La actividad de fusiones y adquisiciones se ha disparado en los últimos meses. Desde que empezó el año se han formulado cinco opas solo en la bolsa española y una operación de absorción. Una promesa de lluvia de millones que se repite en otras muchas plazas y ha animado a un creciente ejército de inversores a adoptar estrategias oportunistas para intentar empaparse de ella.
Mientras la incertidumbre sigue gobernando los mercados y los activos más defensivos aseguran una rentabilidad raquítica en el mejor de los casos, arañar las primas de valoración con las que suelen formularse estas opas se ha convertido en un codiciado reclamo. Por si fuera poco, los analistas subrayan la escasa correlación de esta estrategia con otras fórmulas de inversión en un mercado de renta variable que sigue pendiente de despejar muchas incertidumbres.
Además, los gestores prevén que el acelerón en la formulación de operaciones corporativas de los últimos meses pueda ser tan solo un aperitivo de lo que está por venir. Un reciente estudio de KPMG considera que un 37% de las empresas españolas tiene previsto embarcarse en una transacción de este tipo en los próximos meses.
Más datos y menos precio
En este sentido, a la alfombra roja que el impacto del coronavirus ha supuesto para reducir el precio de compra de algunas ‘joyas’ se suma el que ahora las compañías comienzan a contar con un cuadro económico completo de lo que ha supuesto la Covid-19 para su negocio.
En otras palabras, las eventuales due diligence disponen ahora de más datos y de mejor calidad a la hora de planificar una operación de compra antes de que se termine concretando en una oferta formal. De este modo, los precios propuestos pueden ser algo más ajustados mientras que la distancia restante hasta cotizaciones previas al estallido de la pandemia sigue permitiendo primas atractivas desde el punto de vista del accionista.
Un factor más para decantarse por disponer parte de la cartera de inversión en estas estrategias es la continuidad de los bajos tipos de interés, que permiten a las empresas conseguir capital para financiar estas operaciones corporativas a un coste razonable. Mientras que en EEUU no se contemplan subidas de las tasas de referencia hasta 2023, en la Eurozona ese horizonte sigue pareciendo incluso demasiado inmediato.
Desde la gestora francesa Lyxor, del grupo Société Générale, en un informe se apunta que incluso los recientes episodios de injerencia política en la formulación de estas operaciones “no son ninguna novedad”. Las guerras comerciales llevan un tiempo siendo una amenaza para el cierre con éxito de estas transacciones, pero “el abanico de oportunidades” sigue siendo muy amplio para los inversores, explica.
Fondos de arbitraje
Los asesores consultados consideran que una de las fórmulas más convenientes para participar de esta lluvia de millones es tomar posiciones en fondos especializados. Estos suelen identificarse por llevar en el nombre las siglas M&A, de fusiones y adquisiciones en inglés, o bien las palabras Merger Arbitrage, en alusión al arbitraje de posiciones ante una fusión.
A través de esta fórmula, el inversor evita tener que elegir directamente en qué valores apostar a la espera de una oferta. A la par, se consigue que, con el mismo capital, se consiga una mayor exposición a más posibles transacciones.
Más allá de hacer una apuesta equivocada o por una operación que no termine de consumarse, ha quedado demostrado en múltiples ocasiones que a menudo el mercado llega a descontar precios más altos que los que finalmente se desembolsan.
Especialmente, cuando lo que se busca es una guerra de contraopas.
Desde Luna Sevilla Asesores Financieros, el socio y cofundador de la firma, José María Luna, apunta al GAMCO Sicav Merger Arbitrage en su clase euros como su opción favorita. Destaca que se trata de “un producto curioso porque solo invierte en operaciones que ya han sido anunciadas en lugar de especular con posibles transacciones, como hacen otros”.
La estrategia que usa el fondo es tomar posiciones largas en la compañía opada o que vende una parte o línea de su negocio y ponerse corto en la compradora, que suele sufrir ciertos recortes de precio al descontar la salida de capital que implica la operación. De este modo, se elimina en gran medida “el riesgo de que se rompan las negociaciones” por causas como las cuestiones políticas ya señaladas.
En el caso de la inversión directa, Eduardo Bolinches, analista de Invertia, considera que la mejor fórmula para el pequeño inversor es vender a precios de mercado una vez que se aproximan al señalado en el anuncio de la oferta. A su modo de ver, el dejar de cobrar unos pocos céntimos frente al importe señalado para la transacción se compensa con el “coste de oportunidad brutal” que tiene esperar hasta que la transacción se consume.
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