La Bolsa española sufrió en agosto y no solo en lo que a la caída registrada, del 3,3%, se refiere. En el mercado nacional se negociaron 19.031 millones de euros, según datos de Bolsas y Mercados Españoles (BME), un 27,8% menos que en julio y un 12,1% menos que en el mismo mes de 2021.
Para encontrar un registro más bajo hay retroceder hasta septiembre de 1999, cuando se negociaron 18.229 millones de euros. El mínimo histórico se encuentra en agosto de ese mismo año, cuando el volumen solo fue de 12.811 millones de euros.
Pero en agosto no solo cayó el volumen, también lo hizo el número de negociaciones. Se redujeron hasta las 2,3 millones de operaciones, lo que supone un descenso del 23,4% respecto al mes anterior y del 15,5% frente a agosto de 2021.
Se debe tener en cuenta que la negociación bursátil de agosto está condicionada por formar parte del periodo vacacional. “Aunque en la última semana del mes se despertó una mayor volatilidad, el primer tramo del mismo transcurrió sin grandes eventos o noticias que movieran el mercado”, destaca Joaquín Robles, analista de XTB.
Además del periodo estival, el contexto de incertidumbre también lastró la negociación y el número de órdenes emitidas. Las peores expectativas económicas, la elevada inflación y la mayor agresividad mostrada por la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) hicieron que muchos inversores decidieran no participar en el mercado.
“Existe una gran división de opiniones entre los inversores sobre la tendencia que puede tomar el mercado durante los próximos meses, por lo que muchos de ellos han preferido quedarse a la expectativa”, apunta Robles.
Pese a este último mal dato, en el acumulado del año se han negociado 257.674 millones de euros en la Bolsa española, un 8,6% más que en el mismo periodo de 2021. Sin embargo, el importe es inferior al registrado en los ocho primeros meses de 2020.
Récord en 2007
Entre enero y agosto de ese año se negociaron algo más de 291.000 millones. Y lo mismo sucede respecto a los ocho primeros meses de cada ejercicio hasta al menos 2010, cuando termina la serie histórica facilitada por el gestor del mercado español a este diario. Es decir, no se han recuperado los niveles previos al estallido de la pandemia.
De los últimos 12 ejercicios, el mejor mes para la Bolsa española en lo que a negociación se refiere fue mayo de 2010, con 118.212 millones. Por años, y desde 1990, el récord histórico se registró en 2007, con 1,66 billones de euros. Desde entonces los volúmenes se han ido reduciendo casi cada año. Desde 2018 lo hacen de manera ininterrumpida.
Si se comparan las cifras de 2007 con las de 2021, el último año completo y en el que se negociaron 429.359 millones, la caída de la negociación es del 77,3%.
Igual que se han reducido los volúmenes de negociación, en los últimos dos años también lo ha hecho la tenencia de acciones nacionales en manos de inversores extranjeros.
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También según datos de BME, la posesión de títulos españoles por parte de inversores foráneos se redujo en 2021 hasta suponer el 48,8% de la capitalización bursátil total. En 2019 el porcentaje era del 49,9% y en 2019, cuando alcanzó máximos históricos, del 50,2%.
La porción de la Bolsa española en manos de las familias se mantuvo invariable en los dos últimos ejercicios, en el 17,1%, un punto por encima del mínimo histórico de 2019. El máximo se registró en 1998, cuando poseían el 35,1%.
“Hace muchos años que la Bolsa española perdió el atractivo para los inversores”, opina Sergio Ávila, analista de IG. “Cada vez hay más incertidumbre política y regulatoria que afecta a la toma de decisiones. Y respecto a las empresas, a pesar de que hay buenas compañías, son en general perores que las de otros mercados”, considera.
Una de las mayores críticas que recibe el mercado nacional -y de forma especial el selectivo Ibex 35- es su composición. Eléctricas y bancos son los sectores de mayor peso, con mucha diferencia respecto a los demás. Por el contrario, en el parqué nacional prácticamente no cotizan compañías tecnológicas.
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Sin embargo, los altos dividendos son uno de sus principales atractivos. Por encima de la media europea, el gran número de empresas energéticas y entidades ha facilitado esta estrategia dirigida a fidelizar al accionista.
“Pero esto no siempre gusta a los inversores. Muchos prefieren que las compañías recompren acciones propias en lugar de abonar dividendos y, sobre todo, no gusta nada cuando para repartirlos deben ampliar capital’”, considera Ávila.