Los pequeños inversores vuelven a quedarse fuera. Más de una década después del atropellado debut de Bankia, su sombra se sigue alargando sobre el parqué. Ibercaja acaba de sumarse al largo elenco de cotizadas que, desde aquel fatídico toque de campana, han optado por repudiar a los minoristas para evitarse complicaciones en su camino hacia el parqué.
Ibercaja ha dado hasta el momento muy pocos detalles de su -ahora parece que sí- inminente salida a bolsa. Sin embargo, son suficientes para confirmar que la historia se repite. "Una oferta pública inicial de acciones ordinarias a inversores cualificados", reza el documento de intenciones remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Una descripción que se traduce en que, una vez más, los pequeños inversores se quedarán fuera de la operación. Los que quieran convertirse en accionistas de Ibercaja tendrán que esperar a comprar en el mercado secundario una vez que los títulos que la entidad coloque entre inversores profesionales comiencen a negociarse en la bolsa española. Algo para lo que todavía no hay fecha.
Sin 'bankeros'
En cualquier caso, ya será cumplido el décimo aniversario del estreno de Bankia, que tuvo lugar el 20 de julio de 2011. Una fecha clave en esta cuestión de la exclusión al pequeño inversor, ya que desde aquel toque de campana ningún gran debut ha contemplado el tramo minorista como un pilar clave de su proceso de colocación inicial.
Un punto de inflexión que se explica en el hecho de que la heredera de Caja Madrid y otras seis entidades de ahorro ejecutó una insistente campaña de publicidad que animaba a los minoristas a tomar parte de su salto a la bolsa y convertirse en ‘bankeros’. Y fueron muchos los que acudieron al reclamo.
Muy poco después del toque de campana protagonizado por Rodrigo Rato, los ‘bankeros’ comenzaron a probar la parte más amarga de su apuesta y a suponer un dolor de cabeza añadido para la entidad. Llegó el declive de su valoración bursátil, el rescate financiero y múltiples procedimientos judiciales por falsedad documental que se saldaron con la devolución de cada céntimo invertido por inversores minoristas y no profesionales en acciones de Bankia.
Y, aunque salvando mucho las distancias entre cada caso, los precedentes que pesan sobre el futuro de Ibercaja son más. En sus respectivos estrenos, ni Unicaja ni Liberbank procedieron a venta alguna de acciones entre minoristas, sino que aquellos que participaron en la operación se vieron empujados a ello por una conversión forzosa de diferentes emisiones de convertibles y otros títulos de deuda de algunas de las cajas de ahorros que conformaron ambos grupos.
Precedentes y obstáculos
En el caso de Banca Cívica, otro mal precedente. Los pequeños inversores que absorbieron un tramo de acciones más amplio de lo previsto en un primer momento por la falta de apetito de los institucionales afrontaron un desembolso de 2,7 euros por acción. Cuando menos de un año después de su estreno, CaixaBank se lanzó a por su control mediante un canje de acciones, valoró estos títulos a 1,97 euros.
La pérdida asumida para sus entonces dueños rondó el 27%. Y en medio de un entorno de subidas de tipos de interés favorable para el negocio bancario, el fantasma de una posible absorción vuelve a estar sobre la mesa. Este mismo jueves en el que Ibercaja daba a conocer sus planes, la agencia de medición de riesgos S&P volvía a vaticinar más fusiones bancarias en España, y especialmente entre entidades medianas. Un grupo en el que figura la entidad aragonesa.
El director del Servicio de Estudios de BME, la sociedad rectora de las bolsas españolas, reconocía en una reciente conversación con este periódico que en la mayoría de ocasiones "se evitan los tramos minoristas por las implicaciones que puedan venir". Una cuestión que no se refiere únicamente a la alargada sombra de Bankia, ahora absorbida por CaixaBank.
En este sentido, un directivo de un banco de inversión confirma que "las exigencias por parte del supervisor son más someras y los procedimientos se agilizan mucho más" cuando se da de lado a los pequeños inversores. Algo que la propia Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha defendido como una palanca para ganar agilidad en estos procesos en sintonía con las prácticas habituales en otros mercados europeos.
De este modo, la institución supervisora exige una concreción de detalles -y sobre todo de mención de riesgos- más liviana debido a los mayores conocimientos financieros que se les presuponen a estos inversores cualificados a los que Ibercaja ha decidido dirigirse en exclusiva. Una formación que se les atribuye por méritos propios o por el asesoramiento con que suelen contar a la hora de acudir a una oferta pública inicial de suscripción (OPS) o venta (OPV) de acciones.
Peso a la baja
Esta vez, según el referido documento de intenciones, el banco con sede en Zaragoza apunta a una venta secundaria de acciones ya emitidas. Un procedimiento aún más ágil para cumplir con la exigencia de que su cabecera reduzca su posición por debajo del 50% del accionariado, ya que se evitan los procedimientos propios de una ampliación de capital.
Con todos estos ingredientes, Ibercaja cocina su salto a bolsa al margen de los pequeños inversores, que llevan sin contar con un papel relevante en un procedimiento de este tipo desde la colocación parcial de Aena. Muy lejos quedan ya los usos más habituales de los años 90 del siglo pasado, cuando los minoristas fueron clave para la eclosión del mercado bursátil español y, más especialmente, en la privatización vía bolsa de los antiguos monopolios y empresas públicas estatales.
A golpe de esta práctica, continuada en los escasos estrenos del año pasado, además de otros factores como la preferencia de los españoles por otras fórmulas de ahorro e inversión, el peso de las familias en la bolsa nacional se ha ido reduciendo hasta cerca del 16%, según los últimos datos que maneja la sociedad rectora del parqué. Una cota que probablemente menguará cuando Ibercaja debute y la distancie aún más del 35% que alcanzaba en 1998.
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