Las commodities están de moda
Somos muy pocos los gestores que a unos días de concluir el primer trimestre del año podamos decir que nuestros fondos están en positivo. No hablo únicamente de renta variable. Basta señalar que solo 21 compañías del Nasdaq 100 tienen performance positivo o recordar el drama que vive la renta fija en el actual momento de ciclo donde, después de las dos grandes burbujas que ya explotaron en este siglo, nos encontramos ante el “everything bubble”.
El diferencial de comportamiento en lo que llevamos de año en los sectores del mercado americano es posiblemente uno de los más elevados que recuerde y ello explica que, al margen de complicados fondos cuantitativos y de retorno absoluto con un sesgo totalmente contrarían, sea difícil encontrar rentabilidades positivas en los rankings. Por poner un poco de perspectiva, en el momento más bajo del año (14 de marzo) el diferencial de rendimiento del mejor sector -energía- frente al de peor comportamiento -software-, era de nada menos que 60 puntos porcentuales.
Con datos del pasado viernes, solo tres sectores están en positivo y ello gracias a un rally de corto plazo. Hace tan solo diez días únicamente las compañías petrolíferas sostenían un discurso positivo. ¿Por qué esa diferencia tan abismal de comportamiento?
La explicación es muy sencilla y está en las materias primas. Desde hace tiempo se viene hablando de que la inflación y la política monetaria imperante (MMT), iban a abrir un súper ciclo en las commodities. Muy rezagadas en su comportamiento frente al mercado y con un cambio operacional muy relevante en los últimos diez años, esconden una narrativa que como principal argumento esgrime la protección que ofrecen los activos reales en entornos de híper inflación.
Podemos pensar que la invasión rusa de Ucrania ha sido el “culpable” de tan anómala dispersión de rendimientos. Pero es un análisis muy incompleto teniendo en cuenta que, previo al inicio de las hostilidades, la temática que se imponía como una tendencia de inversión era la del cambio en la política a seguir por la Fed después de su histórico error en relación a la inflación.
El conflicto en Ucrania no ha supuesto, todavía, ni un desabastecimiento ni un cese de producción de materias primas.
Tras la pandemia, la reactivación de la industria y el repunte consumista, además de otra serie de factores no poco relevantes, llevaron a que se iniciasen de manera sincronizada procesos de normalización entre oferta y demanda.
No es que de repente el mundo se diese cuenta de la escasez de materiales básicos para la producción de semiconductores u otros componentes de bienes de consumo, sino que emergió lo que se esperaba que fuese a producir después de que muchas compañías hayan deprimido los niveles de inversión en materias y los países productores empezasen a tener control sobre la oferta.
Las petroleras, por ejemplo, al igual que muchas compañías mineras, han pasado de años de un presupuesto desmedido en capex a una disciplina espartana. El discurso ESG por ejemplo ha tenido mucha parte de culpa en ello. La otra recae del lado de burócratas y políticos que han diseñado agendas verdes tan imposibles como absurdas.
¿Qué ocurre entonces? Que un factor de distorsión como una guerra, que no es poca cosa, pone de manifiesto el exacerbado control que los productores tienen de la oferta. Rusia supone el 10% de la producción mundial de petróleo. La cuenta por tanto es muy sencilla: hay un 10% de la demanda que “teóricamente” no se puede abastecer con las sanciones, lo cual no es una traslación ni tan directa ni tan cierta en la práctica como hemos visto. Pero ayuda a entender la realidad de las materias primas.
China controla el 57% de tierras raras (donde se extraen elementos químicos extremadamente difíciles de encontrarlos en estado puro), tiene la mitad de la producción mundial de carbón, controla el 8% y el 5% respectivamente de la producción mundial de cobre y níquel, es el sexto mayor productor de crudo y, después de Chile y Australia, es el mayor productor de litio. Si miramos la otra cara de la moneda, la del procesado, China es de lejos el país dominante en cada uno de los activos mencionados.
En materia agrícola Rusia es un país de un dominio y una influencia considerable, además del peso que ya sabemos tiene en gas, petróleo, carbón y otros elementos críticos para confiar en que no se producirá un apagón mundial ni un freno al transporte global.
La cuestión es que el conflicto en Ucrania no ha supuesto, todavía, ni un desabastecimiento ni un cese de producción de materias primas. Lo que ha hecho simplemente es hacer notar la espectacular capacidad de influencia que tienen en la parte del mundo que proclama vivir en paz.
Y eso junto a una inflación desbocada, es lo que nos ha llevado a algunos gestores a pensar que mientras el discurso imperante era el de recomprar historias caras, básicamente el growth mal entendido desde un punto de vista popular había una historia oculta de enorme potencial. Pero claro, aquí hay que venir con los deberes hechos. Porque cuando se empieza a comprar compañías de petróleo, sobre todo a través de los nombres convencionales y más clásicos, lo que se hace es dar la liquidez necesaria para que los fondos de valor puedan ir haciendo plusvalías.
Pero la moda es la moda. Baste ver lo que ha hecho AMC, una compañía de entretenimiento por llamarla de alguna manera, que recientemente anunció a bombo y platillo la inversión en una empresa de dudosa historia empresarial y financiera como Hycroft Mining Holding, contribuyendo al mito de las compañías meme. La historia se ha vuelto a repetir, de una empresa sin conocimiento ni disciplina se ha construido una revalorización meteórica. El mundo de la bolsa es así de libre (y estúpido a veces).
Lo que no se puede negar es que estamos ante un proceso de cambio tan radical como atractivo para el que sin embargo hay que estar muy preparado ya que el desconocimiento y la descorrelación de las compañías en las que se ha estado masivamente invertido en los últimos diez años es tan grande que los riesgos están igualmente a la altura.