El límite de la deuda mide el volumen máximo de endeudamiento que el Tesoro de EE.UU. puede tener en un momento determinado, el cual no puede sobrepasar. De ahí que se le llame techo. Sin embargo, sus sucesivas ampliaciones llevan a que hasta la palabra resulte irónica.
Es, en definitiva, una medida más de control de las cuentas públicas del Gobierno por el Congreso.
El Congreso votó en julio de 2019 suspender el límite de deuda hasta el 31 de julio de 2021. Así, el pasado 1 de agosto se restableció en un importe igual al límite previo, de 22 billones de dólares, más la deuda acumulada desde entonces, que se eleva a 6,4 billones, lo que sitúa este límite, por tanto, en 28,4 billones.
Cuando se alcanza el límite de deuda, como es el caso actualmente, el Tesoro utiliza medidas extraordinarias con el fin de obtener capacidad de financiación temporal para cumplir con las obligaciones contraídas hasta que se logre un nuevo acuerdo para la ampliación del techo en el Congreso.
Estas medidas se refieren, por ejemplo, a la suspensión de las aportaciones y las reinversiones de títulos emitidos para varios fondos de jubilación de funcionarios públicos, para el fondo de beneficios de salud de los jubilados del Servicio Postal y la interrupción de las aportaciones al fondo para la estabilización del tipo de cambio.
Estas acciones han proporcionado un colchón de fondos que se suma a que el Tesoro de EE.UU. cuenta con un remanente de liquidez que tiene depositado en la Reserva Federal y que el día 2 de agosto se elevaba a 540.000 millones de dólares.
Por todo ello, aunque el límite ya se alcanzó, se calculaba que el Tesoro de EE.UU. debería ser capaz de financiar todos sus gastos, al menos, hasta finales de octubre. De ahí la urgencia por aprobar un nuevo techo de deuda este mes.
La votación de esta semana
La Cámara de Representantes aprobó este martes un aumento a corto plazo del límite de endeudamiento del gobierno. Una votación que quedó 219 contra 206.
Se evita la amenaza de una calamidad financiera inmediata, pero prepara el terreno para otra confrontación partidista sobre la deuda y el gasto en menos de dos meses ya que es una solución temporal.
Se calcula que hasta el 3 de diciembre llegarán los nuevos fondos, aunque potencialmente, y con las medidas extraordinarias similares a las tomadas desde agosto, podría alcanzar hasta principios de enero o incluso febrero, según los analistas dado que el ritmo de consumo de efectivo del departamento es más lento ahora que el año pasado, cuando las necesidades de gasto por la pandemia eran agudas.
El presidente del Comité de Reglas de la Cámara, Jim McGovern, dijo que la votación, por ahora, evita “una catástrofe autoproducida y totalmente evitable” mientras los legisladores pueden trabajar en un plan a más largo plazo.
El proyecto de ley restablecerá las llamadas medidas extraordinarias del Tesoro, que han estado evitando un incumplimiento de pagos federales desde que el techo de la deuda volvió a entrar en vigor a principios de agosto, tras una suspensión de dos años.
El departamento, por ley, debe reponer las cuentas a las que se había recurrido para hacer frente a los pagos. Pero se calcula que, a principios de noviembre, es probable que el Tesoro tenga que volver a iniciar su rutina de medidas extraordinarias.
El líder republicano del Senado, Mitch McConnell, ya ha señalado que se avecina otra batalla cuando se cumpla el plazo del techo de la deuda en diciembre. En una carta enviada la semana pasada a Biden, McConnell dijo que los republicanos del Senado ayudaron a evitar la crisis inmediata, pero advirtió que no cooperarán con los demócratas para volver a elevar el límite.
Paripés políticos
Pocos dudan que se acabará llegando a un acuerdo dado que la alternativa sería desastrosa, tanto para la economía del país como para la intención de voto del partido que sea considerado culpable de haber llegado a ello.
Hay que recordar que el Tesoro nunca ha llegado a agotar estas medidas extraordinarias antes de que se produjese un acuerdo legislativo de ampliación del límite de deuda.
De las 78 ocasiones que una situación de este tipo ha sucedido desde 1960 siempre se ha conseguido, finalmente, aumentar permanentemente el límite de deuda, extenderlo temporalmente o revisar su definición, aunque en algunas ocasiones, antes de cerrarse un acuerdo, el Gobierno se ha visto obligado a cerrar parcialmente la Administración durante unos días (shutdown).
Lo que hay detrás del actual debate entre demócratas y republicanos es la crítica de éstos a la política económica de Biden que se sustenta en un aumento del gasto público enorme. Es lógico suponer que los republicanos esperan, con estas medidas de presión, recortarlo más que llevar al país a la suspensión de pagos.
Por otra parte, ocurrió algo similar la última vez que un presidente republicano pidió ayuda a los demócratas para elevar el techo de deuda, si bien en esa ocasión los demócratas, en lugar de criticar el gasto de la administración republicana, lo hicieron por la bajada de ingresos debida a los recortes de impuestos.
En el caso poco probable de que el Congreso no llegase a un acuerdo, las implicaciones serían muy variadas y, sin duda, bastante negativas. Como recuerdan los analistas de Caixabank Research: “En primer lugar, se podría poner en cuestión la propia solvencia del país, lo que debería tener su efecto sobre los títulos de deuda pública estadounidense.”
En concreto, las dificultades en alcanzar un acuerdo en 2011 sobre la ampliación del límite de deuda llevaron a Standard & Poor’s a rebajar el rating de EE.UU. desde AAA a AA+, movimiento que no se ha revertido hasta el momento actual.
“En segundo lugar, de prolongarse esta situación, generaría un aumento de la inestabilidad, muy contraproducente en un entorno todavía incierto por las repercusiones que está teniendo la crisis sanitaria y por los elevados volúmenes de endeudamiento.”
Consecuencias en los mercados
Hasta el momento, los episodios de tensión tras alcanzarse el techo de deuda no han tenido una importante repercusión.
“Tras analizar los tres últimos episodios en los que las tensiones por este motivo fueron especialmente relevantes (noviembre de 1995, mayo de 2011 y enero de 2013), no se observa una reacción apreciable de los mercados financieros que pueda atribuirse a este factor", comentan desde Caixabank Research.
Incluso en 2011, cuando S&P bajó el rating de EE.UU., la rentabilidad del bono de EE.UU. a 10 años cayó en lugar de subir. Y el episodio de caídas en Wall Street (una corrección del 5,7% en el S&P500) se debió más al contagio de la crisis de deuda soberana europea de entonces, que al problema del techo de deuda.
Siempre ha existido una generalizada confianza en una resolución del conflicto, aunque sea de forma temporal, por lo que los inversores no lo han considerado como un riesgo real para los mercados. Y no parece que esta vez vaya a ser diferente.
“No obstante, tampoco puede descartarse totalmente que no se llegue a un acuerdo a tiempo y que los mercados sufran turbulencias mientras no se resuelva la situación” apunta el economista J. A. Cabrera.