Facebook, cuya salida a bolsa fue muy discreta y tardó meses en dejar de hacer perder dinero a los que acudieron a ella, es una historia de éxito bursátil (+760% en 9 años y medio) además de empresarial.
Una empresa con unos costes muy limitados (no deja de ser una web) que ha crecido a tal velocidad que sus usuarios se cuentan por miles de millones, especialmente desde que Instagram y Whatsapp le pertenecen.
Vive de la publicidad que le pagan las empresas que quieren acceder a toda esa numerosísima cartera de clientes. Y le va muy bien desde hace muchos años.
Riesgos de un formidable negocio
El mayor riesgo es que alguien pueda hacerle la competencia. Especialmente porque se pase de moda.
Aunque la actual competencia está muy actoada: Apple en mensajería, Google y YouTube en publicidad y video, Tencent y Snap en mensajería y redes sociales, Bytedance y Twitter en redes sociales, y Amazon en publicidad.
También compite con empresas que ofrecen redes sociales regionales y productos de mensajería, muchos de los cuales tienen posiciones sólidas en determinados países.
A eso se añade que, al recibir prácticamente todos los ingresos de la publicidad, la pérdida de los vendedores, o la reducción en el gasto de los vendedores, pueden dañar el negocio.
Es por eso que Facebook siempre ha tendido a crecer, en la necesidad de mantener y mejorar sus marcas, y expandir la base de usuarios, comercializadores y desarrolladores para que los resultados comerciales y financieros no se vean perjudicados.
Es la típica empresa que o crece, o acabará muriendo, por eso está implicada también en la universalización del uso de internet y de redes wifi gratuitas. Y no parece que su techo esté cercano.
Otro riesgo son las infracciones de seguridad, el acceso incorrecto o la divulgación de datos de usuario, otros ataques de piratería y phishing en los sistemas de la empresa u otros incidentes cibernéticos pueden dañar su reputación y afectar negativamente al negocio.
Por supuesto, está el riesgo de Leyes y Normativas cambiantes en determinados países, y el obligado pago de sanciones. Famosa fue la histórica multa de 5.000 millones de dólares en 2019
También la pérdida de reputación debido a fallos en los productos del negocio: Demora de carga en las Apps, ataques de piratería, fallos en los servicios de terceros que utiliza la compañía para mantener su infraestructura de red, etc.
El mejor ejemplo lo pudimos ver con la caída durante seis horas de la semana pasada.
O los “ad-blocks”. Y es que, se han desarrollado tecnologías que pueden bloquear la visualización de anuncios, lo que puede afectar negativamente a los resultados financieros de quien vive de ellos.
Pérdida de imagen
Facebook, con sus 2.800 millones de usuarios, es dueña de WhatsApp (2.000 millones de usuarios) e Instagram (1.100 millones de usuarios). Pero aunque los crecientes pedidos para que se apliquen las leyes antimonopolio tienen sentido, esas tres plataformas serían gigantes incluso por separado. Separarlas tampoco resolvería el problema.
Desde que las empresas de tecnología desarrollaron sus primeros modelos de negocios, los datos privados de los usuarios se han convertido en su verdadera gallina de los huevos de oro. Las empresas venden perfiles psicográficos de los usuarios a los anunciantes y operadores políticos, quienes luego les envían contenidos manipuladores.
También hubo filtraciones de datos. En 2014, por ejemplo, la consultora política Cambridge Analytica recolectó información de los perfiles de más de 87 millones de usuarios de Facebook y luego intentó usarla para influir sobre los votantes.
Se permitió a Facebook –como a Google, Amazon y otras empresas de tecnología- desarrollar modelos de negocios basados en la vigilancia, que incluyen una incesante captura de datos personales —entre ellos, la ubicación geográfica— y la manipulación de los usuarios con contenidos hiperespecíficos.
Frances Haugen —que trabajaba como científica de datos en Facebook y denunció las prácticas de la empresa ante un subcomité del Senado de EE. UU.- afirmó que no podemos confiar en que las empresas de tecnología se autorregulen. "Casi nadie fuera de Facebook sabe qué pasa dentro de Facebook".
Steven Hill, exdirector de políticas del Center for Humane Technology, cree que para permitir que las plataformas digitales mantengan su papel beneficioso al tiempo que limitamos los daños que producen, los gobiernos debieran exigirles que obtengan "licencias para operaciones digitales".
Esto tiene gran cantidad de antecedentes: desde las tiendas de alimentos y las plantas de energía nuclear, hasta las instalaciones para la producción farmacéutica. Las empresas tradicionales deben obtener diversas licencias y autorizaciones antes de entrar en funcionamiento, especialmente para garantizar la seguridad de sus trabajadores y clientes, del medio ambiente y de la comunidad local.
De manera similar, para recibir una licencia para operaciones digitales, las empresas tendrían que cumplir ciertas condiciones. La primera sería obtener el permiso explícito de los usuarios antes de recopilar sus datos personales, mediante un sistema de consentimiento expreso que debe renovarse periódicamente
Un sistema de ese tipo reconoce que las plataformas como Facebook, Twitter y YouTube no son meramente "espacios públicos", sino también editoriales y emisoras. Tienen entonces mucho más en común con The New York Times, la BBC y The Sun de lo que muchos analistas están dispuestos a admitir.
De hecho, funcionan a una escala mucho mayor que la de cualquiera de esos medios de difusión. Facebook es el mayor medio de difusión de la historia y YouTube es el mayor emisor de contenidos visuales.
Un estudio detectó que unas meras 100 publicaciones con información falsa sobre la Covid-19 fueron compartidas 1,7 millones de veces y vistas 117 millones de veces en Facebook.
Facebook en bolsa
Muchos fueron los que afirmaron tras la caída de Facebook del pasado día 4 de octubre que sus acciones habían caído mucho, y que Mark Zuckerberg había perdido “nosécuantosmilesdemillones”. Pero lo cierto es que ese día en bolsa bajó más Twitter, que funcionó perfectamente, que Facebook.
Es más, la caída que llevaba en la sesión a las 17.40, cuando empezó el “apagón”, era superior a la que tuvo al cierre de las 22 horas españolas, cuando aún no se había resuelto el problema.
Y es que Facebook llevaba bajando en bolsa desde un mes antes, cuando marcó máximos históricos a comienzos de septiembre. Y sus caídas se habían acelerado por la inminencia de la comparecencia ante el Senado de la ya citada Frances Haugen.
Ademas de afirmar cosas tan duras como "Facebook daña a los niños, aviva la división y debilita nuestra democracia", filtró archivos en los que basa sus denuncias.
De momento, Facebook sube en 2021 más de un 20%, superando a los índices en los que cotiza. Aunque desde sus máximos ha perdido un 14%, mucha mayor corrección que la que han tenido los índices.
Digamos que su tendencia es claramente alcista pero pasa apuros en el corto plazo. La cuestión es si las últimas noticias pueden hacer una mella real en su gran desempeño bursátil.
Imposible saberlo pero el riesgo de que el descrédito le haga perder usuarios y, sobre todo, que los estados actúen contra ella para reducir su actitud monopolística y su evidente falta de escrúpulos para conseguir clicks, es suficiente motivo como para estar alerta en este valor.