A diferencia del dinero que imprimen los bancos centrales en todo el mundo, las criptomonedas pasan por un proceso que coloquialmente se conoce como minería, al igual que la técnica que permite extraer metales de la tierra.

La diferencia es que se utilizan computadoras y su potencia informática que permiten procesar problemas matemáticos. Cada vez que se resuelven, se obtienen criptomonedas a cambio. Esta actividad se ha transformado junto con el ecosistema cripto: pasó de estar compuesto por unas cuantos haciéndolo en la sala de su casa a empresas con presencia multinacional.

La potencia informática que se necesita para minar criptomonedas necesita energía, y la que genera el bitcoin ya representa 0,52% del consumo de electricidad de todo el mundo. En perspectiva, si el token fuera un país tendría un consumo de energía similar al de Argentina o los Países Bajos, según las cuentas que realiza el Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index de la Universidad de Cambridge.

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Los cálculos del Cambridge Centre for Alternative Finance (Cbeci) indican que Estados Unidos se convirtió en el nuevo paraíso de la minería tras el veto que ha liderado el gobierno chino, otrora tierra prometida para la industria. 

Su informe más reciente, de julio de este año, calcula que 35,40% del hashrate global estaba ubicado en este país. Kazajistán, vecino de China, empezó a ganar relevancia, con una participación de 18,10%.

miners

En diciembre de 2020 China acumulaba el 53,30% del hashrate, y aunque a día de hoy es oficialmente cero, se piensa sigue habiendo minería oculta. Lo mismo ocurre con Venezuela, donde se cree también es importante esta actividad.

Texas y El Salvador

La migración cripto a Texas se ha estado conformando durante meses, pero el gran volumen de energía que necesitarán esos mineros, dos veces más que el consumo de la capital del estado de casi 1 millón de personas en todo 2020, preocupa.

El auge se produce justo cuando el sistema eléctrico está bajo presión debido al crecimiento de la población y a una economía más robusta. La red del estado demostró ser poco confiable en los apagones catastróficos de febrero, que provocaron que millones de personas quedaran en la oscuridad durante días causando la muerte de al menos 210 personas.

Los mineros que se instalan en el estado suelen contar con una reducción de impuestos de 10 años, créditos fiscales para las ventas y formación de la mano de obra por parte del estado, dependiendo de dónde se ubiquen y del número de puestos de trabajo que generen. 

Incluso sin incentivos formales, los bajos precios de la electricidad y la política de no intervención del estado en relación con las empresas suelen ser un atractivo suficiente.

En el caso de El Salvador la política sí interviene, pero es a favor. El gobierno de Nayib Bukele instaló 300 procesadores para minar la criptomoneda en la Central Geotérmica Berlín, cerca al volcán Tecapa. 

En octubre, Bukele tuiteó que con esta energía se extrajeron 0,00599179 bitcoin, o alrededor de 269 dólares al valor de esa fecha. “Todavía estamos haciendo pruebas e instalaciones, pero esta es oficialmente la primera extracción de bitcoin del volcán”, escribió.

De momento, está ganando el liberalismo económico de Texas al intervencionismo de El Salvador pero si el experimento de la bitcoinización de la economía del presidente Bukele triunfa... todo puede pasar.

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