históricos.
Mientras tanto, según los datos que maneja el banco estadounidense de inversión, el porcentaje de asignación de los grandes gestores a liquidez se queda en mínimos de los últimos ocho años. Y no solo eso, sino que la renta variable y las materias primas suman hoy por hoy más que en la última década.
Todo ello da lugar a una estructura de inversión construida sobre el convencimiento de que no se está gestando ninguna burbuja de valoración. Solo un 13% de los gestores apunta actualmente a este riesgo que se convertiría en pesadilla en el caso de las amables previsiones que se prometen se truncasen con un inesperado traspié de los bancos centrales o una cuarta ola de contagios imposibles de descartar por completo.