Ganadores y perdedores en la unión de BBVA y Sabadell
Si tenemos que nombrar un sector especialmente activo en el plano corporativo ese sin duda ha sido el bancario. Desde el estallido de la gran crisis financiera nuestra industria financiera ha dado un radical vuelco pasando de 55 bancos y cajas de ahorro en 2008 a los 9 grandes grupos que configuran la práctica totalidad del sistema. Ahora BBVA propone un giro adicional para aumentar aún más el grado de concentración.
España es el segundo país de la Unión Europea que ha experimentado un mayor crecimiento del porcentaje de activos bancarios en manos de sus cinco principales entidades. Según el BCE se ha pasado de un 42% en 2008 a un 69% en 2021, un cambio de 27 puntos porcentuales solo superado por Grecia, donde hoy el grado de concentración es abrumador rozando el 100%.
España ha pasado de un sistema muy capilar a uno muy concentrado sin que calidad y riesgo hayan cambiado sustancialmente. Son dos conceptos que conviene analizar por separado.
Según el BCE se ha pasado de un 42% en 2008 a un 69% en 2021, un cambio de 27 puntos porcentuales solo superado por Grecia.
El mapa previo al estallido de la burbuja inmobiliaria demostró que repartir el riesgo entre muchas entidades fue tan nefasto como si hubiera caído la principal entidad del país, justo lo que pasó en Irlanda donde una década después el sector además de saneado tiene menos concentración.
La calidad tampoco justifica una fusión. Caixabank no es mejor banco en cuanto a servicios que antes de adquirir Bankia, cuyos clientes sí vivieron una transición incómoda. El tiempo lo cura todo y el precio del cambio en forma de costes -incluidos los intangibles- se termina asimilando.
Las grandes entidades valoran sus clientes en un balance como activos y pasivos por lo que el tema del servicio es puro marketing.
La falta de alternativas es una baza muy importante ya que hace que proponer una fusión no sea tan dolorosa por la potencial pérdida de clientes. Lo que importa es el tamaño.
He aquí el principal motivador de una fusión. La teoría económica plantea numerosas fuentes para la obtención de economías de escala. Los bancos cuentan con elevados costes fijos independientes del nivel de producción sobre los cuales se pueden obtener rendimientos crecientes una vez eliminadas las duplicidades. Es lo que se llama sinergias. Esto permite reducir los costes medios a largo plazo.
Por otra parte, una mayor dimensión puede aumentar los ingresos unitarios. BBVA tendría que convencer a los clientes de Sabadell de que les pueden resultar más útiles los productos y servicios proporcionados por una mayor entidad lo que permite cobrar un precio más alto por los mismos servicios.
Las grandes entidades valoran sus clientes en un balance como activos y pasivos por lo que el tema del servicio es puro marketing.
Y es que las economías de escala están muy presentes en términos financieros puesto que un banco más grande puede tener una mayor capacidad para obtener recursos y un acceso al mercado de capitales en mejores condiciones, además de protegerle frente a una oferta hostil de un banco exterior ya que precisamente la ausencia de control del capital imposibilita la defensa accionarial y supone un despido casi mayoritario del consejo y los puestos directivos.
Tampoco podemos olvidar que los bancos no representan la industria tradicional donde puede haber un control del capital por parte de un accionista mayoritario o una familia que defiende sus intereses de forma alineada con sus minoritarios. Los bancos son las únicas entidades donde sin ostentar un control mínimamente significativo, el consejo puede tomar decisiones pensando sólo en sus intereses (salariales, por supuesto).
Los clientes de BBVA no ganan con la fusión como tampoco pierden los de Sabadell. Es un mero cambio de cromos y colores. El valor real de la fusión sin duda está en el consejo de administración y esa es la batalla que hay que entender.