La posibilidad de que la escalada de precio siga adelante no es una amenaza en el tiempo sino una posibilidad muy real. Pero como todo en la vida hay que saber interpretarlo tanto en clave de riesgo como de oportunidad, y eso es lo que intentaré en la columna de esta semana.
Para analizar el riesgo hay que entender el alcance de que uno de los activos más negociados y de mayor dependencia de consumo del mundo pueda irse a ese nivel de precio. Y para ello hay que hacer un ejercicio de retrospectiva.
Ajustado por inflación el barril de petróleo WTI llegó a situarse en 2008, poco antes de la quiebra de Lehman, en 145 dólares en su nivel más alto nunca visto. A pesar de haber visto referencias de precio superiores a 100 dólares, en términos medios anuales, que es como hay que entender el precio para evitar el sesgo volátil, el petróleo nunca ha superado en un año los 100 dólares/año.
La dificultad de romper precedentes no es poca ya que, desde el precio actual, con una subida en el año del 43%, al que hay que sumar el 55% de 2021, el precio tendría que dispararse un 36% adicional. Difícil, pero no imposible.
Solo el freno a la producción, a la logística, al transporte y al comercio, permiten que a muy corto plazo la oferta pueda resentirse
Analizando factores estructurales. Lo que impulsa el precio del crudo no es tanto la tensión de corto plazo ocasionada en Ucrania sino el balanceo oferta-demanda. Un conflicto bélico con países productores siempre genera ruido, y el ruido permite la especulación.
La lógica es aplastante, solo el freno a la producción, a la logística, al transporte y al comercio, permiten que a muy corto plazo la oferta pueda resentirse. Dado que la demanda reacciona a más largo plazo, la consecuencia es un eventual desabastecimiento.
Según la OPEP, en 2021 se consumieron 96,65 millones de barriles al día. Los datos más recientes (100,8 millones), confirman la tendencia de recuperación de una demanda que se sitúa ya en niveles prepandemia.
Por el lado de la producción resulta algo más complicado ubicar el dato por los intereses partidistas de las organizaciones que facilitan las estadísticas, pero todo indica que se sitúa por debajo de la demanda. Ese gap, entendiendo el mismo como la diferencia entre oferta y demanda y no como escasez del activo, es lo que ha impulsado los precios en el último año y medio.
Todos vivíamos razonablemente confortables con unos precios medios de 60-70 dólares el barril. Pero hay tres factores que explican el tirón hasta niveles prebélicos. De un lado el crecimiento global ha impulsado el consumo de energía lo cual, según el mix de generación, ha llevado a elevar la demanda industrial de combustibles fósiles para disgusto del “frente verde”.
El mantenimiento de políticas fiscales activas ha propiciado un descenso del ahorro a escala mundial por lo que el consumo privado se ha disparado agravando los problemas de suministro creados cuando la economía se paró en la primavera de 2020. Y finalmente, hemos tenido el conflicto bélico, que ha puesto la guinda sobre el pastel.
Rusia produce 10 millones de barriles diarios siendo uno de los tres mayores productores de petróleo
Desde aquí la pregunta es clara ¿alguno de esos factores desaparecerá de la ecuación a corto plazo? La respuesta parece clara: no. Es posible que los elevados niveles de inflación puedan influir en las decisiones de consumo de medio plazo, pero parece complicado que a corto se vean minoradas.
Por otro lado, si la parte más volátil de la fijación de precios persiste la idea de desabastecimiento sin una intervención convincente por parte de los países productores de petróleo, la opción de escalada del precio toma cuerpo.
De momento, la OPEP ha anunciado a partir de marzo 400.000 barriles adicionales de petróleo. Los miembros de la Agencia Internacional de la Energía van a liberar reservas y es posible que EEUU, hoy por hoy el mayor productor mundial, también tome medidas adicionales por la preocupación de la Fed ante el descontrol inflacionario que atenaza la economía americana.
Pero el equilibrio es complicado. Rusia produce 10 millones de barriles diarios siendo uno de los tres mayores productores de petróleo. Europa tiene híper dependencia de su producción, especialmente de gas, por lo que Rusia se siente segura por la capacidad de presión que tiene en el mercado.
La única posibilidad para reequilibrar el mercado es que el mundo consuma menos crudo.
Pero es que sus aliados son o igualmente grandes productores (Irán) o grandes consumidores (China). Hay otros que además de ser simpatizantes son mercados naturales por el intercambio de productos básicos, como el trigo, y no tan básicos, como el armamento. Todo apunta a que a corto plazo habrá más tensiones en la oferta que en la demanda. ¿Solución?
Hay que destruir demanda. La única posibilidad para reequilibrar el mercado es que el mundo consuma menos crudo. ¿Cuánto es menos crudo? Haciendo números muy bastos, se podría decir que un 1% (un millón de barriles/día), bastaría para contener la escalada de precio.
A medio plazo sin embargo, sin elevar la oferta, sería insuficiente por cuestiones estructurales. A pesar de todo esa estimación choca con la realidad. Ahora mismo es impensable, salvo imposición de gobiernos, que el consumo pueda bajar a ese nivel. Ni saliendo del invierno.
Por lo tanto, de manera totalmente orientativa, es muy posible que a pesar de recesos puntuales que se puedan producir, el crudo mantenga su tendencia alcista y con ello las tensiones de inflación y tipos de interés que es lo que verdaderamente sigue moviendo las bolsas a corto plazo.
Más a medio plazo, precios, impuestos y altos costes de materias primas, siguen reordenando el tablero político-económico de este particular juego del Risk. El fondo de mercado no es la inflación, ni la política monetaria.
Tal y como llevo defendiendo desde hace meses, el verdadero riesgo está en la probabilidad cada vez mayor de revueltas sociales y de conflictos internos agravados por la escalada imparable de precio de los productos básicos. Atentos a la partida que el juego no ha hecho más que comenzar.
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